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jueves, 21 de mayo de 2015

¡S.O.S PSOE! ¡Gabilondo debe entrevistar a Gabilondo!

     


   No parece que el adusto candidato Gabilondo, con esas trazas de severo pastor presbiteriano que se gasta, desencadene a su paso espeso el furor entre las masas del Progreso. Temen por los votos, claro. Con esa alegría de la huerta que a su lado es Carmona, el abrasado, componen un muy dramático y contrastado dúo, de tintes casi circenses: el augusto y el clown. Y mira que, poniéndole a don Ángel de bobo, se lo avisó su Gran Hermano Iñaki G, jejejé, cuando la nominación, “¿qué persona inteligente querría meterse en la boca de este lobo… el manicomio socialista en Madrid?

     
   Mas don Ángel, enardecido por el Dedazo de Pedroooo,  en esa boca se metió… y ahora todas las alarmas saltan ante el escaso arrastre mediático –en este Tiempo de frikies- del envarado y sosote candidato gabilondo.  Aún están a tiempo: si Pablo Iglesias entrevista a Monedero, preparen solemne interviú de Iñaki con don Ángel, Gabilondo contra Gabilondo, y a las claras ya y contrarreloj, no bajo el mantel como aquella vez con el doncel Zetapé, revélele de una vez con truenos y estrellas, con sapos y culebras de sórdido espectáculo mediático el armagedon que cambie el signo final de la batalla en las urnas: crispación, crispación… y crispación






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martes, 24 de febrero de 2015

Entre gabilondos anda el juego

     



   Llegó Pedro, vio venir el lobo de quienes le movían ¡ya! la silla, y ¡zas!, le arreó un cantazo al primero que pasaba por allí, a Tomás, de qué vas. El lobo de momento se detuvo, claro. Carmona compungido, como esa Uma Thurman falsa que reseñábamos ayer, le dio luego a Tomás, casi de cuerpo presente, el beso de la muerte… ¡para ofrecerse en su puesto al día siguiente! El zorrete Carmona ahí se abrasó, natural. Además, que tenía Pedro medio preparado ya su candidato: Don Ángel Gabilondo, el ex –ministro zetapeico.
   
   Pero entonces, con el nombre del Hombre ya sobre la mesa, vino a terciar con áspera trompetería…  tócate los gabilondos, el hermano de Don Ángel, el gran Iñaki, el adorado Comunicador del Progreso. ¿Y qué cuento nos iría a contar Iñaki en su renombrado videoblog? Uff, casi el de los hermanos Karamazov, para ese crimen de Tomás G sin castigo.
     
   Iñaki a su hermano le prohibió caer en esa tentación: “¿Qué persona inteligente querría meter su cabeza en la boca de este lobo?”. Eso le dijo, poniéndole entonces como tonto si accedía. Iñaki G, el mismo que hace poco había pedido respeto para los Podemos, que había acudido encantado a La Tuerka a intercambiar elogios con el Líder Sumo de estos, “te agradezco, Iñaki, que sabes mirar siempre a los ojos”, hablaba ahora “del manicomio socialista en Madrid”. Bueno, el anatema de Iñaki a su hermano no era para tomárselo a broma, pues ya una vez confesara él en impresionante entrevista que “soy el mayor de nueve hermanos y ejercí mucho de sargento; les tengo zurradas unas buenas hostias al ministro y a mis otros hermanos, somos muy amigos”.
   
   Mas Don Ángel, que debía andar ya en la mermelada de esa pomada, a pesar de la interdicción de su Gran Hermano, no se arredró. Muy cuco, exigió a Pedro que le limpiara de adversarios el campo, que le librara como fuera de la ordalía de las primarias, si es que quería con la aureola de su prestigio ministerial contar, y solemnemente, como si en clave aludiera al citado elogio de Iglesias a su hermano, ante la prensa afirmó: “Miro a los ojos y afronto el desafío”
      
   Y así por el momento queda el cuento, un poco en vilo todos –no sea vayan a volar otra vez las hostias- ante el desenlace, el Gran Hermano Iñaki frente al hermano menor y ahora díscolo, presto a internarse en el manicomio socialista, hombres los dos también de Prisa, que no es cosa de risa, aunque podamos concluir por ahora que, en efecto, entre gabilondos anda el juego. Buenas noches y buena suerte, como el otro, es lo último que Iñaki a su hermano ha dicho.




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lunes, 15 de diciembre de 2014

La Noche en que Pablo Iglesias y Gabilondo parecieron los del Séptimo Sello

  


   
   (Diciembre a medias ya, lector. Hum, huele a Navidad. Regalar a un amigo/a, regalarte, regalarme mi libro. ¿Agradeces el blog? ¿Lo valoras? ¿Merece una pequeña recompensa? Necesito vender algún ejemplar más de mi libro, que es además muy bueno -creo-, para seguir escribiendo. Pídemelo. Precio por correo ordinario: 10 euros. Precio por correo certificado: 15 euros)



    Recortados hasta el torso, bañados y casi fundidos alrededor de ese negro telón tan tétrico que les envuelve, diríase en efecto que estamos ante una parodia que unos Monty Python becados hicieran de la plúmbea película de Bergman. Se estudian, se tantean, se amagan, juegan, sí, su particular partida de ajedrez. Confesará luego il cavaliere Iglesias haberse sentido “acojonado” –que no falte la vulgaridad, moneda de nuestros días- ante la presencia de Gabilondo, y le agradecerá al cabo que sabe él “mirar siempre a los ojos”. ¿De quién, excepto de un emblema de la Muerte, puede hablarse así? Faltaron sólo allí sobre la mesas las siete mudas limpias de los suicidas del 11-M, qué lástima. 
     
   Se cuentan el uno al otro, cada uno llevándose el agua a su molino, ya sabes, el Microcuento de la Noche de los sms rotos durante el 13-M: Pablo Ig y Pepe Blanco esemeseaban como locos, Gabilondo lo radiaba, Monederos las sedes cercaban… y Zp los votos se llevaba. Eso, que Aznar no se fuera de rositas… como si fuera él autor del atentado. Si entonces negaron la conspiración –fue el Pueblo, el Pueblo fue-, ahora en público se vacilan a ver quien puso más, quien puso más amor y ardor al sms manipulativo.
     
   Nos parece ahora increíble, pero tiempo después llegó incluso Gabilondo a pedir perdón (ver post 11-1-2011) por haber desatado tanta ira contra Aznar   http://elblogdejoseantoniodelpozo.blogspot.com.es/2011/01/inaki-gabilondo-yo-me-remendaba-yo-me.html  
aunque el propósito de enmienda bien poco le duró. Le oímos asimismo por lo bajini aconsejar a Zp crispación, crispación y crispación contra la Derecha española. Reclamó hace poco a los suyos Gabilondo respeto para con los Podemos, acaso prefigurándose él esta lúgubre partida que aquí les tiene –brazos cruzados frente a frente-, con algo de mutuo reconocimiento –ceños benévolos- a la vez en el envite, que también nos recuerda aquellos minimalistas y primorosos anuncios del Banco de Sabadell con el grupito ad hoc de Progres Forraos.
     
   Dimana de esta sombría partida una mutua transfusión: si Iglesias contamina a Gabilondo su inequívoco aroma asambleario, radical y anti-sistema, es decir, si le hace a Iñaki Pueblo, a cambio recibe Iglesias por ósmosis respetabilidad y ponderación de socialdemócrata forretis, o sea le hace Casta, –“la sociedad más instalada, el mundo al que pertenezco”, que Iñaki mismo dijo-, como si por esta vez el Cielo sí pudiese de la mano gabilonda tomarse por consenso… que la Casta también hizo cosas buenas, chaval.  
   
   Pero como también intuía Bergman, ocurre a la postre que la conquista del Poder, en lo que éste tiene de letal y adictivo bebedizo, es más que nada conquista de la muerte. “Y cuando el Cordero rompió el séptimo sello del rollo, hubo silencio en el cielo durante una media hora”. Ese silencio fundido en negro negrísimo –tras tantísimos sms en la Noche Oscura- es el que quieren ambos contendientes/pretendientes aquí sobre todo conjurar. Mate en tres, Iñaki.


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martes, 21 de octubre de 2014

Qué hacer con Pablo Iglesias

     


   El hitchcockiano Vértigo de los Prohombres de la socialdemocracia española ante el fantasma a lo Kim Novak de Pablo Iglesias, -de idéntico nombre al fundador de la Cosa, tiene misterio la cosa- más y más se acentúa, casi hasta el desvanecimiento preysleriano ya. Viven ellos sin vivir en sí, de tan alta vida (el cielo, el cielo) que Iglesias al oído cómplice les ronronea. Algo parecido ocurre, no creas, entre las nobles bases del Pueblo socialdemócrata español, que sentimentalmente no dejan de simpatizar con la melodía de tópicos antiliberales que de fondo despliega ante ellos el virtuoso Iglesias.
     
   Así en su videoblog el gran Gabilondo –el Hombre que susurrábale crispación, crispación al penco Zp-  denuncia “el ninguneo y el pitorreo” con los que “en la sociedad más instalada, en el mundo al que pertenezco, en el que habitualmente me muevo” se acoge a los Podemos. ¿No resulta entrañable la confesión del pecado original, el de ser Casta, progre, lo que quieras, mas Casta, del que Gabilondo parecería ante Iglesias ahora de rodillas avergonzarse?
   
   No se ve desde luego por ningún lado, entronizados y con el viento a favor esos Líderes Sumos por todas las televisiones, el menosprecio aludido, debe entonces referirse a sus próximos más próximos, y el caso es que eso a Gabilondo le parece “un error y una injusticia” que, atención atención, “no tiene mucho sentido”. ¿No parece sugerir así ladinamente Gabilondo una plausible entente cordiale con los nobles brutos de Podemos, en el supuesto de que quizás más tarde los podamos necesitar? Casualidad o no, al día siguiente, mientras en paralelo Cebrián brindaba con la Vice-Soraya a mayor gloria de la tremenda Institución que EL PAÍS es, a todo lujo le publicaban a Monedero el oportunísimo artículo publicitario sobre Podemos que aquí glosamos ayer.

    Pero a la vez también ese día, en las antípodas del guiño Gabilondo, expresando sin duda el desatado frenesí que les azota, en presencia de Felipe González y de Pedro Sánchez, Alfonso Guerra venía a tildar a los Podemos, tócate los gabilondos, de nazis. “Hay televisiones que incuban el huevo de la serpiente, porque si alguna vez tuvieran algún poder, cerrarían esas televisiones siguiendo las enseñanzas de sus maestros”. Palabra de Guerra. De la directa asimilación de Guerra a los Podemos con los nazis, sólo puede derivarse una completa oposición e incluso un duro enfrentamiento hacia esas líneas programáticas dictatoriales. Dónde, pues, el pitorreo y el ninguneo de los que habla Gabilondo.

     
     Y de ese frenético vértigo ante Iglesias, entre hipnotizados y aterrados, no salen los Jamesstewarts de la socialdemocracia española, de quienes depende nada menos que la decisiva orientación que ante la amenaza totalitaria adopte media España.  




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lunes, 16 de mayo de 2011

Una más de hostias gabilondas


    
     Dice, hablando en un mitin de su adversario popular el número dos del PSOE por Jaén, aceitunero desde luego que no, pero altivo y cafre un rato el tío, que es que es… “para matarlo a hostias”. ¿Qué clase de energúmeno venido a más se oculta tras ese esputo malamente vocalizado? ¿Qué orientación básica ante la vida revelan esos dicterios? ¿De qué está repleta esa perola que así percute? ¿ Y le aplaudiría mucho la concurrencia después de pronunciarlas? Ya le llovieron, por cierto, en el contexto de varias algaradas teledirigidas personalmente por los jerifaltes socialistas murcianos, unas cuantas bien reales hostias al consejero popular de Murcia, de cuyos autores, a pesar de las aparatosas promesas rubalcabas, nunca más se supo. No lo mataron, eso es verdad. Matarlo a hostias, que se dice pronto la barbaridad. Matar. Como diría Obama, éste tío tan trajeado y principal debería hacérselo mirar. Le habrán mandado a Siberia inmediatamente, claro, o a Lorca, a arriñonarse levantando cascotes entre la gente desolada, como los Príncipes cuando el Prestige. ¿Se acuerda ya alguien del alcalde socialista de Fago, el que apioló de dos tiros a su adversario del PP? Seguro que el PSOE y su farándula parásita tan guay no explotarían hasta la saciedad incidentes así. A los batasunos no les dedican, desde luego, lindezas tales.
    
     En su día, oh tiempos, ya el histórico Guillermo Galeote, airadísimo, en la misma sede de la soberanía nacional, a cuenta del escándalo Flick, después de espetarle aquello de “nazi corrupto” a Verstringe –en la izquierda comunista hoy éste, tomemos nota del nota- dejó caer a voces con aires de sheriff entre sus señorías la inapelable urgencia de empezar a “repartir por aquí unas cuantas hostias”. Se ve que son a los socialistas las hostias gabilondas –que Gabilondo dixit repartir a tutti plén entre sus hermanos de pequeño- lo que las magdalenas a Proust, el dulce objeto añorado en perenne evocación. Que los niños chinos dirán PAZ en cuanto en español se sueltan, según nos informó Zetapé,  pero a los socialistas españoles son las hostias lo que primero a las mientes se les vienen cuando de arrancar votos se trata.
    
     Claro, cuando los responsables públicos –por no hablar del lenguaje prostibulario de las celebrities progres- se despachan de esa guisa, -esplendor del Reinado y Política de la Mugre, you know, y en parecido saco meto yo al candidato ese del PP que en el feisbu mandó a Zapatero a Auschwitz, aunque se ha disculpado luego, o el de IU que deseó la muerte a Esperanza Aguirre, y que luego dimitió, salvo que el pieza de Jaén ni de Blas, ha dicho además que no piensa disculparse, y encima, la alcaldesa de Jaén incluso le ha “comprendido” y hablamos aquí, no de una lejano lider opuesto,  sino de tu directo competidor, con quien luego deberás a diario hablar, convenir, discrepar- es cuando más, creo yo, que las hormiguitas blogueras debemos esforzarnos por huir de los exabruptos. Aunque para muy poco sirva.    
    
     No somos como ellos. Eso es todo. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, decía Wittgenstein. Sería tan edificante que les dieran lecciones de ser y de estar en el mundo las hormigas, las hormiguitas bellacas, a los buitres carroñeros de los altos vuelos del Poder disfrazados siempre de filántropos. Que fueran las menestrales hormiguitas blogueras las que tuvieran que recordarle a los capitostes socialistas, precisamente a ellos, la frase de Marx según la que el lenguaje revela la cultura y los valores de una sociedad, de su clase dominante, de esa Casta, y lo que dejó escrito Freud sobre el lenguaje y la proyección a su través de las más reprimidas pulsiones reptilianas. Y en éstas llegó Peces Barba, tan gentil él, repartiendo de las suyas,… para comérselo mañana mismo a besos, vamos.

domingo, 24 de abril de 2011

De cómo la Milá le toquetea los gabilondos a un paje

    
     Entregábanle a la gran Mujer del periodismo hispánico otro Premio. El Premio Limón, qué marrón, asignado a la Gran Hermana que, en inmejorable signo de los Tiempos de la Mugre, habíale tomado el relevo televisivo al mítico Gabilondo, dispuesto ahora él, tócanos Iñaki otra vez los gabilondos, nada menos que incluso a votar a Rajoy. Puede que Milá le palpe también en la próxima entrega de su grandioso programa a Rajoy los dídimos, que le escrute las bolas a don Mariano bajo los focos en prime time, tan metido que anda ahora el hombre entre interminables piernas rubias del Sálvame telecinquiano, que mucho deben turbar y dar votos, y hasta botes, cosas de ese jaez.
    
     Bueno, nos ha dejado Mercedes Milá, la Condesa obsesa, con su morbosa escenita del sobeteo testicular al reportero, una entrega más para la posteridad del coleccionable “El discreto encanto de la Progresía” que ya prologábamos aquí el otro día, y que habría que ir encriptando y poniéndolo a salvo –porque la Historia, que cofrades suyos la escriben y la escribirán, nunca lo recogerá- para enseñanza y deleite, no se sabe si más ético que estético, de las generaciones venideras. Para salvaguarda de la verdad, también. Hablo de hacer otro “Libro de los Exiemplos Progres”, de similar afán, salvadas todas las cualitativas distancias, al clásico del conde Lucanor: “Et entendiendo que estos exiemplos eran muy buenos, fízolos escribir en este libro, et fizo estos viesos en que se pone la sentencia de los exiemplos”.
      
     Vamos allá, hermano lector. Arrímase el gacetillero a la Condesa, ataviada para la ocasión con sencilla camiseta beige de virtuosa pionera del Oeste, collar de abalorios de madera que remite a la secular indumentaria progre y un par de aparatosos relojes blancos que remiten sólo a la tontería. Bueno, pronto se ve que, como mandan los más severos cánones clasistas, antes de nada la persona de rango superior pasa revista, inspecciona, fiscaliza de arriba abajo con la mirada al humillado don nadie que se le acerca: “… Pero eres mucho más guapo de lo que me habían dicho… a ver que te vea YO los dientes, la boca, la nariz, todo… date la vuelta… bien peinadito, bien cuidadito…”, le mueve, le pellizca varias veces la cabellera, como si un poco le despiojara, le da órdenes, claro, porque el Superior tiene siempre prerrogativa no escrita para, a pesar de ponerse en jarras a un palmo suyo y en bandeja exhibirle sus caedizas ubres siliconadas, sin poder por el gusano jamás ser ni siquiera rozado, mangonear ella sí a placer al pelanas que cabizbajo osa acercarse.
     El pelanas, claro, le lleva una ofrenda a la Condesa. Sobre un plato blanco brilla una fresa rojísima, la fruta de la pasión allí, en ese escenario que pareciera ahora el mismo Edén progre. Sí, porque, campechana Condesa donde la haya, porque da así más juego y más jugo la Cosa, allí mismo se la lleva ella a la entrada de la boca, y la mordisquea. “Está mu fría, ¿quiés un poco?, farfulla y mastica ella a la vez. Y allá que le da a probar de su mano la roja fruta a la boquita del doncel, como en la escena bíblica del pecado original. Sí, menuda Eva, menudo Adán, menudo Paraíso basuriento. “Tá buena”, musita el gañán. “Tú si que estás bueno”, no le deja ni acabar la mandamasa, acortándole los terrenos, encarándole con deseo. Se le ponen a ella los pezones en puntas. Sonríe ruborizado él, y baja más la cabeza. Ah, si tal le hiciera Alfonso Ussia a Patricia Conde.
     Empiezan a charlar luego entrambos de… ¡desvirgar! televisivos canales. “Sí, sí, yo soy agresiva, que quieres que te diga, no nos vamos a engañar…” (sincérase entonces la condesa Milá… ostras, ¿endilgará entonces ella también hostias a tutti-plén, como reconoció en célebre interviú fray Iñaki Gabilondo haber repartido en su infancia entre los suyos Enmanos?, que la infancia del ministro de Educación no ha de ser, a lo Machado, sino recuerdos de esas hostias ignacianas). Hállanse luego departiendo entrevistador y entrevistada sobre naranjitas y  limones cuando de repente… sucede.
    
     Al parecer ha rozado de forma inadvertida el pelanas con el brazo uno de los pechos de la Condesa. Sepárase entonces ella de él, espantada. Se toca la silicona profanada, le aparta con el brazo de su cercanía. Enarca ella las cejas. ¡Tabú! Claro, el patán ha infringido el tabú de ese tótem que es desde hace mil años en España la Milá. La ha rozado. Entonces ella, la Condesa obsesa, en clamorosa punición pública, extiende a distancia, para que bien se vea, la mano derecha ahuecada en forma de cuenco y así le palpa allí mismo sobre el pantalón al mozuelo todos los testículos. Detiénese con primor el cuenco de la mano milana en la bolsa escrotal del perillán, recreándose en la suerte, a medio camino su gesto entre el estruje y la caricia, como corresponde a toda una Condesa  de la Ceja.
     No hay duda, si se para la imagen –párala Pol, que gritaría Boris- claro se ve: nos hallamos ante mano sabia y diestra, exacta la extensión e inclinación, preciso el ajuste y la conexión, otra vez el yin y el yang, mano que acoge y mano que recoge, mano que sopesa y mano que apresa, mano diríase que doctorada en esos súbitos menesteres. Perito en lunas, decía de sí Miguel Hernández. Perita testicular, acaso debamos decirle nosotros a la Milá, a la vista de su maestría en el tocamiento del tema. Ah, si tal hubiese procedido el premier Iraní con Ana Pastor, la estupenda señora de los 59 segundos, lo que de él hubieran entonces publicado todas las feministas sin fronteras del maravilloso mundo zetapeico.
    
     Mas, con el obsceno manoseo público de la Milá al pelanas de la prensa, la escena alcanza ya el paroxismo de la humillación de status por parte de una Intocable  contra el mísero paria: la situación nos reenvía a pasados esclavistas y nos recuerda una de aquellas secuencias en las que aristócratas desalmadas comprobaban así, hurgándoles un poco el falo y las pelotas a los esclavos, la calidad del producto que a los negreros iban a comprar, para ser más tarde destinado a la plantación. Mi nombre es Kunta, Kunta Kinte, debiera haber proclamado ahí el ganapán, de haberse dado en él un mínimo reflejo de dignidad.  
    Y al cabo, la sentencia del exiemplo, como pedía el conde Lucanor, que la propia Señora bien clara deja. “Ya puedo decir que me he tocado con Mercedes Milá”, musita él, radiante. “Tú sin querer; yo queriendo”, le baja al punto los humos ella, apuntándole con el mentón, como corresponde al derecho de pernada de la altiva Señora con el paje. Le pide el pobre dos besos de despedida. “¡NO!”, se los niega ella destemplada, asqueada ahora de tanta familiaridad. “Me ha tocado el paquete y ahora no me quiere dar dos besos”, pregona entonces a punto de lloriquear pero lúcido el menda. Hay cortes en la escena. Ha debido comprender Ella que una Condesa progre no puede “acabar”  el acto de tan señorial manera. Quedaría Ella mal ante el Pueblo.
      “Sólo uno te voy a dar”. Y entonces, como dos perfectos tórtolos del mester que iguales en condición fueran, nos endiñan a nosotros su acostumbrado final estafador. Dánse el pico y se esfuman. Cada mochuelo a su olivo, claro: el perillán a currelar en la secta de la Sexta;  la Condesa,  a sus posesiones. Discúlpame, querido lector mío, pero ahora, visto ya el exiemplo entero, con ese final tan tramposo, soy yo el que acaba por tocarse los gabilondos. Bravo, Milá, con un par.

Para ver la tocata y fuga enterita de la Milá


    
    

viernes, 15 de abril de 2011

¡Ay, Rajoy, ay-ay-ay Rajoy!


    
     Para mí que Rajoy tiene pelusa de Zarrías, y quiere apuntarse él también a la moda del costalazo. Cuánto mejor un patinazo físico que uno moral. Con el primero, se ríe un instante uno, es casi inevitable: pierde un fulano delante de nosotros la verticalidad, y sin querer, nos estalla la carcajada, luego nos arrepentimos por ser tan malvados y casi hasta nos apiadamos del infeliz. El patinazo moral siembra por contra en el espectador el recelo y el encono, este tío no es quien yo pensaba, se piensa éste que somos bobos, nos maliciamos. El mismo Rajoy despeñóse una vez contra el suelo desde las alturas de un helicóptero en vuelo, con helicóptero y todo. Por más que saliera del lance con lividez de fiambre y la mirada nublada –extraviadas en la despeñadura las gafotas-, por más que su descolorida faz emergiendo a gatas bajo las aspas resultara entonces un tanto cómica, no por ello dejaba de despertar cierta ternura el contraste entre ese corpachón y su desvalimiento extremo. Cuánto por eso mismo más antipático el patinazo de hogaño.
        Vaya semanita de pasión que lleva marcándose –y brindándonos a los más fanáticos de entre sus irreductibles followers, que sin él también somos nada- el llamado por los hados a coger las riendas de esta nación indiscutible, por mas que discutibles y hasta incomprensibles resulten los más principales de sus prohombres. Malo es para un político serio no abrir  la boca cuando sobre el país caen fukushimos chuzos de punta, pero no cerrarla y dejar que en ella las moscas más aciagas depositen una tras otra sus más penosas deyecciones, sin duda mucho peor resulta. Quien ahora no le entiende la letra, ni el estribillo siquiera, soy yo, Señor Registrador.
    
      Qué curioso resulta todo, ¿no? Ahora que el gran Iñaki Gabilondo –después de pasear el palmito de sus siete mudas sucias por El Mundo y ¡hasta por la Cope! y exhibir al vent la lujosa capa de su abyecta hipocresía, sólo por ver si algún millonario y fariseo enjuague desde esas alturas le caía- el mismo Gabilondo que tantísima crispación de motu propio al soñador Zetapé contra la Derechona aconsejaba, ese Gabilondo que tantas hostias maltratadoras reconoció de joven entre sus meninos hermanos haber repartido, ahora que tanto y tan alto elogia él a Rajoy, “ese hombre al que cualquiera hoy podría votar” ,nada menos que eso ha dicho de Rajoy él, -tócate lector, los gabilondos, o las gabilondas, lectora mía, si te piacce-  es justo ahora cuando más Rajoy nos decepciona a quienes, con él o sin él, nada somos ni, me temo, nada nunca seremos.
     Primero fue su alucinógena respuesta a los periodistas, cuando sobre su asistencia a la manifestación de las víctimas le interrogaron: “No lo sé… soy un mandao, hago lo que me dicen”. Encogió después los hombros, sonrióse de lado y fuése, dejando a  los presentes transidos de muy pernicioso asombro. Sobrevino luego la aprobación de las listas valencianas, con los imputados gurtélidos empotrados en las mismas. ¿No es capaz Rajoy de romper con Camps? ¿Cuál es la consistente explicación oficial del PP a los tejemanejes de la Gurtel? Puede que mantenga así a corto plazo Rajoy algunos escaños en la zona. No sé si sabe en cambio el daño que con su estatuaria pose a la imagen limpia de la alternancia y de las ideas  en que millones de don nadies creemos asesta, la coartada perfecta que así les regala a los progres diletantes, esas bellas almas blancas que por nada del mundo ensuciarían jamás sus manos cogiendo una papeleta de la Derecha, por suicida que incluso a su propio momio le resulte el izquierdismo nauseabundo en el poder. Tales para cuales, lo véis, nos aseguran ya estos progres bon-vivants, encantadísimos de sí mismos y de la existencia de los gurtélidos, que  de lujo le vienen a su propio lujo.
     Ni por asomo sostengo yo –que soy el que en esta covacha desbarra- que sean comparables las corruptelas populares a las socialistas: me parece eso igual que comparar  un guisante estropeado con una calabazota podrida hasta la semilla. Ni tampoco la gestión de unos y de otros, ahí están los tercos hechos de paro y ruina de un lado versus empleo y prosperidad del otro, ahí está la confiscación fullera del Poder por unos contra el acomplejado sobrevuelo de los otros.  No por ello es para mí  disculpable la registrada complacencia con la corrupción.
     Ahora que, preguntado por el caso, el lider de la oposición le vacile encima con toda su barbada cara de póker a la concurrencia de los periodistas con su vergonzoso “Costa, ¿quién es Ricardo Costa?”, adornándose además de graciosote en el penoso episodio, a muchos de sus áulicos asesores les parecerá desde luego sagaz maquiavelismo, pero a uno, que  simple hormiguita bloguera es, le resulta sobre todo intolerable desprecio y penosa rechifla a un sistema de gobierno basado en un régimen de  opinión pública. Qué ocasión para al menos haberse sumergido en el habitual laconismo que le adorna, señor Rajoy. ¿O no?
    
     Y la dolorosa guinda al pastel que esta semana nos horneó Rajoy vino de la mano de la incalificable regalía que precisamente tuvo a bien el Señor Registrador ofrendarle a los finísimos humanistas del Sálvame telecinquianos. Presentábase un libro sobre Rajoy, bajo el título de, vaya por Dios, El hombre impasible, rótulo que acaso queriendo ser laudatorio, no sé si no esconderá además algo de sorna añadida al mismo. Asistía Rajoy, claro, y a la salida del evento, su séquito se empeñó en la habitual tarea de apartar a la prensa. No habrá declaraciones. ¿No las habrá? Húbolas y en primicia… para una dudosa rubia que ejerce de reportera del Sálvame. Con ella y a solas se paró nuestro Registrador, sin duda asesorado por algún perito en estúpidas mercadotecnias. Creen así arañar unos votos en territorio comanche, sin reparar en lo insoportable que a muchos de sus más fieros incondicionales se nos hace la vomitiva estampita. Pocos engendros televisivos generan tanta bazofia para la sociedad como el Sálvame, que tizna de Mugre a quien a él se asoma. Si dijéramos además que es que el barbado Señor Registrador se “come” a la sexy rubia con la arrolladora gracia y la natural seducción que Natura le ha prestado, y por reflejo camélase así de paso a esa audiencia, tendría al menos la parida un pase. Mas ocurre justamente al revés: es la rubia la que allí mismo se “ventila” al Señor Registrador, recochineándose encima en sus mismas barbas, que apenas balbucean sus célebres ¿eehhhh?  
    Qué estomagante bochorno el contemplar al Señor líder de la oposición garabateándole complacido la más insulsa de las dedicatorias: “A mi amiga Adriana, con todo mi cariño, Mariano Rajoy”. Como lo lees. Tócate los gabilondos again, caro lector mío. “Que no me extraña que no entienda su letra” pitorrea entre risas además la blonda reportera, mentándole la bicha de su sideral despiste. Tiempo le faltó luego a la amiga Adriana para subirse una foto al Twitter de la Verdad con el ejemplar del impasible Rajoy entre las piernas, lo que sin duda honda pátina de consideración y estima entre la ciudadanía ha de reportarle al señor Registrador. ¡Si al menos hubiera metido de verdad su espesa lenguota entre esas patorras!  Si total,  como con lucidez sanchopancesca reparaba Zarrías tras su Talegazo, “vamos todos a acabar en el suelo”, y puestos al caso hubiera al menos Rajoy paladeado con su lenguaza las rubias mieles adrianeras, le habríamos en algo comprendido.    
     
     ¿Sabe, sr Rajoy?, me ha dado usted, con su salvífico proceder, -no hay mal que por bien no venga, que dijo el Otro- una maquiavélica idea: voy yo a escribirle a su amiga Adriana, le diré que soy fachoso yo también, que compartimos por tanto los tres muy similares principios, y que fui compi en la Facul de Lydia Lozano y tal, y que tengo escrito yo un tomo de muy románticos relatos que ni por Blas encuentra editor, y que si pudiera ella, tan guapísima, echarle una mano al mismo, salvarme a mí un poco del mar de los fracasos en que me ahogo, aunque hubiera mi libro para ello también de alojarse entre sus piernas, lo que hiciera falta, que cuando le posee a uno una pasión, ahora bien lo comprendo, el fin justifica todos los medios, y que siendo así, ahora que lo pienso, nada me agradaría más en esta vida que ver mi libro de relatos publicado y, con mi impasible efigie en el mismo reproducida, entre las interminables piernas de la amiga Adriana acabar aposentado. Cómo lo ve usted, don Mariano, porfa, dígame también a mí algo, ande, que los amigos de los amigos resultan todos amigos, sean éstos la Nada, el Todo y hasta el fandango de la Bernarda… Alba, of course.


         
      

jueves, 10 de febrero de 2011

Zapatero y Mas, La penúltima sardana en Madrid

    

    
     Se lo avisé ayer mismo, frau Merkel –ah, si nos hicieran alguna vez caso a las hormiguitas blogueras-, que las mallas zetapeicas son traidoras en grado sumo. Así ha hecho su carrera el jayán que se las pone. Es usted sólo la penúltima de sus víctimas. La lista de sus traicionados casi alcanza a la de los desempleados bajo su égida. Si es que las mallas tiran siempre al monte. Son unas mallas pindongonas. ¿Ve, Ángela, cuánto han durado en el Viento las promesas zetapeicas de lealtad a sus políticas de estricta contención presupuestaria? Dos días, Merkel, entérese bien de cómo las gasta José Luis a la media vuelta. Mucho tango y mucha mantequilla con vos y en horas veinticuatro ya se la está pegando –nos la está pegando- con otro. Ahora, de tumbo en tumbo por la pista de baile, aférrase la Schneider de nuestro tango al flequillo kennediano de Mas, a su mandíbula cuadrada, por cierto, igualita a la de Brando en El Padrino.
      
     Y es que vino Artur Mas a Madrid con una propuesta irrechazable: o tragaba Zetapé mandanga y le daba pasta y plazos o le pondría sobre sus góticas sábanas la cabeza del burro muerto de Montilla maravilla, el increíble hombre menguante al que encima disfrazaron de Superman, tócate ahora los gabilondos. Al parecer, según confesó el conseller hijo de Pujol, el muy honorable ahora independentista, los del tripartito  dejaron sólo telarañas en las arcas públicas. Más: mintieron como bellacos a España entera, y al gobierno central en particular, al asegurar OFICIALMENTE un déficit que resultó en realidad, según los convergentes, de más del doble. Es decir, colocaron pingüemente a los suyos y dejaron ruina. En cualquier país que no fuera un oasis por ello se arrostraría cárcel. Les será difícil a los historiadores del futuro hallar un gobierno más nefasto que éste tripartito con independentistas trufado, uno de cuyos principales impulsores fue Zapatero. Por ello le juzgará la Historia. También los prebostes de la Ceja Nostra pidieron el voto para los comunistas catalanes en las últimas urnas, pero como son sus cuates los que “apañan” la Historia, siempre quedan ellos de heroicos benefactores de la Humanité. Y hasta de los márgenes, que diría big Sabina.
    
     A la vista de la finta, a Zetapé le quedó sólo aflojar la tela -¡de todos!- y que la mefítica charca catalana siguiera dándoselas de dorado oasis. Hoy me tapas tú a mí y mañana a la viceversa, mientras Rajoy seguía sin entender del todo ni la letra ni la música. ¡Leches!, el mismo baile les fue negado al chotis gallardonita y a la zarzuela de la huerta murciana, lo que obligó a Valcárcel a recortes y a los capitostes sindicales a desatar allí la violenta persecución contra ¡ese! gobierno autónomo, que hubo un consejero popular al que le llovieron hostias por youtú, -parecía también Marlon Brando en La ley del silencio, oh, Brando, omnipresente en nuestras vidas, ahí ya mismo para tí te lo pongo, Ángeles- hostias tal vez sobrantes de las que en su día repartiera la temprana crispación de Gabilondo.
   
     Es difícil hallar más dislates que los que en materia económica brinda de continuo la zetapeica y diarreica desgobernanza: le ocurrió igual con los ayuntamientos; al día siguiente tuvo que atribuir la pifia a un yerro en el BOE. Ayer las comunidades socialistas montaron el jare-krisna y el gobierno tuvo que autorizarles a todas más tarde los privilegios arrancados por Mas. Será quizás la gracia zetapeica a la negativa de Mas a aplicar las sentencias del Supremo sobre la inmersión lingüística, que se dice pronto eso sin darnos cuenta la barbaridad fuera de la ley que la misma encierra.
     Con lo fácil que tenía el bailongo Zetapé, tanto que decía él aborrecer a los ricos en su célebre Discurso del Viento, tanto que emprende ahora su gobierno sonada cruzada contra la economía sumergida, el soltarle a Mas algo así como… oye Mas, menos lobos, piano piano,  que si hemos de levantar las manos para aquesta cara sardana, antes tienes que explicarnos tú a todos la herencia de millonarios capitales evadidos por tu señor padre a paraísos fiscales, de los que eras tú beneficiario en parte siendo a la vez conseller de Hacienda, nada menos. Pero en ese caso hubiera tendido Zetapé que dejar la danza del Poder y convocar elecciones para perderlas. Y es que confía aún él en otra de esas vueltas que le da el tiempo a todo.
   
   Es la repanocha el prenda, Angela, te lo digo yo. Te lo decía ayer mismo. Es un pindongo. Que Rubalcaba tendrá, y bien merecida, la fama,  pero este figura es que carda la lana: a la media vuelta, ya lo ves, Angie, te la juega. No sigáis aplaudiéndole en Europa, no sigáis bailándole el agua. No. Angie, Angie, por favor, por favor, házle caso a la música de esta hormiguita.
  

viernes, 14 de enero de 2011

Gran Hermano y El honor perdido de Katharina Blum

    
     Sí, por aquellos años de la Facul éramos jóvenes,  melenudos –te juro por la lucha de clases, lector, que lo fui- con las crenchas al vent de la dehesa de la Condesa y bastante ignorantes, como corresponde a todo buen adolescente que se precie. La ignorancia se suple con unos kilos de fanatismo y hale, a jugar, y a arreglar el Universo y más allá. Pero al menos la Cultura conservaba entonces una consideración en sí, la que merece todo fruto logrado de la imaginación que enaltece a quien lo toma -qué curioso que la mayoría de nuestros padres sin haber podido tener ellos estudios, con todo lo que dicen que de castrador  tenía el franquismo, se ocuparon casi por recto instinto de transmitirnos el afán por aprender, mientras que nosotros, listísmos todos y en superdemocracia, somos incapaces, desdibujado el rol de padre, de incitar en nuestros vástagos ese esfuerzo por conocer-,  valor que hoy por completo se ha esfumado, reduciéndose la mayoría de las consideraciones a los millones de ejemplares que vende no sé que Ken, o a cómo les roba hasta el sueño a nuestros mejores escritores el conseguir tal Premio. 
    
     Yo estudiaba Periodismo entonces. Fumábamos como viciosos chusqueros prusianos –por no cargarles todos los muertos a los pobres cosacos- y los no fumadores ni chistaban entonces –acaso es que de forma inadvertida iban palmando tras nuestros humos- y unos y otros leíamos mucho -devorábamos sus libros casi como cigarrillos- a Hermann Hesse y a Heinrich Böll, que sé que a muchos –no a ti, dilecto lector- sonarán hoy a nada. También se leía al Orwell del Big Brother, y a todos se nos ponía el alma en un brete al entrever semejante control totalitario sobre los ciudadanos. Y por los pasillos de la Facul, cuando farfullábamos sobre el género de la entrevista, la mayoría, haciéndonos eco de lo que decían los profes, rendíamos pleitesía y reconocimiento a Mercedes Milá, que portaba además el noble título de condesa de algo. No era esto último lo importante: trabajaba ella con Luis del Olmo, con García Tola, con Marsillach, con, ay, Iñaki Gabilondo. Sabía preguntar, era incisiva, sabía escuchar también, tenía mordiente, ponía contra las cuerdas al entrevistado, buscaba el meollo de los asuntos más relevantes. Sí, era adorablemente progre, y como tal, ponderaba libros, películas, teatros, lanzaba pestes del amarillismo (del sensacionalismo, de la explotación del morbo, de la remoción de los más bajos instintos en el ciudadano) en la profesión y de la supeditación de la existencia al exclusivo amor por el dinero.
     
     Recuerdo sobre todo una tarde en la Facul, con el salón de actos a reventar (ese que hoy sólo llena una tal Carmen de Mairena, de profesión sus ardores) y la peña  arracimada de devoción en sagrado silencio hasta por los suelos, pues ponían “El honor perdido de Katharina Blum”, la novela de Böll sobre la que Volker Schlöndorff había hecho la peli. Merece la pena –créeme, lector mío- perder un minuto en su argumento: es la historia de una chica íntegra y laboriosa, que con su esfuerzo ha superado una infancia de privaciones y un matrimonio roto. Trabaja en la casa de muy importantes familias. Durante una fiesta conoce a un hombre con el que pasa la noche. A la mañana siguiente la despierta la policía: ese hombre, acusado de robo y asesinato, ha eludido el cerco policial. Ahora la policía interroga y acusa a Katharina. Cierta prensa, falseando hechos y declaraciones, explota la historia. No le tiembla el pulso para arruinar la vida de una persona honrada y de los suyos. Ella, desesperada al ver la ruina en que han convertido todo por lo que ella luchó, acabará por convertirse en culpable, al matar al periodista que hizo de su vida asunto de primera plana.
     Quiso sobre todo Böll con la novela censurar los métodos crueles y sin escrúpulos con que la prensa amarillista con total impunidad tergiversa los hechos, sin importarles en la marcha de su negocio destruir el “honor” de personas inocentes al servicio de la avidez malsana de unos lectores insaciables. Seguimos, lógico, toda aquella tropa de periodistas en ciernes con verdadera unción tanto la proyección de la emocionante película –hoy, ya te lo digo, nos dejaría fríos- como el posterior coloquio.
     
     Ahora, a la vuelta de miles de honores perdidos, Mercedes Milá, condesa egregia de la Telebasura, lleva muchos años levantándose un pastizal de la Hostia –de esas que arreaba Gabilondo a sus brothers con una mano mientras con la otra leía a Rousseau- con el vomitivo Gran Hermano: se morrea en directo con los concursantes, enseña las bragas, suelta exabruptos, chochea, berrea y se menea, vale decir, hoza en la más estupidizante vulgaridad. Se me dirá que el Gran Hermano de la Milá -¡un experimento sociológico que a Franco hubiera soliviantado, tuvo ella el cinismo de alegar la primera vez- resulta, en farsa, justo lo contrario de lo que denunciaba en su novela Orwell: si allí unos pocos controlaban cuanto hacía muchos, aquí son muchos los que no pierden ripio de las burdas y brutas chocarrerías de un grupito de patanes. Pero el infuso control social que se desprende de ambos es, a mi juicio, muy similar, y lo que es peor, la promoción de un ciudadano orgulloso encima de su inmundicia y despreciador de todo refinamiento “culto” es la esencial contribución del fraternal reallity a la sociedad. 
    Y si al menos en el camino no hubiéramos ido perdiendo uno a uno todos los pelos de la fabulosa melena nuestra que un día asombró al mundo. Ni eso. Buaaaaaá.   

martes, 11 de enero de 2011

Iñaki Gabilondo, yo me remendaba, yo me remendé

    
     Es bien posible que, al paso que va la burra –cargada la pobre en alforjas del chocolate del loro- acabe dejando la nobilísima acémila al gran Iñaki Gabilondo en el mismo portal de la Cope, en el portal episcopal que ya pisan los chicos del coro y del oro de los deportes, que en un amén jesús pasaron ellos de la Ser a la Caverna sin mácula alguna sobre sí. Luego dicen que la Religión es absurda, pero al lado de los misterios que nos legan los más grandes comunicadores patrios, parece hasta el dogma del Espíritu Santo simple regla de tres. 
     Sabemos también que las Navidades, el tsunami emocional que consigo desatan, son propicias a la postre al sincero arrepentimiento incluso de las más arriscadas almas. Vamos, que te pillan los sones del tamborilero con el día tonto y hasta el más ateo del barrio deshácese en mares de lágrimas. A Gabilondo, como sabemos, le despidieron en estos días de la CNN+, soberbio chocolatillo en onzas de oro éste que de inmediato, en extraño gesto navideño la verdad, se apresuró a recoger Mercedes Milá y su Enmano en versión 24 horas. ¿Cómo no habría Gabilondo entonces de hallarse inmerso y hasta preso de oceánica tristeza? No es hipótesis irónica: lo sabemos por la dulce entrevista que ha concedido él ahora al diario antes llamado en jerga el Inmundo. Eso era antes, porque ahora, a tenor de lo que Gabilondo ahí afirma, como en el villancico reza, él se remendaba, él se remendó, él se echo un remiendo, él se lo quitó, cargada como va la pobre burra del chocolate que corriendo se está zampando la Milá, tan guay.
    
     Primer remiendo: “he pedido perdón por mi ira contra Aznar… me arrepiento de mi ira porque pude agudizar enfrentamientos”. El acabóse. Se imagina uno a Gabilondo dándose ya el golpe de pecho sincero, agachando la cabeza con ojos clausurados, fustigándose un poco las carnes al reconocer nada menos que un pecado capital –la IRA- , alzando súplica con bíblicas palabras PERDÓN, ARREPENTIMIENTO- … ¿ante quién? -¿a quién se está en realidad dirigiendo Iñaki?-, pues sólo a quien administra esas gracias, sólo a quien puede certificar público arrepentimiento, conceder verdadero perdón de los pecados y acoger luego en su seno mediático a la descarriada ovejita lucera. Iba uno a hacer dos bromas sobre la Ira gabilonda, que si no sería la suya una ira provisional, que si no habíamos quedado en que libertad sin ira y tal, pero no vamos a distraer tan serio recogimiento de una alma pecadora, que se alegra mucho más el Señor por un réprobo que vuelve al redil que por los cien mil mansos ya en nómina.  
    
     Segundo remiendo: “yo soy el que hacía el Hoy por Hoy y era como la gente, de su edad, de sus puntos de vista… Te haces mayor y eres mayor que la gente, tienes más dinero que la gente, no eres referencia… y entonces tus puntos de vista van en retirada”. Bueno, sin duda atribulado por la turbación, se hace aquí Gabilondo un lío, aunque queda claro al fondo su hondo pesar por la condena a distanciarse del común de los mortales que el ingente vil metal acumulado le supuso, lamento éste de profunda raigambre bíblica también, que aunque a nada serio compromete, cierto es que su sólo enunciado le aligera mucho a uno la carga en la conciencia.
    
     Tercer remiendo: “soy el mayor de nueve hermanos y ejercí mucho de sargento. Yo les tengo zurradas unas buenas hostias al ministro y mis otros hermanos: somos muy amigos”. Aquí si que Gabilondo nos deslumbra del todo con el misterio de su aleluya. Veamos: es oportuno recordar ahora que proviene uno de familia numerosa, de aquellas que Franco premiaba tanto, que eran la gloria del Régimen. ¡Con las de coñas opusinas que gastaban, y gastan, los progres hacia progenies tales!  Pues resulta ahora que hubo él de ejercer de chusquero sargento, ¡“zurrando unas buenas hostias a sus hermanos”!, y es ésta una confesión de las que al más pintado desarman, que asombra esa especie de letra-con-sangre-entra maltratadora que el humanista comunicador se ufana de ejecutar, amorosa pedagogía que le deja a uno turulato acerca de, visto lo aquí revelado, la esencial falsedad sobre las que los sargentos del mester de la hispana progresía montan sus vidas y conciencias. Y el inri del caso estriba en que el Enmano ahostiado llegó a ministro –véase cómo una buena mano de leches obra milagros- y precisamente de ¡Educación!, empeñado como anda el muy bruto en meternos a todos con honda la jorobada educación para la ciudadanía. Violencia que, contra el discurso cansino de la pedagogía progre, no deja ningún rencor: somos muy amigos. Total, se le echa las culpas a Franco-Bush-Aznar, y qué carajo, esa reciedumbre de métodos y de reparto de hostias puede que hasta  acaricie y todo el subconsciente magistral eclesial.
    
     Cuarto remiendo: “las incondicionalidades son repugnantes. Me duele estar asociado a una incondicionalidad que nunca he tenido”.  Claro que son repugnantes, y aunque todo el mundo pudo verle y escucharle en tiempo muerto urgiendo como sargento de campaña al Señor Presidente Zp a que metiera a la cosa pero ya crispación-y-crispación-y-crispación, -unas cuantas hostias  a la oposición, vamos- debían ser aquellos los célebres tiempos de la ira, porque le vemos ahora bien saleroso desdecirse. ¿Yo? Nunca. Jamás, jamás, que cantaría Camilo Sesto Superstar.
   Vamos,que viene a decirle Gabilondo a quien corresponda, EHH, que aquí estoy yo, aquí solito, libre como los taxis de verde luz, que me rindo un poco, que estamos en Navidad, joer, y que hacia Belén va una burra, rin, rin, y lo que sigue.