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jueves, 31 de julio de 2014

Messi, la pulga y el león


   Acababa el titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Gavá (Barcelona) de hacer pública su decisión de mantener la imputación de Messi y de su Padre como presuntos autores de tres delitos fiscales. El que probablemente sea el Mejor Jugador del Mundo, o quienquiera que sea su “community manager”, anotó entonces en las redes sociales la frase memorable: “Un león no se preocupa por la opinión de una oveja”.
      
   Sólo que ya la promulgación de la frase desmiente de cuajo su contenido. Es casi imposible no entenderla como una respuesta pública del crack al auto del juez, que vaya si le preocupa.  No es una frase original, sino una especie de máxima histórica que vale lo mismo para libro de auto-ayuda que para severa sentencia de malote de Juego de tronos, y que está lejanamente inspirada en otra de Alejandro Magno. Con todo, puesta bajo la firma de Leo Messi, cuyo parvo desenvolverse en público a veces parece frisar con el autismo, no deja de tener su aquel.
     
   De entrada choca ya la auto-alusión irónica que la misma despliega, pues de león habla “Leo” Messi, a cuya figura de Rey de la Selva nominal y simbólicamente se asocia: ¡la Pulga transformóse en León! Y en contraste dramático con el coronado león, la mediocre, y más bien boba, carne de rebaño, oveja. El león ruge el clamor de su imperio y la oveja bala la tontucia de su seguidismo, claro. ¿A quiénes, que no sean el juez y los que del León disienten, puede ir destinado el denigrativo ovejuno?
   
   ¿Y qué relación de iguales puede establecerse entre el triunfante león y la asustadiza oveja? Ninguna. Más bien entre el león y la oveja puede ocurrir sólo una cosa: qué aquel de un zarpazo se zampe a ésta. Con la excepción de una improbable Fuenteovejuna, eso sí. Luego, la propuesta textual elegida por Leo Messi lleva implícito un narcisismo extremo cuasi paraviolento, que trasluce una visión darwinista, estrictamente jerarquizada e implacable del medio natural y social, que por supuesto encontraríamos natural en un militarote como aquellos filonazis de las criminales Juntas Videlianas, pero que resulta chocante en el de consuno balbuciente Messi.
     
   El qué opine la oveja del proceder del león me la bufa, viene a sugerirnos Messi: el león actúa y punto, ¿viste? Puede que el Papa Francisco, compatriota suyo y Pastor por excelencia, tenga en algo que reconvenirle acerca de esa piramidal y cruel cosmovisión, no sé. Pero la pasada darwinista de Leo Messi ante el auto del Juez no desentona del todo en el marco del colectivo delirio identitario del Oasis separatista en el que brota, como  flor natural de ese mundo. Recuérdese que cuando, obligado,  Messi acudió a declarar por delito fiscal, es decir, como posible reo  de suma insolidaridad,  no faltaron centenares de hooligans que al grito estupefaciente de Pre-si-dente-Pre-si-den-te  como a un Mesías lo aclamaron.

    De manera que, encaramado a lo alto de la Roca más alta de las redes sociales, ha proferido este Rey León su imperial rugido. Hubiera preferido acaso Messi, claro, el silencio de los corderitos.




(Termina este julio, querido lector. Dime, ¿te gustó la melodía que, cual músico ambulante en la ciberesfera, desenvolví en el Mío Blog durante este mes? ¿Me crees entonces por ello merecedor de que me pidas tú mi libro? Gracias de verdad a los valientes que así lo habéis hecho, por, sin conocerme, valorar e impulsar mi trabajo y mi escritura, tan importante para mí) 

miércoles, 30 de julio de 2014

Pujol, la Luna, los juglares

    



    Decían los noticiarios el otro día que, según aseguran ahora los científicos, de no ser por la estratégica situación de la Luna entre el Sol y la Tierra sería imposible la vida humana… Sólo que esa vital “necesidad” de la Luna para los hombres ya la habían afirmado los poetastros románticos mucho antes.

     Decían los noticiarios ayer que, según aseguran los fiscales, la estratégica situación de Pujol y sus satélites durante tantos años al mando de las apoteósicas corrientes en la Generalidad les permitió “apalancarse” un Pastizal Sobrehumano… Sólo que esa bárbara rapacidad, esa megalomanía aberrante, ese tremendo delirio ya lo había puesto sobre las tablas Boadella mucho antes: Ubú President

        En su aventura equinoccial, Pujol quiso apropiarse la Luna. Los mejores juglares, con su íntima luz, con la finura de su mirada, a menudo a todos nos adelantan. Gracias, juglares.


(Posdata: la vida de Pujol es tan asombrosa que merecería, como el otro, una película con tigre evasor incluido en esa barca –el Oasis putrefacto- que sólo él manejaba: La Vida de Pu.)



LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

martes, 29 de julio de 2014

¿Y Albert Rivera? ¿Y Santi Abascal?



   Resulta más que chocante el escandaloso vacío simbólico y escénico que los partidos nuevos, y sus jóvenes líderes, no contaminados por tanto con el chapapote corruto que la funesta sombra de la Casta arroja sobre los partidos tradicionales, guardan tras las elecciones europeas. Ese clamoroso “silencio” aún más chirría por contraste con la omnipresente logorrea de los Líderes Sumos de los Filochavistas en sus cadenas favoritas de televisión, siempre a la mínima dispuestos, Iglesias y Monedero, Monedero e Iglesias, a encasquetarte el furioso mitin de campaña, que para eso de corrido se lo saben.
   
   Es como sí, Rivera, Abascal, Toni Cantó, la misma Rosa Díez, decepcionados con la pasada electoral que los Podemos les arrearon a la hora de recoger el descontento ciudadano, permaneciesen aletargados, patidifusos, hechizados ante el fantasma hiperlocuaz de Pablo Iglesias. Sólo que esa ausencia puede serles fatal, habida cuenta de la inmediata cercanía de los próximos comicios.
     
   Esa incomparecencia en el escenario público implica, por decirlo en términos futbolísticos, no sólo concederles el centro del campo para que a sus anchas campen los demagogos del indignado discurso facilongo, sino regalarles el balón –todos los balones de la actualidad- para que sean ellos sólos quienes uno tras otro se apunten todos los goles ante la parroquia indecisa. Pablo Iglesias no es que marque goles, es que a menudo recuerda al goleador uruguayo fichado por el Barsa, Luis Suárez, el mismo que en el lance es que muerde.
      
   Si precisamente una de las claves del éxito de los Podemos reside en su destreza a la hora de explotar el medio televisivo –que misteriosamente les ha mimado-, no se comprende bien como Rivera o Abascal  apenas aparecen en las decisivas pantallas, medio y canal crucial hoy en día, defendiendo con coraje sus propuestas y su limpia trayectoria. El propio Iglesias, experto en comunicación política, se ha hartado a explicar mil veces la formidable multiplicación que la influencia del discurso experimenta cuando a través de la televisión y con continuidad es transmitido.  

    
   Es en las pantallas, y en las redes sociales anexas a las mismas, que aseguran grandes audiencias en esta Era Icónica en que vivimos, donde sobre todo se libra la principal batalla ideológica, donde se obtienen el respaldo y la aprobación de los tele-espectadores. ¡Si el propio Albert Rivera así lo había demostrado en los primeros tiempos de su original irrupción en la escena política! Se me dirá, es que las teles no les llaman. ¡Tienen que saber cómo reclamar sobre sí la atención de los medios! Entonces, ¿a qué viene esta estruendosa desaparición de los jóvenes líderes, de la esperanza que también ellos representan, ante el debate político? ¡Lo que no sale en la tele, lamentablemente, no existe!  




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

lunes, 28 de julio de 2014

El curso en que amamos a Lydia Lozano



   
   
   Hondos arcanos del Internete, que encierran el mismo  insondable misterio de las estrellas, pues la Ciberesfera así de mágica a veces es: el pasado martes 22, ve tú a saber pur qué, de ser cierta la información que a los blogueros globeros nos proporciona Blogger,  una inusual muchedumbre desbordó de golpe la estancia de este blog, quiero creer que para leer con apasionado interés este post mío del 17-1-2011, hasta el punto de obtener ese día el muá uno de los mejores registros de visitas en estos casi cuatro años ya de dale-que-te-pego al blog.
   Lo comparto contigo lector, primero, por presumir de los tesoros que el fondo de este blog oculta, en parte también por tenerte al corriente de su trasfondo, y en parte por pura superstición de escritor fracasati que a todo se agarra, sí,  y si como se dice, dinero llama a dinero, por qué no lectores habrían de llamar a lectores, y yaque… por qué no  habrían de llamar éstos a fervientes solicitadores del mío pobre libro. Quimeras de anónimo escritor, dirás, no sin razón. Redunda además mi texto en un lance autobiográfico muy querido para mí, que también a uno mismo, Proust venido a ná, complace mucho el recrearlo. Va:

   Querida Lydia:
      Es seguro que para nada te acordarás de mí y que menos aún que nada te dirá mi nombre. “Jo-se-An-to-nio-del-po-zo, y éste quién cuyóns es”. Es lógico. Si pasamos aquella vez más de un año entre cuatro paredes juntos -aunque no revueltos, aclarémoslo de inmediato, no vaya esto por estratosférica carambola a caer en manos de la Gemio y te la líe ella parda- y ni siquiera entonces advertiste mi penosa presencia,  cómo habrías ahora, encaramada a la espiral de tu enorme éxito, ya toda una reina del periodismo y de la televisión, reparar en un blog inmundo de este inframundo, por mucho que en las estrellas ciberesféricas pretendamos los bloggeros residir. Y sin embargo, Lydia, cruzo los dedos porque una extravagante conjunción de asteroides y demás cuerpos celestes, la más fantástica que se diera nunca, hiciera posible que esta carta llegara a tus manos. Leerías entonces esto que ahora mismo estoy escribiéndote: ¿te acuerdas, Lydia, de aquella encrucijada en la que yo tanto te ayudé? He pensado que quizás estés ahora tú en condiciones de devolverme aquel favor. No hay más que verte en la pantalla, siempre dispuesta a colaborar en las más benéficas causas de los desfavorecidos por la Fortuna, o sea, para qué irse más lejos, yo mismo con mi triste mecanismo, Lydia.
     
   Sí, seguro que de sobra habrás ya caído: yo, mejor dicho, la torva sombra que me constituye, estudié contigo durante los dos primeros años de la carrera en la Complutense madrileña. La mayoría de los que entonces eran mis compañeros más cercanos han acabado de funcionarios, y cuando de Pascuas a Ramos nos juntamos en tabernones rústicos llenos de humo de Legazpi y por ahí, para ponerle algo de brillo a nuestras rutinarias existencias te rememoramos todos en muy similares términos: es que Lydia, y sus  amiguitas, es que se veía ya… Lydia era otra cosa, joder. Tendrías que ver, Lydia, cómo entonces por un momento fulguran esos mustios semblantes, como si el mismísimo pincel de Velázquez,de bruces ya en el túnel del tiempo, tuviera que venir quinientos años después a pintarnos de nuevo, contagiándonos todos un poco vicariamente de tu triunfo. Chocamos siempre los vasos de cerveza rubia bien altos en tu honor, como en la polka de la cerveza, aquella del año la polka, claro. Brindo a solas yo ahora porque sea capaz esta misiva, impropia en extensión para la ley de hierro del Internet, I know, de atraparte en los efluvios de su seducción, y que no puedas soltarte de ella hasta el mismo punto final. Me va tanto en ello. Al fin y al cabo versa la misma sobre todo de ti, de refilón de mí, de soslayo un poco de los secretos y mentiras de todos, creo.
    
     Y es que,  acaso para la clase entera, desde luego para nosotros lo eras en aquel año de gracia, en efecto, eras otra cosa, eras… el glamour personificado, que me parece que entonces ni conocíamos esa palabra. Pero al lado de nuestras pellizas que debían oler a establo, de nuestra ropa de baratillo y sin gusto, de los trasquilones de las crenchas infames que gastábamos, venga a fumar Ducados todos como condenados en algún penal del buen gusto, al lado de todo eso, tus finos jerseys policromados sobre una piel bronceada hasta en febrero, tus pantalones fruncidos con los últimos cuadros escoceses, el cascabel de tus pulseras, el ingenio de tus peinados, el elegante antifaz de tus Rayban, el aroma british de tus colonias…  todo un emblema de la sofisticación coleando en el aire de una chavala rumbosa y rubicunda que a aquella partida de pueblerinos dejaba petrificados.
     
   Y lo más: es que eras un glamour en vendaval. Flameaban el escándalo de tus risas interminables que llenaban ellas solas el aula, el dinamismo de ajetreo con que ibas y venías, ese taconeo decidido de botas caras, el tono extravagante de tu voz estruendosa –a veces, perdóname Lydia, poblada de roncos ecos de cantina-  que a menudo se rompía como una porcelana, no sé, ese crujido y ese cóctel informe de distinción y vehemencia algo truhana a aquel atajo de paletos nos resultaba irresistible.  Ibas ya como quince años delante de nosotros, que sólo empollábamos aparatosos manuales uno tras otro entre la niebla de los Ducados mientras te bastaba a tí tu estilo –éste sí en verdad ducal- para saber con nitidez abrirte ya entonces tu propio camino. Claro, te contemplábamos fascinados, pero a distancia, como intimidados por la tempestad de tu empuje. Tenías mundo y rimmel. Nosotros teníamos pueblo y algunas películas de cine.
     
   No, no te hacían falta los libros, quizás es que te los machacabas todos por las noches. Aunque debía eso en todo caso ser muy de noche en la propia noche, porque hasta nuestros sitios, como olas rompiéndose contra un archipiélago, llegaba el fragor alborotado de tus risotadas cuando muchos días les contabas ya entonces, a las compañeras que a tu lado se arremolinaban haciéndote círculo, la última disco que la misma noche anterior a las tantas habías frecuentado, y a que no sabes quién estaba allí y con quién está liado… ¡No me digas!, clamaba alguna, y su pasmo y el estrépito de tu risa eran todo uno. Ya te movías de lujo en la cosa esta de las agencias del cuore. Recuerdo que tenías un hermano de profesor en la Facul, que me daría  más tarde a mí clase, una auténtica lumbrera que se lo sabía todo de la Semiótica. Y algo en suma de icono deseado e imposible a la vez tuviste aquel año para nosotros, que eras nuestra Kim Novak particular, y podías tú, discúlpame la menudencia, Lydia, muy a gusto rivalizar con la Novak también en la turbadora firmeza de tus turgencias, tan pujantes.
    
     Bueno, pues hubo un día, Lydia, imposible que te acuerdes, claro, -cuántos años han pasado ya, por favor- hubo un día, digo, en que, como dirían los antiguos folletones, nuestros destinos más aún se entrecruzaron. Llegabas tarde al examen de Introducción a la Economía y tu sitio habitual estaba ya ocupado, así que tuviste que sentarte en cualquier lado. Sí, aquel melenas borroso y con la cara atiborrada de espinillas que apenas se movía a tu lado era yo. Dios mío, lo recuerdo ahora y todavía, por encima de las paletadas inmisericordes de tierra que nos echan encima los años, al punto me viene aquel anonadante perfume tuyo ese día. Olías a… serían violetas violentadas, no sé, en mi vida había olido yo algo con ese poderío, que más que una colonia parecía un imán, de cómo tiraba de uno hacia ti aquel olor centrifugándote a la vez el cerebro. Ostias, había que rellenar el examen y estaba yo como un bobo, con los ojos entrecerrados e inclinado hacia ti como la torre de Pisacon sonámbula intención nada más que de adherirme a ti, tal era el sortilegio diabólico de aquella fragancia. Recuerdo que paseó por allí el profesor, el mítico Sánchez-Ramos, su mostacho de morsa canosa, seguro Lydia que de él si te acuerdas, y mientras a ti te sonrió, me largó a mí un bufido que al menos me sacó de mi sopor zombie.
     
   Empecé a escribir como loco, loco por recuperar todo el tiempo perdido en el éxtasis pituitario. No es por nada, Lydia, pero la curva de Philips y la ley de los rendimientos decrecientes y la utilidad marginal del último bien consumido, todo aquello me lo sabía yo de carrerilla. Zas, cuatro folios en un pis-pás. Levanté luego la vista hacia ti. No llevabas ni medio folio escrito. Me sonreíste pícara y me hiciste una mueca de película de espías después. Empezaste a arrimar tu silla (con aquellas odiosas… manoplas, creo que se llamaban esas tablas adosadas a la derecha para escribir sobre ellas) a la mía. Reconozco que por un momento, trastornado por aquella soga de violetas esenciales alrededor de mi cuello que sólo hacia ti me tironeababa, pensé… pero Lydia, leches, si estamos en medio de un examen, cómo nos lo vamos a montar aquí y ahora, quizás luego, luego. Otra mueca tuya y ya lo entendí bien. Puse mis folios a tu vista y te dejé copiar todo. Ahhh, aquel perfume tuyo como un remolino de vértigo justo encima de mis napias, qué turgencia de curvas, qué utilidades crecientes y anti-económicas me estaban a mí entonces aguijoneando.
     
   Yo creo que el profe, Sánchez-Ramos, aunque éramos en el aula más de ochenta, toleró tu copieteo. Te le habías, con la onda desarmante de tu simpatía, ganado antes, claro. El resultado de todo aquello, lo que son las cosas ahora que las repienso, tuvo valor anticipatorio y simbólico de nuestras posteriores trayectorias. A mí, por esas cosas de Kafka que tiene la Universidad, aquel cabrón me cateó, y a ti, no podrás jamás decirme a la cara que miento, Lydia,  te aprobaría, digo yo, porque te llevó ese día a casa en el Dodge-Dar que el muy marxista gastaba por entonces. No me diste, ni entonces ni después, las gracias, Lydia, pero yo lo entiendo, que andabas siempre liadísima con no se qué inaplazables inauguraciones de antros de perdición, que eran para ti, ya se ve, trampolines de salvación. Además, que yo muy bien lo comprendí, y el vernos alguien a ti y a mí, tan disímiles, charloteando, hubiera sido como contemplar en vivo una profanación. Tampoco yo habría sabido bien qué decirte, y si hubieras llevado puesto otra vez aquel perfume, yo que sé, igual se hubiera abalanzado sobre tu espalda el Cro-magnon que entonces uno un poco era. O sea que hiciste bien. Además de esa forma es como puedo ahora cargarme de razón histórica y con justicia pedirte el favor de que al principio te hablé, el único que de verdad me mueve a escribirte esta larga carta, que con todo el alma anhelo que como sea  te llegue y que hasta aquí te tenga en vilo.
    
     Así es que, Lydia, yo me alegro mucho de tu éxito. Los lectores de mi inmundo blog saben que soy yo fan total del Sálvame, muy principal programa donde descollas tú sobremanera. Hasta el baile Chuminero  que has puesto tan de moda, que en cualquier otra quedaría indecoroso, -la otra tarde te ví en la tele bailándolo sobre un cajón en plena calle Preciados, a ver quien más es capaz de hacer eso delante de la gente y sin avisar- reviste en ti perfiles de elegancia. Te dejo ya mi son:
     
   Verás, Lydia, tengo yo escritos más de cincuenta relatos de románticas hechuras casi todos y  vagan los pobres como almas en pena por mi covacha, condenados a una cruel oscuridad. Como no tengo yo contacto alguno, las editoriales ni se dignan siquiera a contestarles algo. Soy su autor: sé que no son del todo pésimos. No quebraría su penuria tanto mi moral si no viera uno publicados a diario, es decir dados a luz con plena bendición editorial, toneladas de incalificables engendros que por libros pasan. He pensado que tú, Lydia, si levantas un teléfono, podrías bautizar los míos, aunque fuera en parroquia de barrio, y sería así menor mi pena, y las violetas violentadas de la memoria como violines estradivarius en la misma seguirían sonándome. Sálvame, te digo yo a tí ahora.
     
   Y nada más, Lydia, que esto  era cuanto quería yo transmitirte. Que te dure de verdad el éxito y consigas tú también muy pronto un Ondas. Que sobre todo seas tú feliz. Oye, y un abrazo, de parte de este indocumentado que una vez estudió a tu vera. Tuyo siempre, José Antonio del Pozo.  





LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

                              

sábado, 26 de julio de 2014

¿Son los blogs para el Verano?



   A veces, lector, ciego de rabia y de fracaso, hubiera deseado vivir en uno de esos países luteranos de las Escandinavias que no ven el sol ni en las  pinturas de Van Gogh. No puede allí nadie casi salir a la calle en todo el año y enciérranse así en sus casas todos como suecos venga a leerse unos a otros los blogs, y cuanto más malditos y anónimos con más ardor leídos en la penumbra de esos cuartos todavía. El blog de Van Gogh le pondría yo al mío, sin llegar como aquél a cortarme la oreja, que mi chaladura mediocre no es ni por asomo la genial del pintor de los girasoles. Mejor cortarle las dos al asesino de Oslo.
     
   En los países meridionales del hemisferio Norte, like Spain, durante las cuatro quintas partes del año el astro rey  derrama, como providencial maná que otorgara la vida misma, sus rayos hechiceros sobre la ciudadanía, absorbiéndoles por completo el seso. Son ellos súbditos del Sol más que de ningún otro gobernante, y a su reclamo acuden jubilosos, atestando playas y plazas, cuadras y galpones, por muchas quemaduras en el lomo con que aquel como todo premio les pague. La tropa agarra la bicicleta y se larga eufórica a… ¡vivir la vida!, no te jode, total, si son cuatro días los que estamos por el mundo. Sobreviene así il dolce far niente, ese celestial racimo de palabras que designa el tumbotearse bajo alguna sombra para desganadamente tocarse el cimbel.
       
   ¿Cómo competir con sólo palabras contra el aluvión de imágenes sensacionales que el Sol,con el desenvolverse de las parábolas propias de su Imperio, procura?  En estas condiciones “estructurales” escribir acá es quimera de tronados. Lo dijo Larra mucho antes que yo, escribir en España es llorar. Qué será entonces escribir en un blog, ¿acaso berrear? ¿Y qué entonces, descendamos un peldaño más en la escalera de la locura, escribir en un blog… cuando el Verano, como una Revolución exultante, estalla por todos los rincones y exige inmisericorde a todos su tributo de máxima atención?
      
     Llega el Verano y el blog languidece, mengua, se viene abajo toda esa rabia nutricia suya que el resto del año le afirma, aquejado ahora de invisibles ausencias que le merman, que debilitan su impulso, como un oleaje doblemente bastardo que a nadie siquiera roza. Perfectamente inútil en su vacío. Escribe uno para cuatro, y tres de ellos se han pirado a tomar los baños.
      
      Escribir para uno mismo, me decían ayer los coleguis blogueros. Sí, y es verdad, sólo que está ya uno algo cansado del mismo onanismo del mecanismo, ¿no oyes como rechina hasta su nombre?, fatigado de asomarse uno, como la madrastra de Blancanieves, sólo y solo,  al embustero espejo de la incomparable belleza propia. Quiere uno, orate total, loco de maniatar, rivalizar con el mismo Sol, y alcanzar con el rayo de su prosa hermosa –toma castaña- la piel y hasta el alma del penúltimo bípedo implume –mejor bípeda, claro- que pulule por las postrimerías de la Patagonia.
     
     Y es que detrás de los blogs que se escriben incluso en Verano, bajo el rejón del cruel ferragosto, oh criaturas en verdad desdichadas, se agitan las hormiguitas blogueras, que incluso en este mes despiadado los manuescriben haciéndolos posibles. Puedo verles afanarse, pulsa-que-te-pulsa, dale-que-dale-, teje-que-teje el naif tapiz diario de su anónimo infortunio. ¿Acaso no soy yo uno de ellos?
     A pesar del Inmenso Vacío a su alrededor, como niños castigados a quienes la Vida cateó el resto del año, como lastimosos seres esclavizados por una extraña adicción, bloguerheridos, ahí siguen aferrados al banco de su blog, que es sólo el globo amarillo de su espuria fantasía. ¡Cuánta ternura inadvertida en ellos se agolpa!
     
     ¡Blogueros del ferragosto, hermanos ciberesféricos escribientes bajo el inclemente Estío que nos roba incluso el triste público que somos sólo nosotros mismos, juntemos nuestras manos, unamos nuestros afanes, fusionemos nuestras ilusiones achicharradas y abramos, dentro de la universal fraternidad de los blogueros, una nuestra más particular, la que vincule y suelde unos contra otros a los más desesperados entre los desesperados, hagámonos así seguidores todos de todos, hagamos crujir con el estruendo de nuestros vozarrones amplificados los dominios del Internete, sólo por ahuyentar esta cósmica soledad y luego, que salga el sol por Antequera, no te jode! 




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viernes, 25 de julio de 2014

Con las cosas de comer no se juega, Hija de Chávez

  


    Tres eran tres las hijas de Chávez, tres eran tres, todas ellas muy buenas. La vimos a una con un fajo de dólares a modo de seductor abanico de par en par bajo los negros ojos. Vimos a otra de fiestuki en fiestorro y de fiestorro en fiestuki allá en la Casona Presidencial que ni pa Bolívar querían ellas abandonar. Ahora vemos a la tercera, nada menos que presuntamente implicada en la Venezuela del racionamiento en un fenomenal escándalo de corrupción a costa de… ¡alimentos de importación! (ABC.es 11/7/2014). Las hijas de su Padre, ya se ve, continúan prolongando y amejorando la memoria y la obra de aquel excepcional libertador de la Humanidad.
     
   Al parecer, según informaciones del diario Clarín, los contactos de María Gabriela Chávez, que así se llama la moza,  en la embajada argentina en Caracas con altos directivos empresariales, resultaron decisivos para favorecer ilegítimamente a una empresa argentina bien relacionada en los cenáculos del relimpio Poder kirchneriano. De esta manera, por prodigioso arte filialchavista, la firma gaucha, que antes no tenía como objeto de su actividad productos tales, comenzó este mismo año a exportar arroz y maíz hacia Venezuela a troche moche, por miles de toneladas, y a unos sobreprecios del mercado internacional entre el 30 y el 80%. Se estima que el despilfarro para las arcas públicas venezolanas se cifra en 15 millones largos de dólares.
     
   Diputados de la oposición y la propia Cámara de industriales arroceros de Entre Ríos han demandado a la Fiscalía de Caracas la investigación de la presunta estafa, que podría ser sólo el aperitivo del gran banquete corrupto asociado a la urgente importación de alimentos con sobrecoste con que hacer frente como sea al desabastecimiento interno. 
       
   En fin, tampoco puede descartarse en el aireamiento del escándalo un ajuste de cuestas entre la propia Casta prochavista, habida cuenta de que recientemente María Gabriela llevó a cabo su puesta de largo como aspirante al Poder… entrevistándose durante tres horas con Fidel Castro, cómo no. ¡Y cómo nos lo alabó! “Tuve el honor de compartir tres horas con mi querido Fidel, Comandante de Todos los Tiempos. Juntos revivimos las experiencias y momentos que con mi amado padre compartimos… Fidel no olvida a sus amigos, lo que me llena de orgullo, sentimientos hermosos y sobre todo un inmenso compromiso”, anotó ella en las redes sociales.

      
   La llena a ella de “orgullo”, sí. Las “infantas” les dicen allí, incluso así les llama el zampabollos Maduro, que duerme como un niño, a las Hijas de Chávez. “Sentimientos hermosos”, sobre todo eso, guapa, dí tu que sí, que lo vuestro es antes que nada una inmensa compasión por el ser humano. Incluso de los alimentos, en medio de un feroz racionamiento, os lucráis, nobles almas.





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jueves, 24 de julio de 2014

Canción para Monedero (número 2 de Podemos) Poessía 71



   Va, lector, si es tu gusto, viaja al fondo del post, dale que dale al video y canta conmigo tú, anda:


Háblales de Marx, Monedero
Háblales de Marx, háblales.

Dicen que hay Caudillos fules
enceladotes con Marx
que fuiste tú el capataz
el que instruyó a los gandules…
quien les supo asesorar.

Dicen que hay Caudillos fules
enajenados con Marx.

Háblales de Marx, Monedero
diles cuatro trolas bonitas de él
desde el Gulag  no puedo yo verlo
desde el Kagebé no lo voy a entender.

Háblales de Marx, Monedero
diles dos patrañas preciosas de él
desde las chekas  pude yo intuirlo
desde los jemeres lo entiendo muy bien.

Dicen que Maduro patalea
emperradito con Marx….
no se le queda la copla…
la mollera le va a estallar…
tendrás tú que regresar.

Dicen que Maduro berrea
con los tochos de Karl Marx.

Háblales de Marx, Monedero
diles tres embustes molones de él
desde Checoslovaquia pude comprenderlo
desde el maoísmo se explica muy bien .

Háblales de Marx, Monedero
cuéntales qué bola a Chávez metiste de él
desde los Castrones no quiero defenderlo
desde el Gran Hermano ya lo vió  Orwell.

Háblales de Marx, Monedero
háblales de Marx, háblales

miércoles, 23 de julio de 2014

El-hijo-de-Maduro-en-la-Casta-está



   La murga tan plasta que dan los filochavistas patrios con la mandanga de la Casta. Como si fueran solo ellos quienes detestaran a los parásitos aprovechados del Poder. Se les señala además que sus propios presupuestos ideológicos llevan implícita una Casta –la Nomenklatura que obligatoriamente sigue a todo proceso hiperburocrático-  cien veces más numerosa y dañina que la que en los países liberal-democráticos pueda formarse, y sus Líderes se hacen los longuis, mientras sus seguidores, encaramados a la ola acrítica, hombres y mujeres de ciega fé, ignoran adrede la evidencia. ¡Es que se suceden las pruebas delante de los ojos!
     
   Tras la élite bon-vivant, a la rapiña y al gof entregado, que pisotea el Hijo de Fidel, tras los fiestorros asiáticos de la Hijas de Chávez en la Casona Presidencial, el mismo hijo de Maduro, zampabollos junior, ese artista… ya mismo se pide pista.  Vayan apuntando, insobornables hombres y mujeres del Podemos: Nicolás Ernesto, que así se llama el bala, bala que, de hermosote que está, es también bola, Nicolás por el padre padrone, y Ernesto en homenaje al Ché, ya lo ves, 23 años la oronda criatura, de curriculum desconocido, de experiencia laboral nula, que comienza ya a acumular tantos cargos, más las plusvalías anejas a los mismos, como su Padrecito, que duerme como un bebé: Director de la Escuela Nacional de Cine, Delegado al próximo Congreso Chavista, Jefe del Cuerpo de Inspectores Especiales de la Presidencia (siniestra denominación ya en sí, es decir, Comisario Político Principal con mando en plaza bajo cuyo salvoconducto se ha recorrido el país de cabo a rabo el zampabollos decidiendo vidas y haciendas según su personal capricho despótico).
   
   Pero también se habla y no se para en Venezuela de un sobrino de la esposa de Nicolás Maduro, de otro hijastro de Maduro… de una letanía de familiares cercanos al actual Presidente, nepotes chavistas, que han visto su “suerte” personal súbitamente catapultada por el Dedazo oficial, en el contexto encima de un país mayoritariamente arrojado a la criminalidad y a la miseria rampantes.

     
   Ahí tenemos, pues, la irresistible ascensión del inmaduro Madurito, ese Naranjito venido a más. ¡Y qué detalle tan entrañable el colocarle de segundo nombre al rollizo el mismo del Ché, oh, qué humanísima sensibilidad con los pobres del mundo! Si en España durante los años de la transición atronaba las universidades aquel eslogan, el-hijo-del-obrero-a-la-universidad, aunque fuera sólo por poética justicia macarra, otra manifa debería corearles a los líderes sumos de Podemos eso, que el-hijo-de-Maduro-en-la-Casta-está.





 LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

martes, 22 de julio de 2014

Pedro Sánchez, camisa blanca, ¿corazón negro?

    


   La iconografía simbólica de Pedro Sánchez en campaña ha redundado en la camisa blanca, sobre las vagas reminiscencias del joven Marlon Brando que le pululan por el rostro. Le queda bien la camisa blanca, símbolo de la pureza, sobre el apolíneo cuerpo. La misma archi-icónica camisa blanca que Brando lucía en la inolvidable “Viva Zapata” de Kazan. Le recordaríamos ahora a Pedro, si por milagro pudiera leernos, la “España, camisa blanca de mi esperanza… aquí me tienes, nadie me manda, quererte tanto me cuesta nada” de Blas de Otero.
    
   Pues con la camisa blanca en ristre se apresuró nada más llegar Sánchez al ordeno y mando votar en contra de Juncker, dando la espalda al acuerdo previo. Ordeno y mando que no aplicó, por supuesto, al PSC, en cuyo Congreso a continuación se plantó para subordinarse él a lo que Iceta tuviera a bien mandarle.
     
  Exigió allí al presidente Rajoy “que convoque ya la Comisión Constitucional, de forma inmediata, porque es imprescindible para la reforma de la Constitución, y que lo haga ya, cuanto antes”. Detente, Sánchez, detente, bala. Resulta… que el partido de la oposición, con los peores resultados electorales de su historia aún recientes, exige a un Gobierno, que cuenta con el respaldo de la mayoría absoluta de los ciudadanos, nada menos que reformar ¡pero YA! la Constitución.
     
   ¿Es acaso eso normal? ¿En qué país del mundo contemplamos algo así? ¿Qué precedentes históricos se pueden alegar? ¿Según qué lógica política se puede sostener tan acuciante requisitoria? Añadamos al cuadro general la aplastante realidad de que la airada pretensión parte de un recién llegado, que acaba de aterrizar sobre un partido enfangado entre los inacabables lodos de la suma corrupción en Andalucía, por no hablar de la “marea corruta” que acogota al sindicato “hermano”, a cuyo capitoste general se precipitó a recibir… sin nada siquiera susurrarle.

    
   Sólo se puede entonces explicar semejante dislate –cercano al de alguien necesitado de una camisa de fuerza- desde una constante de la cultura política española: la hegemonía ideológica de la izquierda y, más aún, el hipercomplejo de superioridad moral que sistemática y graciosamente se atribuye la misma. De esta manera, cuando menos respaldo ciudadano tienen, más se desgañitan exigiéndole al gobierno de la mayoría absoluta. Blanquean así, no sólo las camisas, sino también las conciencias. ¡Viva Pedro Sánchez!, claro.




LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

lunes, 21 de julio de 2014

El Bien, el Mal, las tinieblas del Ser




   Por lo demás, internarse en la desgraciadísima peripecia del caso Asunta es adentrarnos en la tenebrosa espesura de los abismos de la condición humana, tan misteriosa como aterradora a veces, en ese laberinto de espejos hipertrofiados en que a veces consiste la identidad, en esa narcisista desmesura de algunos yoes para el Bien… y para el Mal.  
     
   Cómo si no entender, sin llenarse uno de espanto, en las mismas personas, en esos padres, con estudios, con dinero, con una vida cómoda, tan extremo y antagónico, casi inconcebible, periplo moral:  desde el continuo sacrificio, la abnegación, el limpio desprendimiento, la bondad pura que asoman incontestables tras la elección de adoptar una niña china –noble acción que a todos los que NO obramos así oblicuamente nos interpela como egoístas-  hasta los confines mismos del horror que pululan en la decisión de, con las propias manos asesinándola, acabar con la vida de esa niña, después de fríamente, pormenorizadamente, durante meses, ante los propios ojos, ser capaz con premeditación, falsedad y violencia, de ir envenenándola, drogándola, como en las películas más atroces, lentamente aniquilando por dentro a esa niña tan preciosa.  El arco moral que va desde elegir ser los padres de una niña, de con amor criarla, hasta consciente y paulatinamente convertirse en sus asesinos. De ser lo mejor a ser lo peor.
       
   Y casi peor aún: tras el incalificable asesinato de esa pobre niña, de Asunta, lejos de asumir los hechos, de mostrar siquiera  una brizna de arrepentimiento hacia su salvajismo, no sé, un mínimo remordimiento al menos, con alevosa cobardía negarlos, ocultarlos, disimularlos… incluso jugar a los numeritos judiciales en el juicio, cargándose como viles rateros el uno al otro el crimen, a ver en cuánto pueden huir de esa quema que debería avergonzarles. Menos hombría en esos padres es casi imposible… y a la vez demasiado humano todo ello es.

    
   El no creernos nosotros tampoco capaces de obrar una barbaridad así, ¿acaso nos hace mejores? Ni muy buenos, ni muy malos, la mayoría, como corresponde a la humana condición, somos sólo regulares. Y en la humana condición está también esa sobredosis, esa hiperplasia narcisista de algunos yoes… para el bien y para el mal. Sí, Terencio, sí, nada de lo humano nos es ajeno… , es sólo que Asunta ya no está. 





LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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