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sábado, 4 de abril de 2020

¿TE VIENES A MI CASA? (SALTARNOS EL CONFINAMIENTO y IV, RELATO, DÍA 21)



   
  ... Bueno, así de bobos nos recorrimos el Mercadona entero, -y qué misteriosa curiosidad nos picó a los dos entonces por cada uno de los simples productos que allí se nos ofrecían-, que no sé bien el tiempo que habría transcurrido, pero ya el vigilante, un poco mosca, con la porra nos indicó serio que cada uno a una cola para pagar pero ya. Y fueron muy bonitos esos doce minutos que nos llevó esa espera ahora, en paralelo el uno con el otro, a metro y medio de distancia, y el poder contemplarla a placer –eso, nada ni nadie me lo podía ahí prohibir- todo ese tiempo, y por esta vez verla alegre y feliz, como yo mismo lo estaba, en medio, maldición, del terrible penar general.
   Fuera ya del merca había caído la noche, y cada uno con su bolsa medio llena, a un metro uno del otro, bajo la vía láctea de ese luminoso no sabíamos bien qué hacer o decirnos. Miento, ella sí lo sabía. Me ha encantado volver a verte, me dijo. A mí más, le dije yo… ¿Te vienes a mi casa?, añadí ya disparatado. Elevó las cejas, cerró los ojos, encogió los hombros, apretó los labios, puso las palmas como un cura en misa. Imposibol. El confinamiento, remember. Qué decirle a eso. ¿Venimos mañana otra vez a comprar al merca?, apunté.  Eres tonto, se sonrió. Y le chispearon los ojos. Dio un paso hacia mí, se bajó la mascarilla… allí su boca gloriosa… y me besó suave los labios. Como de pronto arrepentida, se llevó la mano a la boca, se repuso la máscara y me dijo, Horror, el confinamiento… Me pueden detener por esto, chao, cuídate. Y con su trenka, con su bolsa de la compra, con su diadema, se dio la vuelta y en busca de su coche ella se esfumó. Allí me quedé yo, con la bolsa por los suelos, zombie total.

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