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martes, 28 de junio de 2011

Padres, hijos, Kate Middleton, lady Di y por ahí (Relato)


      
     Tenía que ir yo mismo al centro el otro domingo a recoger al mío figlio, que se examinaba de inglés en uno de esos paraoficiales centros que su graciosa Majestad Británica tiene por todo el orbe repartidos. Bueno, no se le da al chico del todo mal, y en esta academia –por no tanto dinero- han conseguido que no aborrezca el idioma de Shakespeare y de los Sex Pistols. Le digo yo, en plan folletón decimonónico, “apenca, hijo mío, porque con el dominio del inglés… tendrás la llave del mundo en tu mano”. Me mira entonces mi hijo y se encoge de hombros. “Claro, como tú controlas tanto inglés”, me replica. Se sopla de lado el flequillo melenudo y me deja luego con la sentencia en la boca, sin decir diciéndome que le deje mucho en paz. Él quiere sobre todo aprender inglés… ¡para no sentirse del todo perdido en el Japón!, que es El Dorado que por el momento le tiene, a través de la figura interpuesta de una amiguita japonesófila con la que se habla por el Internet, algo nublada la voluntad. Quiere luego atreverse con el mismo idioma japonés, aunque comprende mi criatura que por el momento es tarea esta que excede a su capacidad, lo que no obsta para que a todas horas porfíe en los cuadernos escolares con misteriosos pictogramas en la lengua nipona, que acaso le ordene memorizar como inexcusable prueba de devoción la amiguita de los manga. ¿Qué sabemos en realidad de nuestros hijos? ¿Qué japoneses denuestos no dedicará a su padre en esos puntiagudos garabatos como recién afiladas dagas?
    
     Además de lo del inglés siempre ando yo encareciéndole a mi hijo que module sus andares, que son sus trancos por la calle, cómo decirlo, un poco deslavazados y desparramados, con algo de bamboleo gorilesco en los mismos. Ya comprenderán lo mucho que esta reconvención encabrona al mío figlio, que suele ojerizarme en estos casos con muy reconcentrada aversión. Le digo yo entonces, sin duda para mortificarle en un grado más, pero consciente a la vez de mi inexorable responsabilidad paterna, que claro, si domina ya lo básico del idioma inglés, si tiene las claves del Planeta a su alcance, es que es entonces… todo un gentlman por dentro ya casi, y que muchísimas ventajas más le esperarían, incluso en el mismísimo Imperio del Sol Naciente, si al british acento en la voz acompañara en el desenvolverse el legendario porte y la innata elegancia vertical de los hijos de la Gran Bretaña y del Corte Inglés, “pues de lo contrario, hijo mío, los japas pensarán que eres tú un impostor, y ellos, tan ceremoniales y rígidos de consuno, permanecerán impasibles en tu presencia, vamos, que no harán puto caso a las empresas que allá tú  lleves, Marco Polo mío”.   Ah, cómo le hierven de odio paterno entonces a mío figlio los suyos ojos. Le doy yo luego un cachete y cinco euros, queriendo así solucionar con gracia la afrenta, acaso cebando más la natural traca de animadversión que los hijos guardan siempre a esas adolescentes edades hacia sus padres. ¿Odiaba yo hace dos mil años al mío padre? Seguramente sí.
     Esa misma mañana se lo había yo una vez más recordado, “suerte, hijo… y camina recto, no lo olvides”. “Joooder”, me replicó él y se fue contrariado a su examen. También yo es que soy la polla records, I know. Y ahora estaba yo allí, cuatro horas later, sobre la cera de la academia junto al resto de padres, esperándole a la salida, con los dedos cruzados como un bobo y caminando medio histérico sobre esos cinco metros pacá-y-pallá, como en el patio de una cárcel, deseando que le hubiera salido bien la prueba, y que así la gracia de su graciosa Majestad, o de Kate Middleton en su defecto perfecto, desde algún rincón propicio de Buckingham Palace nos extendiera su first plácet. Y andaba yo así, con los dedos de ambas manos engarfiados, en tan poco flemática pose, cuando alguien tocó mi espalda. “Jose, tío,…no me jodas… pero qué haces tú aquí”.
    
     Por los clavos de lady Di, q.e.p.d., allí estaba ¡Edmundo! mi gran amigo de la Universidad, a quien no veía yo como poco desde hacía más de doce años. “Para un poco, tío, que parece que estás en la antesala del paritorio”, me reconvino él con amabilidad. Joder, qué alegría encontrarme allí a Edmundo. Mi gran amigo de la Facul. La de veces que a las tantas habíamos arreglado el mundo mano a mano sobre un Mini de rica cervecita, dorada como el oro puro de nuestra amistad, compartida por los antros de los bajos del madrileño Aurrerá. Hum, el aroma embriagador de aquellas noches de bohemia y de ilusión me acarició como brisa milagrosa levantada de la nada un instante el rostro.  Resulta que su niña, de la misma edad que mío figlio, exáminábase también de inglés. Ah, el sobadote kleenex del mundo volvía así por sorpresa a anudarnos a ambos en uno de sus infinitos gurruños. “Jose, cabrón, estás igual”, me dijo Ed, mirándome directo a los ojos desde su altura, como siempre hacía él. Y sin embargo, bien sabíamos los dos que no era así. Hace doce años mis hermosas greñas alteraban las fases de la Luna, que no quería Selene por nada perdérselas; ahora… mejor dejémoslo.
     Era él quien de forma asombrosa aparecía ajeno por completo a los estragos del Tiempo: espigado, bien parecido, con su rostro anguloso de galán de Hollywood, un Matt Damon de Moncloa Sur,  a la vez distinguido e imperturbable como un lord. Nos palmeamos fuerte a la altura de los hombros. Hablamos un rato: a los dos nos va… regular. Y cómo habría de irnos, si la vida es una eterna promesa que, por propia ley suya, acaba siempre en fracaso. Siempre hay una distancia irrellenable entre lo que, ingrávidos, soñamos un día y el irrestañable abofeteo de realidad que los años procuran. Al menos conservaba mi amigo, de momento, su legendaria apostura.
     
      En éstas salieron justo entonces en tropel los cachorros pequeñoburgueses que habían finalizado su pequeño juicio isabelino. Fue curioso, porque aquel grupito de treinta o cuarenta yogurines que acababan de examinarse, unidos por la argamasa de la experiencia reciente, -dos horas largas de oral y escrito examen-, se demoraban charloteando entre ellos a la puerta de la academia, sonriéndose mutuamente, componiendo sus primeros gestos adultos cara a la galería que éramos entonces sus padres,  como si se conocieran también ellos al menos desde hace una docena de años, apurando la aventura de sentirse mayores y autónomos ya, un grupo matriz en sí, y no las simples filiales de los viejorros que, al otro lado de la verja asistíamos algo atónitos, haciéndoles vagas señas de apremio, al alegre compadreo de nuestros retoños. “Míralos, y no tienen prisa, hay que ver”. 
     Qué paisaje costumbrista de un Turner urbano acabó por formarse allí: delante de la pretenciosa Academia de rosados muros recién pintados, sobre la gris acera salpicada de frondosos árboles entre los que los rayos del sol apenas podían entrometer su lanza, los unos a la sombra ya de su propia madurez, los otros refulgentes de juventud al pleno sol, los dos tan distintos grupos separados por una verja… y por mucho más. Me pareció como si entonces el Tiempo, el jodido meridiano de Greenwich percutiendo en el Big Ben, hubiérase detenido. Podría lady Di, q.e.p.d., habérsenos allí aparecido y servirnos a todos un inolvidable té, con el limón refrescante de aquella pícara sonrisa de ojos bajos.  
     “A que adivino de entre todos quién es tu niña”, me aventuré entonces a soltarle a Ed, deseoso de presumir ante mi amigo de mi enorme intuición escritora. Sobresalía del grupo una adolescente morena, muy alta y estilizada, de ojos almendrados y trazas de futura miss. Más, mucho más guapa que Kate Middleton. Giraban un poco todos sin darse cuenta alrededor de ella, como rindiéndole involuntario homenaje. Sonreía ella sin descomponer ni un instante un aplomo insólito para esa edad. “¿A qué es esa, eh, Ed, a que sí?”.  “Jose eres… mooi bueno, acertaste, capullo…” “¿A que te adivino yo ahora quién es tu hijo?”, me devolvió rápido él la estocada. “A ver, a ver, listillo”, le emplacé yo a Ed, anhelante de que mylord allí patinara y partiérase simbólicamente la crisma. Mio figlio me saca cabeza y media y gasta unas melenas sesentayocheras, de estrella del rock…japonés, así que me sentía yo ganador ya de la vaina. No se tomó Ed más de tres segundos: “el de la camiseta negra con letras japonesas, ése es”. 
     “No me jodas, Ed”, le respondí desolado, “…cómo pudiste calarle”. Pero más helado acabó por dejarme la aplastante explicación que vino después, “pero, tío, si es clavado a ti, si es que se mueve, gesticula, camina, anda igualito que tú”. “Ed, GRANDÍSIMO SON OF BITCH  POR SIEMPRE TÚ SEAS”, era todo lo que me repetía por dentro entonces, tras la radiante sonrisa de aprobación que regalaba yo a mi mejor amigo, allí felizmente reencontrado. Se deshizo al cabo el grupo de los yogurines en festín y caminaron nuestros hijos hacia donde estábamos. Observaba yo a mi hijo acercándose, sus andares arrítmicos y sin compás, un poco palurdos, reverberaban aún por entre las hojas de las acacias las notas del reciente “se mueve igual que tú” de mi amigo, y a mi hijo se le veía contento, acaso por ir al lado de una niña tan guapa y naturalmente elegante. Tuve ganas de salir corriendo a su encuentro y abrazarles, aunque es posible que la británica compostura que exhalaba el edificio fuera la que me disuadiera de hacerlo.
     
      Llegaron al fin los niños a la nuestra vera. Me sacaban a mí los tres más de medio metro. Debía parecer yo un pitufo entre gigantes. “¿Qué tal os ha ido, chavales?”, les inquirió con diplomática energía Ed. “Bien, era fácil”, dijo la niña, y  besó en el mentón a su papi. “Bien, bien, pero hasta julio no sabemos nada”, le contestó mi hijo. Nos estuvieron contando cosas del examen durante un buen rato. Se nos hacía ya tarde a todos. Nos despedimos de ellos intercambiando telefónos y prometiendo volver a vernos muy pronto.
      A solas ya con mío figlio noté yo que recobraba enseguida él su habitual adustez hacia mí. La revelación de Ed, que ahora se había posado en mi entendimiento, me había dejado también a mí hecho papilla. Pobre chaval mío, había estado yo dándole a base de bien la vara durante los últimos años y con acritud a costa de un pecado que era mío. ¿Cómo se disculpa un Padre ante su hijo sin hacer el ridículo? Caminábamos hacia el coche y existía como un metro de de insalvable distancia y de silencio entre nosotros. Sólo reducían en algo ese hueco los naturales penduleos de nuestros pasos toscos. Necesitaba pedir perdón a mi hijo. Bueno, me acordé de una escena maravillosa de “París-Texas” de Wim Wenders y, agobiado por la premura de restañar la herida abierta, decidí literalmente fusilarla. También había allí un padre deseoso de ganarse el perdón y la estima de su hijo.
     Igual que el protagonista en aquella peli, ante la sorpresa de mi hijo, crucé hacia la acera contraria y me situé justo enfrente de él. Seguíamos avanzando hacia nuestro coche aparcado. Por suerte apenas había viandantes a esas horas caniculosas. Igual que aquel prota,  adecenté cuanto pude mi indumentaria, estiré  mi osamenta y enderecé hasta el límite mi porte, como si me hubiera de golpe tragado una espada y  todo un señor caballero tory, más tieso que una vela,  con los pulgares en los bolsillos de mi inexistente chaleco, paseando su ceremonial imperturbable por la misma City yo ahora fuera. Me miraba él, desde el otro lado de la calle, con ojos alarmados. Igual que en la peli, llevando un paso más allá, hasta la farsa, la imagen acartonada del estilo victoriano y señorial, exageraba los ademanes tiesos, como uno de esos robóticos soldados del cambio de guardia del célebre palacio inglés. Quise, como en la peli, incluso caminar así de espaldas, saludar firme con el bombín que no tenía y que me viera mío figlio hacer todo serio yo el tonto, por ver si de esta manera conseguía una sonrisa suya. En vano, porque sólo de reojo seguía él mis grotescos estiramientos al otro lado de la calle, como si quisiera no del todo reconocerme.
     
      Notaba yo, mientras prolongaba in extremis el numerito, que mi repertorio estaba llegando a su fin, que no lograba nada, y qué es lo que iba a hacer luego yo. Por suerte –y esto ya no estaba en la película, en la que el padre conseguía con esta maña el aprecio de su hijo- di entonces una mala pisada que acabó con mis torpes miembros rodando por los suelos en, ésta si que sí, penosísima estampa. Ostias, mínimo un esguince, pensé retorciéndome sobre el asfalto. Un coche frenó, unas voces lejanas de alarma se levantaron, unos pájaros salieron en desbandada. Llegó entonces a donde yo yacía mi hijo, haciéndose cargo, con tranquilizadores gestos ante los transeúntes, de las riendas de la situación. Traía la cara congestionada por las risas. “Papá, qué guarrazo te has pegado, indeed you are very silly… ¿estás bien?”. 
     Bueno, no era un esguince, y podía yo caminar de sobra, pero dramaticé todavía un poco, sólo para agarrarme al brazo de mi hijo y que éste pasara el suyo por encima de mi hombro hasta alcanzar el coche. Y ya dentro del mismo, mío figlio, como si fuera  tras todo lo ocurrido ahora él mi padre, con ojos soñadores me dijo, “creo que voy a aprobar el first… oye, ¿sabes? andamos los dos un poco de puta pena, ¿eh?, eso tenemos que mejorarlo, por cierto… que…cuándo vamos a quedar otra vez con estos amigos tuyos, no veas, papá, qué inteligente es la niña”. “Ya, ya”, le contesté.  Suspiré y miré a través de mi ventanilla antes de arrancar. Sí, en ese momento el Sol, que ya no era naciente, estaba tapado por una alta torre y desde allí su imperio parecía menguar un poco. Me dolía un poco el tobillo hinchado. No sé bien por qué, pero golpeó de nuevo  mi mente en ese preciso instante de nuevo la imagen de Lady Di q.e.p.d., de su pícara sonrisa de ojos bajos.
    
         

38 comentarios:

Jose Antonio dijo...

Por desgracia Sespir ganará por goleada a Cervantes, algún día nuestros nietos tendrán que hablar castellano a escondidas pues estará muy mal visto hablarlo ante las lenguas más cultas como el catalan y el vasco.
Un abrazo

Juan Carlos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan Carlos dijo...

¡Ay! Acabas casi o sin casi de calcar situación. La diferencia es que lo mío es una chavala. Pero también anda con la preparación del first para octubre y también la regaño de vez en cuando porque encorba los hombros... hasta que hace unos días, mi hermana pequeña (siempre se puede asesinar a las hermanas pequeñas, eso sí) me dijo que porqué la reñía si yo también andaba encorvado. Menos mal que tenía la respuesta a mano: todo por la salud postural y esas cosas. Por lo demás, ¡cagontó cómo crecen y mejoran la especie...!
Salu2

Anónimo dijo...

Precioso y detallista relato que muestra más señorío que cien artículos llenos de Ciencia.

Me ha encantado y además es el reflejo de lo que sucede a cada quién.

Es inutil cargar concretas culpas de modos y formas a los hijos porque no son otra cosa que el reflejo de uno mismo, que unos lo saben y otros no.

A los 16 ó 17 años siempre se odia al padre, es regla genética.

Miguel Ángel de Móstoles dijo...

JEEEE, perdón, no es una risa cínica, es sonrisa. Lo que hay que hacer por los hijos, ¿verdad?

Yo creo que el futuro ni inglés ni leches, será el chino.

Have a nice day!

¡Un abrazo!

Rafa Hernández dijo...

Hombre para presumir de que se domina el inglés no basta hablarlo, hay que andar erguido y tieso como una vela, nada de encorvado, de lo contrario no hay nada que rascar. Saludos.

María dijo...

Sentí la muerte de Diana, y ahora al ver su imagen, me acabo de dar cuenta cómo pasa el tiempo con sus hijos tan grandes.

Saludos.

Winnie dijo...

Me ha encantado el relato de los hechos....porque ¡mira que acontecieron cosas!.....Yo ayer mismo pensaba que debería machacar mi inglés que es flojillo flojillo... Un beso (ah me ha encantado de rememoraras esa increible peli que es Paris-Texas)Otro beso

Anónimo dijo...

Quisiera recomendar a todos los padres un librito de kafka "carta al padre"...En 1549, Carlos
I y el futuro Felipe II hacen juntos un viaje por los Países Bajos, ocasión en que tampoco
hubo aprendizaje, aunque sea para entender a los súbditos. Frustrante es cuando el hijo no
supera al padre, aprovechando las circunstancias que se le brindan. Prueba de ello es que
cuando, en 1555 y en Bruselas, “papá-Rey” abdica, el retoño no se muestra a la altura: Felipe
II no puede contestar en francés a su padre y otro tiene que tomar la palabra por él. No es un
detalle, sino que la capacidad idiomática marcó dos estilos y dos ámbitos de gobernar: más
allá de leyendas (negras y de otros colores), a la luz de la actual construcción de la Unión
Europea, en parte como respuesta subcontinental a una globalización de ímpetu
norteamericano, Felipe II aparece como un simple rey transpirenaico, en cambio, como lo
señalan las publicaciones recientes, Carlos V resurge como auténtica figura de proa para la
nueva Europa.
La lengua del imperio donde nunca se pone el sol, no merece llamarse castellano que es lengua noble y discreta, no tanto como sus usuarios que por imposición tienen una neolengua que merece llamarse Nebrijano,lengua de y para esclavos lo que hoy en dia cumple la misma función el Ingles.
¿Porque Cervantes destruye a su antiheroe en la playa de la Barceloneta? La orgullosa divisa de Carlos V era en sí una audacia: fuera las barreras, las
limitaciones de la índole que sea: ¡Plus Oultre!, “más allá”, con espíritu de superación. Con
un lema opuesto al de Hércules y los antiguos que consideraban Gibraltar como un límite,
Carlos V rompe los candados mentales, hacia el oeste con América, hacia el noreste con el
Sacro Imperio Alemán. En lo idiomático igual, se encuentran aplicaciones biográficas a su
empeño:
cuando platicaba sobre la belleza de las lenguas, repetía a menudo que, según los
turcos un hombre valía tanto como lenguas sabía; de forma que si un hombre
honrado hablaba nueve o diez suertes de lenguas, sentía por él solo, el mismo
respeto que hubiera sentido por otros diez.

Elena dijo...

Precioso relato José Antonio.
Ay los hijos, he tenido que ser madre para darme cuenta de lo que han hecho por mí.
Me ha encantado.

Un abrazo.

Sevilla Opina dijo...

El C1 en inglés le exigía yo a cualquier político que quera ser concejal de ciudad o parlamentario. No habría peleas para confeccionar las listas

Herep dijo...

Buenas José Antonio

Otra gran entrada tocando el tema de la lengua...
Los que queremos las letras hispánicas, según que cosas nos duele verlas... incluso más que otras.

Un saludo, bloguero.

Merlinjoy dijo...

Muy buen relato si señor ;)

Cesar Antonio Chumbiauca dijo...

Un cuento bastante fresco. La verdad es eso de el caballero inglés es solo un mito. Pero ya Cervantes en el siglo XVI hizo que los ingleses se aprendieran el gentil castellano, tan menospreciado antes, para que puedan disfrutar del monumental Quijote.

Hasta luego

inesdecuevas dijo...

Queridos amigos, ¿cómo están?
Les invito pulsar el enlace http://inesdecuevas.blogspot.com/2011/06/premio-extensivo-periodistas-y.html
Para recoger un premio que hice extensivo a sus blogs.
Enhorabuena.
Un buen abrazo
Inés de Cuevas

La Dama Zahorí dijo...

"Y cómo habría de irnos, si la vida es una eterna promesa que, por propia ley suya, acaba siempre en fracaso. Siempre hay una distancia irrellenable entre lo que, ingrávidos, soñamos un día y el irrestañable abofeteo de realidad que los años procuran"

A ti el verano te pone estoico perdido, ¿no? Jajaja; el relato es muy bueno, me encanta cuando describes estas escenas cotidianas en barroca prosa, aunque a veces las florituras verbales me despistan.

Saludos.

Princesa115 dijo...

Ayyy los hijos!! El que no anda encorvado, va enseñando sus ropitas interiores de tan bajo que llevan los pantalones y tienen que caminar con las piernas abiertas para que estos no caigan al suelo y se líe la marimorena.
Son modas, son nuevas formas de expresión o tú no recuerdas las tuyas?
Una de cal y otra de arena con ellos, o no?

Un abrazo

César dijo...

Descuida, tu vástago progresa adecuadamente. ¿No te has fijado en qué rápidamente se percató de las capacidades que sobresalían en la chica? No creo que tengas que ir de incógnito al desfile del orgullo gay.
Y nadie de nosotros ha responsabilizado a Zapatero de los andares del niño! Que yo sepa.
No te preocupes, verás como la japonesita lo endereza!

La sonrisa de Hiperion dijo...

No estoy yo de acuerdo en eso de que Sespir ganará por goleada...

Saludos y un abrazo.

Inés de Cuevas dijo...

Don Jose Antonio, ¿cómo está?.
Con todo respeto me permito invitarlo a visitar http://inesdecuevas.blogspot.com/

Allí tengo, para su blog, el premio MÁNDALA DE LA COMUNICACIÓN 2011.
¡Enhorabuena!
Un gran abrazo
Inés de Cuevas (Venezuela)

MTeresa dijo...

Me he pasado un buen rato
leyendo tu artículo
tiene de todo,
problema generacional,
sociología,
invasión lingüista
pero sobre todas las cuestiones
está tu gracia literaria
ese ingenio con q1ue lo tratas
y el vocabulario que utilizas,
enhorabuena,
maestro

El Fugitivo dijo...

Me ha arrancado una lagrimilla, y varias sonrisas.
Ahora, amigo, atrévase a mostrarle a su cachorro la memoria literaria de esa tarde, que a nosotros nos ha ofrecído. Quizás le sorprenda (al suo figlio) esa ternura paterna. Quizás el ser humano no esté capacitado para soportar la sinceridad. ¿Chi lo sa?

Enhorabuena y salu2 amistosos.

Señor Ogro. dijo...

Don Jose Antonio, tomo nota, que los míos son todavía pequeños: 2 años y medio una, y 5 meses el otro. Espero acordarme de la lección cuando sea necesario.

Ahora, lo del tropiezo y el golpe, intentaré evitarlo.

Monica dijo...

Ya sabe José Antonio: "Quien a su padre se parece honra merece"
Precioso relato de los hechos acontecidos, me arrancó más de una sonrisa, ya que es una situación que yo también viví con mi padre. Saludos

José Antonio del Pozo dijo...

-José Antonio: y sin embargo, tocayo, el español resiste, a pesar de todo, casi es un milagro, y lo hablan mejor y lo valoran más en muchos países de América. Otro
-Juan Carlos:gracias por tu historia, tan próxima a la mía.Entendemos entonces de qué hablamos. Es verdad, a pesar de tanta maldad capitalista universal, crecen, crecen, ya lo creo. Saludos

José Antonio del Pozo dijo...

-Tellagorri: muchas gracias, me alegro que te haya gustado, sí, hay constantes universales, diríamos.
-Miguel Angel:¿jugaremos a los chinos o jugarán los chinos a occidentales? Veremos. Gracias, amigo. Igual for you too.

José Antonio del Pozo dijo...

-Rafa: es lo que yo digo, you are right. Saludos
-María: volando voy, volando vengo, el camarón del Tiempo. Saludos
-Winnie: gracias por decirme que te encantó mío relato. Es verdad, parece que nada pasa y... pasa la vida entera en una hora.Adoro esa peli.Gracias y más besos para tí, Winnie

José Antonio del Pozo dijo...

-Anónimo: fenomenal excursión histórica, entonces Carlos V über alles?, así que lo nuestro es el nebrijano, bueno también el de Lebrija a mí me gusta en lo suyo, ese quejío, don Quijote se queda muerto de ver Barcelona y entrever el Mediterráneo, sí, muy bonito lo del respeto turco por los hombres de lenguas, esa pasión turca. Gracias por su aporte.
-Elena: gracias, me alegro mucho que te haya gustado. Sí, vamos aprendiendo... cuando es tarde ya, es tardá ya cuando se nos abren los ojos. Otro para ti

José Antonio del Pozo dijo...

-Sevilla: no es mala idea, gracias
-Herep: muchas gracias, es lo que tú dices. Otro para ti
-Merlinjoy: gracias por molestarte en hacérme saber que así te parece, de verdad
-Vagoletrado: gracias, y muy bueno el apunte cervantino que pones. Chao

José Antonio del Pozo dijo...

-Inésdecuevas: muchísimas gracias, my friend
-Laurita: estoicof perdido, ciertamente, qué le vamos a hacer. Muchas gracias por tu tiempo dedicado a mí, sí, yo creo que el veneno de las florituras verbales si a mí me envenena, a muchos de los que se acercan les atosiga un poco, de nuevo... qué le vamos a hacer. Un abrazo

José Antonio del Pozo dijo...

-Princesa:tienes razón, modas generacionales para afirmarse, sí, cal y arena con ellos, buena idea.Gracias por venir
-Cesar:ahora que lo dices, tienes razón, debo relajarme un poco. Zapatero, dices, espera lo que viene. Ojalá las japonesas nos enderezasen un poco a todos. Un abrazo, amigo

José Antonio del Pozo dijo...

-Hiperion:en goleadas ultimamente ganamos los nebrijanos todos los campeonatos que nos pongan, gracias a los catalanes, claro. Otro.
-Inés de Cuevas: Bien, ¿y vos? seguro que bien.¿Un premio Mándala de la Comunicación 2011 pur muá? Muuuchas gracias, de corazón.Es un honor. Otro grande para tí

José Antonio del Pozo dijo...

-MTeresa: qué fantástico que me dedicaras un rato divertido a mi relato, a mí, que encuentres en mí gracia e ingenio. Sólo por oirtelo ya mereció la pena hacerlo. Muchas gracias, Teresa. Un abrazote
-Fugit: me emociona a mi el que haya sido yo capaz de remover en ti sentimientos y sensaciones hondas y elevadas a la vez. Una vez le enseñé un relato de los míos a mío figlio, y el muy se tomó unos segundos y me dijo, como si fuera dámasoalonsojr,...sí, pero le falta algo. Así que ya no se me ocurre volver por lana. Muchas gracias, fugit

José Antonio del Pozo dijo...

-Señor Ogro: qué padre tan joven, entonces eres señorito ogro, sí, acuérdate de evitar el golpe. Un abrazo y gracias por venir
-Mónica: gracias por ponerme esa sabia sentencia que no conocía. Gracias por parecerle precioso mi relato, ojalá fuera usted editora, bueno, no importa. Celebro si he conectado con el sentir y el vivir de muchos, es entonces cuando mejor me siento entendido si he sido capaz de llegar a esa zona vitalmente compartida. Saludos

Monica dijo...

Ya me gustaría ser editora para dar luz a sus relatos, pero por hora siento decirle que es imposible hacer realidad ese sueño tan soñado. Desde luego que ha sabido llegar a "esa zona vital compartida". Gracias a usted. Saludos

@maricruzpe dijo...

Esta bien el relato, pero yo me pregunto ¿de verdad crees que existe dialogo entre padres e hijos? ¿o es mera necesidad de coinvivencia?
Un abrazo

Anónimo dijo...

.¿Alemania, Alemania sobre todo,
sobre todo en el mundo,
así será si en la protección y la defensa? No imagino un CarlosV tan aleman y mucho menos tan español,"Ante todas cosas, habéis menester determinaros en dos cosas; la una y principal: tener siempre a Dios delante de vuestros ojos, y ofrecerle todos los trabajos y cuidados que habéis de pasar, y sacrificaros y estar muy pronto a ellos; y lo otro, creer y ser sujeto a todo buen consejo".


"No importa que no me entendáis. Que yo estoy hablando en mi lengua española, que es tan bella y noble que debería ser conocida por toda la cristiandad". Si alguien tiene cultura y ademas habla castellano ¿significa que es el Nebrijano quien produce el milagro de que se piense mejor?. ¿en la España de Cervantes se hablaban varias lenguas? ¿podemos decir lo mismo hoy?

José Antonio del Pozo dijo...

-Mónica: gracias, recomiéndeme al menos entre todos los que conoce, que llegue mi voz al ancho mundo, que algún editor de mí por pesado se apiadará. Muchos saludos
-Maricruz: hola, hola, a veces catálogo, a veces diálogo, siempre, como bien dices, necesidad de convivencia, un poco como en el Intenné, si lo piensas. Otro for you.
-Anónimo:bueno, pues avanti Carlos V y la España de Cervantes, y Lepanto y tal. Gracias