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sábado, 16 de junio de 2018

La absoluta soledad del portero de fútbol


   


   Puede, a diferencia del resto de sus compañeros, usar las manos en el juego del balompié, pero ese privilegio es dudoso si lo comparamos con la inmensa responsabilidad que sobre su sola persona recae: mantener la portería, acaso trasunto de la casa o cueva prehistórica colectiva, sin perforar, sana y salva. Guardameta por eso se le dice, resaltando lo decisivo de su función cuidadora. Portero sólo hay uno, bajo los palos que conforman el marco, que a veces se vuelven cruz, en terrible soledad, como el Salvador, mientras más allá el resto, en comandita, batalla. A diferencia también de sus cofrades, los errores del portero no tienen enmienda: resultan trascendentales. Como mucho los podrá compensar otro compañero con aciertos en la meta contraria, pero el baldón de su yerro, que sólo a él atañe, será casi imposible de borrar, y a su figura, como torva sombra, quedará para siempre asociado, por muchas providenciales intervenciones que en otros lances demuestre. Puede un delantero marrar una o quince ocasiones inmejorables, o cualquier otro jugador, que con que acierte una ya le vale. En cambio, la pifia garrafal de un portero vuelca directamente sobre él la diana y la carga de unos instantes trágicos, atiborrados de una angustia incalculable, de un viacrucis poblado de murmullos censores. Fatalmente, les ha fallado a todos. Se ha fallado a sí mismo. Por eso se entiende que se necesita un ánimo y un temple muy especiales para ser guardameta, sólo un Hombre, falible por tanto, pero al que sus fallos no se le perdonan, capaz de sobrellevar la electrocutante tensión a su heroica tarea añadida, que es en esencia la de ser la última defensa, la de mirarle a los ojos y encarar al Héroe rival, cuya misión precisamente consiste en, al menos una vez entre quince, traspasar su cuidado. Espantosa esa soledad a la que el arquero se ve  siempre condenado, que en el instante cenital de la PENA MÁXIMA o penalty alcanza un clímax desgarrador. Cómo no entonces compadecerse de la absoluta soledad del portero de fútbol bajo los palos, que a veces se hacen cruz.      
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martes, 25 de abril de 2017

Por qué los Políticos admiran tanto el Fútbol

   


   Porque esa deliberada y no razonada imbricación total, ese brutal sentido de pertenencia y de identidad, esa ciega y completa fusión y entrega física, emocional, sentimental, cultural y espiritual que los colores de un club obtienen y a la vez reflejan entre sus seguidores –en este tiempo de fanáticos apenas se concibe ya el sólo templado aficionado a un equipo- es lo que más anhelarían ellos para su organización. Por eso mismo los populismos rampantes trafican tanto con las emociones e instintos más básicos, a modo y semejanza de lo que con la hinchada de un club –por más que ahora un buen puñado de jugadores vaya sucesivamente rotando en esas formidables maquinarias de complicidades y antagonismos que los equipos son- se logra.

   Las ideologías que más se basan en lo racional, en lo menos malo, es decir, en el prudente escepticismo, como los tertulianos más tibios o técnicos, tanto en política como en deporte, llevan todas las de perder. En fin, equipos de futbol y populismos trafican sobre todo con imágenes sensacionalistas, ante las que la adhesión o la repulsa, el amor o el odio, son las respuestas automáticas garantizadas. Por eso, los recurrentes ejemplos de violencia, incluso ¡en partidos de niños! Por eso también, ay, a los escritores, -salvo a los Celebrities, que funcionan como Ídolos populistas- que laboran sólo con abstractas palabras, les va como nos va. De los escritores sin Nombre ya ni hablamos. La palabra escrita no enardece hoy a nadie. Por todo eso los estadios repletos, las banderolas, los himnos, los hooligans, los tuits, los autobuses, elevados a la enésima potencia procedimental, tanto en el fútbol como en la política de hoy. Regresión cultural, claro que sí.

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sábado, 28 de mayo de 2016

Lo esencial de la Final



   Pase lo que pase luego, lo esencial es que de nuevo, sólo dos años después, la extraordinaria Hazaña se repite: dos equipos madrileños disputándose la cima del Fútbol Universal. Si se repite la Historia, podemos entonces un poco repetirnos nosotros también en lo que dos años ha anotábamos:
  "Han querido el azar o la necesidad, la conjunción de los astros, lo que quiera que sea que mueva el Mundo, que, tras el chasco de las Olimpiadas, tras el relaxing cup of coffee que hubimos todos de tomarnos luego, de nuevo especialmente para los madrileños bien en lo alto relumbre el Sol, pues por vez primera en la Historia de la Copa de Europa dos equipos de fútbol de una misma ciudad,pongamos que hablo de Madrid, tras derrotar con apabullante brillantez a los mejores equipos del continente (fornidos teutones, briosos ingleses, enconados turcos, pícaros italianos…  mordieron todos la hierba ante la tempestad y el empuje de los equipos gatos) arriban pletóricos a la Gran Final, lo que proyectará durante todos esos días el nombre de Madrid por todos los rincones de la Tierra entonces. ¡Albricias entonces, madrileños!
   Es todo un hito histórico, como digo, y por eso merece ser resaltado, que explotará urbi et orbe hoy, en inmejorable colofón a las fiestas isidriles. Viene además la cita en pro de la conquista de la Gran Copa atiborrada de poderosas connotaciones emocionales y simbólicas para unos y para otros: sería la Primera para el Atlético de Madrid, justo cuarenta años después del duro fiasco ante el Bayern, pero sería también la Undécima para el Real Madrid, ese dorado sueño del doble dígito idéntico, once jugadores, once Copas. Ojalá el cada vez más torvo hooliganismo ambiental no nos impida celebrar lo esencial, la estelar presencia de los equipos madrileños en la Fecha por excelencia del Deporte rey en Europa. Ojalá esos castradores códigos fieramente binarios –si bochornosos en los hooligans, desoladores en los periodistas, a quienes debería concernir su responsabilidad profesional como mediadores sociales-  que el fanatismo a veces expande por doquier, no enturbien la Fiesta.
   ¡Con lo bonita que es la palabra “aficionado”!  Se encierra con ella la sana inclinación del sentimiento hacia unos colores, esa ficción también, compatible con la más noble cualidad que la práctica y la admiración del deporte –una competición sometida a normas- siempre ha procurado y debería seguir procurando:  la deportividad, el saber ganar, el saber perder. De nuevo dos equipos de una misma ciudad en la Final de la Champions, pongamos que hablo de Madrid, esa ilusión hecha realidad… ¡pues albricias una y mil!".

     

   (Y estoy convencido también de que, si te gusta escribir, aunque sea sin mayores pretensiones, mis HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS te servirán de inspiración y te aportarán ideas, modelos, motivos, recursos  y maneras concretas para que también tú –o a quien pudieras regalarle mi obra- te atrevas a emprender la aventura de escribir un libro.
10 E por correo ordinario a la dirección de España que me digas, no tiene por qué ser tu domicilio, puede ser la de cualquier local público que conozcas, el que sea.  Personalmente dedicadas. Solicítamelas en  josemp1961@yahoo.es    )