A los 89. Mientras dormía, dicen. Con él, también una parte de nuestra memoria cultural y sentimental, claro. Tantas películas, tantos recuerdos. La extraordinaria visión que tuvo, a diferencia de tantísimos, para elegir involucrarse en películas excelentes, memorables muchas, en la gran Historia del Cine ya, interesantes todas. Descollaba por su indiscutible telegenia, por su sobresaliente apostura, por su eficacísima sobriedad interpretativa, por su solvencia dramática sin alardes histriónicos, siempre. Ese misterio del cine que le llevaba a empastar tan bien en pantalla con Paul Newman desde registros opuestos… y en ellos y por ellos complementarios. Cuando hizo “Una proposición indecente”, muchas mujeres liberadas que uno conocía -tal era su atracción bestial entre ellas- no se cortaban un pelo: buah, a Redford yo se lo hacía GRATIS. Cómo le envidiábamos entonces. A mí me encantó sobre todo en Tal como éramos y en Memorias de África –oooh, la potencia simbólica del mítico lavado de pelo a la Streep-. En mi libro electrónico AMOR Y DESEO EN EL CINE (176 pgs, que te doy yo GRATIS con mi libro de poemas, si me lo pides) me apliqué en sendos capítulos a desentrañar todo ese talento. Robert Redford, thanks you.