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miércoles, 28 de agosto de 2019

Érase una vez en Hollywood, la última tarantinada





   Lo que Tarantino a través de este guión perpetra (el llevarse la historia, sin más lógica que la de su capricho, adonde y por donde le da la gana; el hacer, sin venir a cuento, seis distintas películas dentro de la película; el dilatar secuencias y partes hasta el tedio extremo sólo porque él lo vale… en suma, el dinamitar la imprescindible cohesión que la factura interna de toda gran historia normativamente exige, hasta disiparla y echarla a perder, como si fuera del todo incapaz de contarla bien) lo lleva a cabo cualquier alumno sin Nombre en una escuela de cine… y lo suspenden a perpetuidad. Pero oooh, es Tarantino, y por miles le sobrarán los apologetas entre las masas y entre las élites que salivarán y sublimarán, a mi juicio, todo ese recital de chafarrinones e incompetencias.
   Le pasa en todas –con excepción, para mí, de Pulp Fiction-, pero en esta da especial rabia porque tenía esta vez entre las manos –y ese sí que es gran mérito suyo- dos notables y muy humanos y originales protagonistas (un alcoholizado actor secundario de westerns en crisis profesional y existencial, más el actor que le sustituye en las escenas de acción, que le sirve a la vez de asistente para todo, dotado de la maravillosa integridad de un héroe clásico, y el agridulce convivir entre uno y otro) abocados además a un jugosísimo quicio histórico, pleno de simbolismos, en el que coinciden, a la altura de 1969, la decadencia de las coordenadas morales y prácticas de un tiempo y de un arte tradicionales, con la irrupción de un mundo nuevo que tanto las series de televisión a granel como la deriva final de los hippies, con sus sectas y sus drogas, anuncian.
   Ahora, como a la sazón se nos va haciendo el gran Tarantino mayorcito, 56 ya, –y con él nosotros, ay-, su prototípica propensión a la morbosa delectación con la violencia extrema se contiene, e incluso trata de difusamente justificarla… hasta hacerla explotar en toda su bárbara brutalidad al final… que lo más mínimo impide un tan dulce como poco creíble final feliz. Siendo, en definitiva, innegable el talento visual  que al Artista siempre asiste, de nuevo, a mi juicio, nos hallamos ante una gran ocasión por él desaprovechada para contarnos bien una historia. Otra –no de las peores ésta- tarantinada, yes.    

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111 ROSAS o EL LIBRO DE LAS AGRIDULZURAS. 301 pgs. 12 euros. 

ARGUMENTO
La aventura y el itinerario cotidiano de un soñador irónico, de un sentimental cabal, de un solitario ilusionado, de un fabulador a ras de tierra, a la busca del tiempo ganado, a la búsqueda de los afectos perdidos, afanado a la tarea de como oro en paño anotar, recrear y rescatar lo mejor y más granado de sí y de cuanto le rodea, de ponerlo así a salvo del Tiempo voraz y del rudo Ruido. En círculos concéntricos, más desveladores que dantescos, la singladura irónica y emocionada de ese vivir, de ese sinvivir, de sus pasos y marcas: la amistad, la paternidad, el amor y el desamor, el mordisco de la soledad y los preliminares de la vejez, el mundo de la noche con sus mujeres fatales o magistrales, el deporte y la escritura, su duda y su ternura, el paso y la luz de la estaciones, todo lo que puede aprenderse en los viajes del Metro… la misma vida a chorros y a corros en los más vivos colores registrada. ¿Logrará mantener su lugar al sol?
CONTRA-REEMBOLSO, 15 E


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tarantino ha triunfado totalmente, lñasñ pelis iranies de filmoteca y temarica tediosa, no.Como dijo el gran santiago. Segura" yo soy fan del cine de arte y ensayo, pero entonces nadie veria mis peliculas, no hubiera salido de mi barrio"

José Antonio del Pozo dijo...

Que ha triunfado totalmente es indudable. Gracias