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jueves, 31 de marzo de 2016

Condenado a galeradas



   ... Pero también, como la mayoría de los embarazos, tiene la corrección de pruebas sus momentos crudos. Quizás por eso en terminología imprentera se les llame galeradas, como si a vil condenado a galeras viérase ahora confinado el escritor de las buenas ínfulas, que qué delito cometí y tal. Es una tarea bien penosa y plúmbea, sí, en la que andas con mil ojos en vilo cotejando originales y pruebas, seguro a la vez y angustiado por ello, de que siempre algún yerro se escapará y que hasta el fin de los Tiempos ahí se quedará. Un latazo, vamos.

    Y lo peor: como te ves confrontado a sin descanso leer y releer y volver a leer lo tuyo, sin remedio te embriagas hasta la saturación de tu propia escritura, y por momentos te parece sublime, y por momentos, sin querer estragado, te suena lo tuyo patético,  siendo acaso la realidad ni tanto ni tan lo otro. Más la ilusión y el miedo consiguientes. En fin, que andamos de corrección de pruebas o galeradas, y que la criatura tremendas patadas me suelta ya, y que a las claras se ve que viene, que viene, y que viene bien, aunque sin ti que esto lees, sin tu mano, poca cosa será. Eppur si muove.  



     Aquí, si lo pinchas, el vídeo con Alfredo Urdaci valorando en su Telediario mi obra: “Son las historias de Armando, un cuarentón al que le ponen la maleta en la puerta de casa y tiene que recorrer de nuevo el camino de lo sentimental. Descubre que es un minusválido del sentimiento, un hombre al que todo le sale mal, un paria del afecto, un hombre patético al que todo le sale al revés. En lo que le pasa hay también una gran carga de ironía y de crítica hacia el mercado de los sentimientos, hasta el punto que uno acaba sintiendo una piedad desternillante por este antihéroe que tiene en estos relatos una voz auténtica. Se van a reír hasta llorar con este libro, llorar de piedad por este hombre perdido, este bobo con ínfulas”. 
"Disfruté mucho con las Historias. Sigue escribiendo", me dijo Urdaci también.

   ¿Tienes que hacer un buen regalo? ¿Te gustaría leer y tener mi libro?
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON INFULAS
154 pgs de humor, amoríos, aventuras e ilusiones.
Personalmente dedicadas. Puedes pedírmelas aquí, o escríbeme a   josemp1961@yahoo.es  Es muy sencillo. 10 E por correo ordinario a la dirección de España que me digas, no tiene por qué ser la de tu domicilio, la de cualquier local público que conozcas, el que sea.


miércoles, 30 de marzo de 2016

Corrigiendo pruebas



   Me escribió un buen amigo en las redes: “Que bien suena eso de corrigiendo pruebas, me alegro mucho, seguro que estás disfrutando”. Y es que ando ya, amigos,  quemándome las pestañas en la revisión de las pruebas de imprenta de mi nueva creación. ¿Disfrutando? Sí… y no. Cuando al fin te llegan y las recibes y despliegas, sientes por supuesto un rapto de alegría salvaje. Lo que primero viviste, soñaste y perfilaste, y más tarde emborronaste y desemborronaste sobre la pantalla, empieza a adoptar hechuras de tangible realidad. Y lo tienes delante de ti ya, como sardinita acezante. Quienes además amamos los libros, su factura física de objeto palpable, a más a más. Sí, tienen las pruebas mucho de ecografía avanzada de tu criatura, y como en ellas, puedes ver el palpitar y el colear ya de ese embrión, el azulado mar en que plácidamente sobrenada a la vez que te pide paso a través del cordón umbilical que a él te une...

   
   Aquí, si lo pinchas, el vídeo con Alfredo Urdaci valorando en su Telediario mi obra: “Son las historias de Armando, un cuarentón al que le ponen la maleta en la puerta de casa y tiene que recorrer de nuevo el camino de lo sentimental. Descubre que es un minusválido del sentimiento, un hombre al que todo le sale mal, un paria del afecto, un hombre patético al que todo le sale al revés. En lo que le pasa hay también una gran carga de ironía y de crítica hacia el mercado de los sentimientos, hasta el punto que uno acaba sintiendo una piedad desternillante por este antihéroe que tiene en estos relatos una voz auténtica. Se van a reír hasta llorar con este libro, llorar de piedad por este hombre perdido, este bobo con ínfulas”. 
"Disfruté mucho con las Historias. Sigue escribiendo", me dijo Urdaci también.

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josemp1961@yahoo.es  Es muy sencillo. 10 E por correo ordinario a la dirección de España que me digas, no tiene por qué ser la de tu domicilio, la de cualquier local público que conozcas, el que sea.

   


martes, 29 de marzo de 2016

Pedroche y la Izquierda, o sea, el Bien





    De su boquita perecedera ha soltado la Maja de la Sexta en una interviú una de esas frases que piden la eternidad del mármol:
   Ser de izquierdas significa querer el bien para todo el mundo”.
     Apoteosis de la gansada naif, por supuesto, pues ni siquiera se okupa en señalar, en estos tiempos de la deliberada Política del Odio ultraizquierdista, a los cuatro Malos Malísimos culpables de todo, y máxima mínima que quizás debería la cadena en que labora esta Maja pensante acoger como sobreimpresión continua en la pantalla, para que el PP vaya y les felicite.
     En su burda simplicidad, la genialidad de la Maja quintaesencia a la perfección –meollo del cogollo del repollo- el obsesivo similiquitruqui en que basa la troupe izquierdista su ascendencia sobre el inconsciente colectivo de la mayoría, es decir, sobre el modo con el que aparentemente de forma natural la gente piensa luego la Política, especialmente entre los apolíticos, entre quien la sigue de lejos, en fin, entre la gente de la cultura.
   Quieren el Bien… porque son el Bien, claro, se deduce automáticamente de ese dechado lógico-filosófico, pues qué mala persona, a ver, querría el mal para todos. La significativa definición, latente siempre en el discurso izquierdista, a modo de mágico talismán te coloca automáticamente en el bando de los justos y de los mansos de corazón, es decir, te concede, con independencia de tus actos y de tu real status, bula de automática bonhomía, viático ideal de la vida y de la muerte –pues se aseguran así una posteridad bárbara en el alma del Pueblo por siempre jamás-, sobre todo para progres acomodados, fetiche éste que les permite el gozoso solipsismo de la verdadera élite en que consisten.

   Así es que… ¿reproches a la Pedroche? , ¿qué decirle a la Maja pensante de la Sexta? Pues que olé, venga, di tú que sí, maja, con un par, que no decaiga la eterna melopea de la más guay autoconciencia en que sobrenadáis, amnióticos embriones del Bien, encantados de haberos conocido en medio de este mundo tan cruel que sin vosotros es que sería inhumano, indigno e innoble.  


 RESUMEN DE “LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS”

   Me preguntaban ayer, “bueno, vale, ¿pero tu libro de qué va?”. Me hubiera gustado contestar lo de Woody Allen a propósito de “Guerra y Paz”: “Va de Rusia”. Decirle yo: “Va de las ilusiones”. Pero al escritor sin Nombre ni Contactos, esos lujos le están vedados. Tuve entonces que pensarlo.  
   Mi libro cuenta la historia de un cuarentón al que su mujer, que ha encontrado otro más alto, más fuerte y más guapo que él, le señala la puerta de salida de casa. Descubre entonces de golpe su minusvalía emocional: un paria en la tierra de los afectos. De cuanto le ocurre después, cuando ha de salir al mundo, que le es ancho y ajeno, para superar su zozobra, para engañar a su desconcierto. De lo duro que se le hace ese aprendizaje elemental de la supervivencia afectiva. De cómo hallará en la propia escritura, y en los humorísticos y sentimentales encuentros y desencuentros de la realidad, a trancas y barrancas, la brújula que le permita hallar al cabo su lugar al sol,  una imagen aceptable de sí mismo, y levantar así el muro de la obturación interna que le impide ver la belleza y el propio absurdo del mundo y de la vida, que es lo único que tenemos. De eso, de esas ínfulas buenas trata mi libro.

Pídemelas en josemp1961@yahoo.es    .  Precio: 10 euros por correo ordinario. Por correo certificado, 15 euros. No hace falta que me des tus datos. También lo envío a cualquier lugar público –no sé, una cafetería, tu banco, un local amigo-.

lunes, 28 de marzo de 2016

Defender la Belleza, la Alegría y la Derecha muda

     


   Cuando se ponen cursilongos ya es que se salen. Titulaba y titilaba P Ig su reciente –a la manera de su Santo homónimo a los Corintios- Carta a los Círculos con un, a fuer de sonrojante, maoísta Defender la Belleza. Ahí es nada: un confeso devoto del comunismo, que como Castoriadis sabía bien consiste sobre todo en la fealdad,  haciéndose pasar por el Paladín de lo Bello, para de matute colar su rejón a Errejón. De Lenin a Mao y tiro porque voy sobrao. Se lee allí esta miel sobre la hiel: “Nuestros adversarios no soportan esa belleza. No soportan que nos emocionemos. No soportan que nuestras sonrisas, nuestros besos y nuestros abrazos sean de verdad. Esa es la gran diferencia de Podemos: nuestro brillo… la Belleza de lo que estamos construyendo. Defendamos esa belleza por encima de todo… Os quiero. La cuestión de fondo, patético delirio de gurú de secta al margen, es movilizar emocionalmente a los suyos.
     ¿Defender la Belleza, ha dicho? Defender la Alegría, canturreaban vibrantes como aplicados pioneros hace poco los millonetis de la Ceja en pro de Zp, ese hombre. Se copietean, vía Benedetti, unos a otros, claro. También los ilustres prozetapés –Bosé, Serrat, Sabina, Victor y Ana, Boris, Concha Velasco- buscaban así hacer masa y fortalecer los vínculos afectivos del personal partidario. Defender la alegría frente a los adversarios, caracterizados en su temazo como los miserables y las escopetas.

    Defender la Belleza, Defender la Alegría… la vida sigue igual: la Izquierda se apropia de las palabras bonitas, y se disfraza como si sobre sus augustas personas esas mismas palabras se hicieran carne. Mientras tanto, la Derecha, a fuer de balbuceante, parece mudita. Ni sus Líderes ni sus bases creen en las palabras. Desconocen su importancia. Se complacen en ignorarlas, en despreciarlas, en rechazarlas. Una pena. A menudo en su estilo de fondo recuerda Rajoy al genial Bartleby de Melville y su legendario… Preferiría no hacerlo.




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domingo, 27 de marzo de 2016

Me gusta vivir así, qui pasa

   


   Siempre que puedo me gusta vivir así, leyendo y escribiendo, escribiendo y leyendo, como hacía de niño, de niño raro, ya, atrapado en esa aventura interior que adensa dentro de mi esmirriado pecho mil y un mundos submarinos, y aunque vivir así de esta manera, leyendo y escribiendo, escribiendo y leyendo, con algo de niño extraviado y sin juegos sobre la chola, me otorgue una falsa leyenda (urbana) de aburrido terrícola, no te la creas, amiga, amigo, va en mí la procesión por dentro y también hacia el interior yo soy una fiera, también yo soy una feria. Y anda, mira, toma, chunga,  pa que veas, mí gustar mucho, Gracia Montes, una folklórica, vale, pero que diríase que atesorara una cristalería de Bohemia en la laringe, y que le extrajera ella una vibración incomparable, más el mensaje, que es masaje, qui pasa.




   Primavera ya, amigo/a. ¿Agradeces el blog? ¿Lo valoras? Pues tengo escrito además un libro precioso.  Pídemelo en  josemp1961@yahoo.es     y te lo dedicaré personalmente. 
No hace falta que me des tus datos. También lo envío a cualquier lugar público –no sé, una cafetería, tu banco, un local amigo-.
Precio por correo ordinario: 10 euros. Precio por correo certificado: 15 euros.)
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen, análisis y UN CAPÍTULO de la obra en estos enlaces)
UN CAPÍTULO:
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas.


sábado, 26 de marzo de 2016

Los refugiados, el neonazi, el accidente, los ángeles sobre Hesse

    


   Quién será el genio guasón que desde las alturas mueve las vidas de las personas, qué sabemos de nada, qué sabemos de nadie. Los hechos están ahí: puede fingirse, según interese a nuestras ideas, no verlos, pero ahí están. Como un edificante relato de Navidad que se nos hubiera quedado descolgado sólo que real, como los dos ángeles buenos de Wenders en su Cielo sobre Berlín, sólo que de carne y hueso en Hesse, refugiados sirios para más inri.  
     Los hechos, los hechos: El propio Partido Nacional Democrático, de corte neonazi, que suele bramar contra la masiva llegada de refugiados, lo ha reconocido: “La verdad es que actuaron muy bien, fue un comportamiento muy humano y que valoramos”. Uno de sus líderes en Hesse conduce su coche por una carretera secundaria. De pronto pierde el control del mismo y se estampa contra un árbol, resultando gravemente herido en el envite (ha necesitado hospitalización). Dos refugiados sirios que por allí deambulan de inmediato lo auxilian: sorteando el aprisionamiento del cuerpo entre la carrocería espachurrada, con suma precaución le extraen del vehículo, someramente le socorren, ellos mismos llaman a la ambulancia.
    Las preguntas, las preguntas: una vez digerida la experiencia, ¿se habrá modificado algo en el fuero íntimo del candidato neonazi afectado? ¿Alguna certidumbre habrá notado por dentro quebrándosele?  ¿Son conscientes los miembros de ese partido, lo somos todos, unos y otros, sin tratar de sacar el más mínimo provecho demagógico de las mismas, del valor y de la trascendencia de sus propias palabras ahora: un comportamiento humano que valoramos, lo somos?

    


  
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viernes, 25 de marzo de 2016

Tango y tongo de Obama

     



   Como si de alguna manera quisiera el inconsciente colectivo revelar su verdad, nada más homenajear a los Castrones -57 años ya de Tiranía, que se dicen pronto; le faltó a Obama hacerse una fotico dándole a Fidelón el yogurcico-, le programaron un tango al Norteamericano Presidente. Querían borrar los cerebros obamitas con la mora de una nueva imagen la mancha anterior, pero su fundido, sólo alcanzó a realzar la precedente, estúpidos. Allá que se lanzó Barack. No pareció al efecto un pato cojo en absoluto. Le pusieron de partenaire a una bella tanguista porteña, pero en realidad –ese lenguaje de la verdad con que a veces a destiempo habla lo estrambótico, un presi de USA marcándose un tango- con quien acababa de bailar amarteladito su penúltimo tango lucía bigotes de mofeta y por nombre llevaba carcelero Raúl Castro. Así lo anunciaba la tremenda imagen de Castro levantándole el brazo fláccido de la ley a un Obama que se dejaba, que se dejaba. ¡Qué soltura en el mutuo entrometerse la pierna! No existen presos políticos en Cuba, se contoneó desafiante el Gran Hermano, y benévolo le siguió el achuchón el cantor de jazz, qué flash. Tango y tongo de Obama en La Habana, que si el siglo XX es un despliegue de maldad insolente, el XXI también promete, ahí tenemos ya a un Presidente Norteamericano y a un Tirano Cubano revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados, oh my God, qué cambalache más apache se han mercao y se han marcao este par de… tanguistas.



      Y estoy convencido también de que, si te gusta escribir, aunque sea sin mayores pretensiones, mis HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS te servirán de inspiración y te aportarán ideas, modelos, motivos, recursos  y maneras concretas para que también tú –o a quien pudieras regalarle mi obra- te atrevas a emprender la aventura de escribir un libro.
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jueves, 24 de marzo de 2016

Pablo Iglesias, Besteiro ahora... la Caverna de Platón contra el PSOE

   


   Teníamos a Pablo Iglesias. Ahora Besteiro, el corruto Secretario General de los socialistas gallegos. Nombre famosos, a más a más, sagrados nombres de los mayores Santones de la historia del socialismo español, una formidable maldición de nomenklaturas mal reencarnadas parece desatarse contra el PSOE, para hitchcockiano vértigo de sus Líderes. Desasosegante presencias fantasmáticas, desde luego. ¿Entonces? Para mí que va a ser, tanta matraca con la caverna, lo de Platón en El Mito de la Caverna: la realidad son sólo sucesivas y degeneradas copias del Ideal. Y tal y tal. Pedroooooooo … estos tíos arrastran cadenas. Y estás tú, de patético mendicante ahora ante… ¡Tsipras el Falso!, que vendría a ser un Pericles degenerado de hogaño, como para darles una vuelta de tuerca, sí.  




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miércoles, 23 de marzo de 2016

Reí, lloré, lloré, reí... y decidí


"Escribir en España es llorar... y reír, reír y llorar" (y 4ª parte)
   ... Pero ya lo que acabó de matarme a llantos y a risas, querido Larra, fue cuando, brujuleando por la web de la muy trapisonda Editorial, hallé publicitado el agradecimiento de uno de sus autores, que aseguraba lo importante que para él había sido que el Señor Editor de su mano le escribiera las palabras inolvidables… con la frescura que aporta todo autor en ciernes he de reconocer que la experiencia de la lectura ha sido muy agradable”. ¡¡El mismito cliché de chicle que a mí me había cortapegado!! Reí, lloré… lloré, reí… y decidí:

    Gracias, pero NO. Tengo otro buen libro terminado. Arriesgo mis dineros de nuevo y punto pelota. No necesito que una editorial trujimana me dé el sacramento de la Confirmación como Escritor. Sí necesito, por supuesto, personas o editoriales que valoren mi obra y me ayuden a difundirla, aunque entiendo lo peliagudo del asunto. ¿Entonces? Vuelvo a autoeditarme y hasta dónde llegue en las redes, ya está. Ea, que en mi fracaso mando yo. Además, que –gracias a los amigos verdaderos que en las redes sociales he conocido- ya NO me siento un fracasatis, qué carajo. Y yo creo, querido Larra, que tú me entiendes, ¿a que sí?



LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS  
   A Armando, un cuarentón de clase media, un buen día su mujer le señala la puerta de salida de casa. Ella ha encontrado a otro más alto, más fuerte y más guapo que él. “Aprende a quererte y los demás te querrán”, le sentencia. Descubre entonces Armando, de golpe, su minusvalía emocional: un paria en la tierra de los afectos. Ha de salir y abrirse al mundo, a un mundo que, por temperamento, le es ancho y ajeno. Cómo superar su desconcierto, cómo sobrellevar esa zozobra, cómo suturar la herida… cómo aprender a re-armarse como persona. En las asombrosas peripecias humorísticas, librescas y sentimentales que le suceden -discotecas dudosas, fatales mujeres, rollizas peluqueras, un sofá misterioso y abrazador, un buzón en el que ya no figura tu nombre, el fiasco de una noche de verano, una chinita que hace como que toca el violonchelo en el metro, una niña que juega en el patio a la rayuela mientras otro niño la observa tras las cortinas, las Navidades agridulces, risas y humo, ginebra y música, un amigo fiel, una mujer bella y propagandista, los malentendidos en que consiste a veces la existencia, alguien del pasado que reaparece para bien y para mal, el lío de un sms enviado por error, una Venecia imaginaria, un vikingo fenomenal, la memoria de la emigración, un juego de dardos al límite, un padre y un hijo paseantes y ofuscados, un ascensor y una comunidad de vecinos estrafalarios, un cumpleaños insólito cantando a lo Sabina entre polacos… En todo ese cúmulo de emocionantes encuentros y desencuentros… ¿hallará siquiera a medias Armando su lugar al sol?
10 euros por correo ordinario en España. 15 euros por correo certificado. Personalmente dedicadas. Pídelas en  josemp1961@yahoo.es
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martes, 22 de marzo de 2016

El Contrato, el trato: llorar y reír

  


"Escribir en España es llorar... y reír, reír y llorar" (3ª parte)
   ...Y pocos días después, en efecto, llegó el Contrato. Y con el Contrato, con sus cláusulas oclusivas, llegó la desilusión no, lo que le sigue: el abatimiento. A ver, que entiende uno de sobra que el negocio del libro está como está, peor que mal, fatal, salvo para cuatro. Que bastante tienen las pequeñas editoriales, y sus heroicos emprendedores, con lograr sobrevivir. Brujuleé un poco en el internete sobre aquesta editorial: uff, siempre hay en todo opiniones divididas, pero, demasiadas quejas de incumplimientos en boca de autores como yo, qué miedito. Con todo, si alguien de la Editorial se hubiera comunicado directamente conmigo y me hubiese convencido de que de verdad apreciaban y apostaban mi obra, mi humilde favor le habría sido otorgado. Nada de eso. Más, mucho más que el Contrato anhelaba yo, ay, el trato.
    Y es que pareciera ésta una editorial salida de las mejores páginas de la, aunque mellada, aúrea novela picaresca: publican a troche moche en tiradas mínimas, a fuer de mínimas, mininas; apenas proyectan y difunden las obras, acaso porque no les sea posible, y vuelcan el grueso de su estrategia en el glorioso Día D de la Presentación del libro: se trata de conseguir que el autor chantajee emocionalmente a toda su lista de amigos, conocidos, primos, cuñados, asimilados, vecinos y toda la parentela que acarrear pueda al evento, pues te editarán tantos ejemplares… ¡cuantos puedas ese día colocar tú a los íntimos tuyos!  El precio del libro, muy elevado por supuesto, como si fueras ya tú Millás, for example -sin sus adelantos, claro, hasta ahí podía llegar la Igualdad- lo fijan ellos, y tu porcentaje –el diezmo habitual, eso sí- te lo pagan… ¡en ejemplares!… para que se los coloques a esos otros tuyos que no pudieron asistir al Evento.  Si después del Día D vendes algún ejemplar es, como en las películas, pura coincidencia, y a mayor gloria suya, ya me dirás.

    Deduje que con esos poquis a poquis obtenidos en las Presentaciones de la Obra va la pícara Editorial como puede subsistiendo. Claro, sobre todo venden la ilusión a personas deseosas de ver publicado lo suyo por investirles como Escritores, como escritores de verdad. Ya no eres tú, pobre pelanas sin Padrino, el que, férreamente convencido del valor de lo que haces,  autoeditas tu obra; es una instancia social objetiva y especializada la que sanciona tu indudable pertenencia al gremio profesional de los escritores. Oh, la emoción de esa Oficial Presentación. ¡Eres un escritor! ¿Cómo diablos van a negarse tus más íntimos a echarte ese cable inicial? Entonces... CONTINUARÁ Y TERMINARÁ MAÑANA, PACIENTE AMIGO.



LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS  
   A Armando, un cuarentón de clase media, un buen día su mujer le señala la puerta de salida de casa. Ella ha encontrado a otro más alto, más fuerte y más guapo que él. “Aprende a quererte y los demás te querrán”, le sentencia. Descubre entonces Armando, de golpe, su minusvalía emocional: un paria en la tierra de los afectos. Ha de salir y abrirse al mundo, a un mundo que, por temperamento, le es ancho y ajeno. Cómo superar su desconcierto, cómo sobrellevar esa zozobra, cómo suturar la herida… cómo aprender a re-armarse como persona. En las asombrosas peripecias humorísticas, librescas y sentimentales que le suceden -discotecas dudosas, fatales mujeres, rollizas peluqueras, un sofá misterioso y abrazador, un buzón en el que ya no figura tu nombre, el fiasco de una noche de verano, una chinita que hace como que toca el violonchelo en el metro, una niña que juega en el patio a la rayuela mientras otro niño la observa tras las cortinas, las Navidades agridulces, risas y humo, ginebra y música, un amigo fiel, una mujer bella y propagandista, los malentendidos en que consiste a veces la existencia, alguien del pasado que reaparece para bien y para mal, el lío de un sms enviado por error, una Venecia imaginaria, un vikingo fenomenal, la memoria de la emigración, un juego de dardos al límite, un padre y un hijo paseantes y ofuscados, un ascensor y una comunidad de vecinos estrafalarios, un cumpleaños insólito cantando a lo Sabina entre polacos… En todo ese cúmulo de emocionantes encuentros y desencuentros… ¿hallará siquiera a medias Armando su lugar al sol?
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lunes, 21 de marzo de 2016

Con la frescura que aporta todo autor en ciernes




   "Escribir en España es llorar... y reír, reír y llorar" (2ª parte)
   
   ...Venía luego, por espacio de dos folios y bajo el título de “Argumento”, un sucinto resumen de cada uno de mis relatos, quizás para demostrarme que los había de verdad leído, aunque en alguno de ellos lo que precisamente demostraba era que, o es que los había leído demasiado rápido, o es que no los había entendido del todo. Bueno, bueno, aún quedaba más carta, a ver, a ver.
       A continuación lo fetén, el “Análisis literario”, en el que, además de señalarme una docena de erratas tipográficas, gracias, sólo para mis oídos establecía: “Este libro está estructurado en relatos cortos con el amor como nexo de unión. A partir de los mismos, aunque por separado, se desgranan adecuadamente las tramas, que gracias al tema en común consigue cierta uniformidad en el conjunto del libro… Bien, bien, me dije, empezamos bien, algo es algo. Exponía luego en seis párrafos las técnicas narrativas, y su distinta combinatoria, por mí empleadas. Leí, entre otras cosas. allí: “narrativa, diálogo, descripción, con las que consigue que el lector utilice todos los sentidos para dar forma, en su imaginación, a las diferentes escenas, compartiendo así con los personajes sus sensaciones y sus sentimientos… el lenguaje utilizado en las descripciones es culto, claro y directo… utiliza en ocasiones un lenguaje común, usando palabras malsonantes, anglicismos o jerga coloquial. Todo ello aporta cercanía a las historias (¡Sí, sí!, eso es, exclamé para mis adentros).

   Y a modo de colofón, “Finalmente, a modo de valoración personal, me gustaría destacar que esta obra no es difícil de leer (¡debe eso ahora ser la leche!, recelé), con relatos cortos y personajes muy diferentes unidos todos por la inquietud de algún tipo de amor. Su lectura es recomendable para cualquier tipo de lector mayor de edad, aunque tendrá mejor acogida entre un público de mediana edad. Con la frescura que aporta todo autor en ciernes he de reconocer que la experiencia de la lectura ha sido muy agradable. Mi más grata enhorabuena”. Eso ponía allí, y aunque no fuera el Ditirambo del Fin del mundo, paréceme a mí, -¿o eran sólo frases de repertorio?-, que el que todo un Señor Editor se molestara en, por causa de la lectura de mi texto, expresarse así, era una muy grata cosa que me llenaba de ilusión… y que hasta me reconciliaba con la Creación entera. ¡Bien! A menos que… espera, espera, una sabia voz interior insistíame en no bambolear del todo aún las campanas. “Te informaremos de todos los pasos a seguir para comenzar, en su caso, a trabajar con el libro. Un cordial saludo”. Me informarían, me informarían. Di un doble salto mortal, sin tirabuzón esta vez, al lado de mi mesa de trabajo… y así quedó la cuestión por el momento. Espera, espera…  CONTINUARÁ MAÑANA


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domingo, 20 de marzo de 2016

Escribir en España es llorar... y reír, reír y llorar

   


   Sí, Larra, sí, déjame que te cuente, Maestro, y me dirás luego si es que no es así. Un día, hará de ello un par de meses, me llegó al correo electrónico la carta de una Editorial. Era una de las doce editoriales que sin piedad ningunearon –ni sí, ni no, ni fú ni fá, nada, absoluto vacío- mis Historias de un bobo con ínfulas: queeee… habían cambiado el sistema de admisión de originales y, que si quería enviarles algo, con sumo gusto lo valorarían. Habrían escrito lo mismo, seguro, a los miles de infulados indocumentados que como yo les enviamos una vez nuestros manuscritos, y que por el fondo de algún registro de datos les aparecíamos ahora. Me dije, total, tengo una nueva obra, nada tengo que perder y, oyes, es todo un detalle que, siquiera estadísticamente, se acuerden de uno. Así es que, unos días después, allá que les hice mi envío.
   Transcurrió algo más de un mes hasta que obtuve respuesta. “Estimado Jose Antonio”, me decían desde una abstracta Coordinación Editorial, “Tengo el placer de comunicarme contigo en referencia al manuscrito que nos enviaste para su valoración. Te adjunto la respuesta del editor. Mi más sincera enhorabuena. Un saludo”. ¿Placer? ¿Su más sincera enhorabuena? Pero aquello sólo podía significar que… ¡Yújuuu!, volando que me fui cual Camarón hasta la isla de la adjunta respuesta del editor. Vamos que nos vamos, exclamé además por lo bajini.
    La carta adjunta, en efecto la firmaba el Señor “Editor”, con mayúscula esta vez, y con su nombre expreso a continuación, que no viene al caso poner aquí. La encabezaba con un “Estimado… “, y mi nombre completo luego, lo que, falto de esa costumbre, no dejó de inflamarle más a uno las susodichas Ínfulas, esas glándulas literíparas que a mal traer me llevan. “Me dirijo a ti (mola esa familiaridad de saque, oyes) con el fin de comunicarte que estoy interesado en editar tu obra”. ¡Nunca unas palabras de amor me rejuvenecieron tanto como esta estricta comunicación empresarial! Comprenderás, creo, maese Larra, que aquí se me dispararan ya al máximo, en auténtico vendaval de fiebre, mis literarias ínfulas… aunque también, como me restaba más texto por leer y tiene uno ya en parte su incredulidad hecha úlcera crónica, en suspenso me contuve. A ver, a ver...  CONTINUARÁ MAÑANA




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sábado, 19 de marzo de 2016

Padre sin estampa



   Acaso mi padre no merezca quien le escriba. Él no es un legendario coronel sietemachos, no. Su figura nunca bailará boleros por la imaginación de Almodóvar. O claqué por la de Woody Allen. ¿Un suelto por la de Tarantino quizás? De Tarantino mejor ni hablamos. ¿Sabes?, mi padre nunca me zurró de niño. Mi padre no ha sido alcohólico, ni maníaco-depresivo, ni siquiera ludópata. Podría al menos haber sido ladrón, o un poco asesino, un simpático estafador, qué se yo. Nada de eso. Jamás se largó de casa olisqueándole las feromonas a ninguna querindonga fatal. Tampoco destrozó vajillas a lo Marlon Brando cualquier día que el tranvía no le llevara a su deseo. No, mi padre, su vida, no tiene el más mínimo interés artístico.
     Lo único que él tenía, recién casado ya, era una yegua alazana del color de la canela. De ella se servía para las fatigosas tareas agrícolas en su pueblajo segoviano. Arar, trillar, acarrear, escardar, cosechar, esas labores tan cacofónicas. Llegó un momento en que el campo apenas daba ya para comer, y Madrid era entonces una inmensa fábrica de oportunidades inciertas que tantos sueños de darse una vida mejor atraía. Un Hollywood para pueblerinos sin glamour alguno, vamos.
     Le debió dar pena tener que vender su yegua, aunque seguro que menos que la que yo ahora imagino, porque la necesidad se aviene mal con el ternurismo. Podía así comprar los cuatro trastos necesarios para meterse con su mujer y dos hijos de cuatro y dos años en una habitación con derecho a cocina de un semisótano sin luz natural cerca de la Estación del Norte. Una feroz alergia al cemento truncó el aguerrido albañil que ya apuntaba en él. En Marconi, la fábrica de relés eléctricos, la paga era una birria. ¿Qué hacer? que dijo el otro. Qué hacer para sacudirse el barro y el estigma de la miseria. Dónde descargar esas ansias atropelladas de comerse el mundo y salir adelante. No, no podía permitirse el lujo de ser rebelde, aunque sí tenía una causa.
    ¿Abrir una bodegucha? Pero, no sabías nada de aquel oficio, qué podía pasar. Pedir dinero al tío Flores con intereses de usura. Arriesgarse. Una bodega de mala muerte que sólo con el tiempo y un esfuerzo indesmayable –y el de mi madre, a su lado siempre- se convertiría en un modesto bar con cafetera y todo. Una cafetera de aquellas de brazo articulado en las que despachar un café era una prueba gimnástica. Más tarde comprar las mesas de formica, la vajilla, las cámaras frigoríficas, el televisor, que los clientes pudieran ver los toros y el boxeo allí, que no se fueran. Todo a plazos, claro.
     Abrir el bar a las seis de la mañana, no cerrarlo antes de la una de la madrugada. No librar un solo día durante más de diez años, guiados sólo por la luz del ciego anhelo de dejar atrás la pobreza. Aprendiendo a la vez, poco a poco, a mantener la clientela, a aguzar el instinto y la voluntad inquebrantable, sin apenas tiempo para descansar, sin ayuda, superando sinsabores y reveses –siempre abrían cerca bares nuevos y más modernos-, rehuyendo las fáciles tentaciones de quien nunca tuvo nada y encuentra al fin cuatro duros en el bolsillo. No parar, reformar, ampliar con el local de al lado, una barra nueva de zinc, toldos de color. Comprar por fin –delante de una montaña de letras, de las de pagar- un minúsculo piso bajo en Aluche, helador en invierno y un horno durante las noches del verano.
     Años de incertidumbre, en los que cada señor que llegaba al bar con un maletín podía ser un cobrador. ¿Podremos pagar? Aquel, de impoluta gabardina, al que hubo que dar hasta la calderilla que quedaba en la registradora. Noches de caer rendido en la cama, con hijos pequeños que dormían primero entre cajas de vino –ése fue el aroma peleón que envolvió mis sueños infantiles- o encima de una mesa, entre los alegres clientes nocturnos. Días y años de trabajar resfriado incluso, o con ojos brillantes a la vez por la fiebre y el tesón, doloridos e hinchados los dedos por los sabañones del agua fría.
    Mi padre, en fin, que nunca regaló a mi madre una sortija de diamantes el día de su aniversario. Ni podía, ni cuando ya pudo le gustaron nunca “esas bobadas”. Pero pelearon muy duro juntos, rieron y discutieron juntos, se aventuraron y se ilusionaron juntos y juntos paladearon la alegría intraducible de las recompensas conseguidas con el sudor y el afán propios, que transfiguran las meras cosas en testimonios espirituales de ese empeño. Creo que no ha habido un solo día en sus vidas que no hayan dormido juntos. Unieron sus alientos en una tarea común, que era el listón que para los dos sancionaba su valía y que les empujaba a la vez a superarse. Se han entregado la vida el uno al otro. Se diría, por ponerle un poco de falsa y manida literatura a su modesta epopeya, que el día que decidieron unir sus vidas, fue como si en efecto se soldaran el uno contra el otro, y que no hubieran dejado desde entonces de cabalgar unidos, a los lomos de aquella yegua alazana color canela de su prehistoria, infatigables y joviales, en la remontada de la escarpada ladera de la montaña de la vida.
    Y verles ahora, de viejos, a veces discutir con encono y cruzarse crueles reproches por cuenta de quién olvidó regar los geranios, o quien confundió el programa de la lavadora, o quién ha de marchar al exilio de la habitación de al lado para ver a solas su triste serial favorito, le llena a uno, he de reconocerlo, de un terror… tarantino. También puede que estas lineas  sirvan para doblegarlo.
     Pero sí, la peripecia de mi padre al cabo no encierra enjundia artística alguna. Resulta insulsa y tediosa, lo sé. No sólo la suya. También la de millones de hombres y mujeres que como él, sin apenas formación y en un ambiente hostil, pero con idéntico coraje indomable, mejoraron su suerte y la de los suyos, y mejorándose ellos, hicieron también mejor cuanto les rodeaba. Ningún creador –de esos de los que se asegura indagan como nadie en las más esenciales notas de la condición humana- compondrá con sus vidas poema, película o himno alguno. Mi padre, ya se ve, tampoco es el padre de Franz Kafka. Es sólo mi padre. 


LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS

   Porque a mi parecer un libro íntimo, no tanto porque nos revele interioridades escabrosas, sino porque sobre todo consiga con desnudez hablarnos como al oído de los paisajes esenciales del alma de quien lo escribió, es también uno de los más acabados símbolos por los que alguien ofrece al Otro –a quien físicamente no tiene delante, al que de otra forma difícilmente podría hacerlo- la propia mano. Esto soy. En estas historias –no en forma de un discurso, sino con destreza encarnadas en personajes vivos a los que les ocurren cosas, a quienes sorprenden los avatares amargos o alegres de la vida- late la urdimbre sentimental que hasta aquí me trajo.  Quiero ponerlas en común contigo. Quiero revivirlas a tu lado. Puede que te reconozcas también en ellas. Aquí tienes mi mano.
 Por correo ordinario, 10 Euros; por correo certificado, 15 Euros. Personalmente dedicado, si quieres. Pídelas en    josemp1961@yahoo.es