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miércoles, 30 de mayo de 2012

Primacía del tacto


    
    ¿O nunca te ha pasado a ti, cuando te presentaban a alguien por puro compromiso, y a quien por puro compromiso ofrecías y estrechabas tú su mano –y hablo en mi caso, para bien entendernos, de una mujer siempre- que de repente y contra pronóstico, como si esas manos, sólo por mero compromiso social enlazadas, palma frente a palma, dedos contra dedos, yemas sobre yemas, hablaran y se reconocieran en un dialecto propio y se descubrieran encantadas de estar así, ese súbito idilio de las pieles manuales en contacto, ese dulce engarce,  como resistiéndose y prolongando las manos en lo posible y contra la voluntad y la conveniencia social del momento esos instantes verdaderamente prodigiosos y electrizantes por lo bajini, si esto puede entenderse?
   ¿No piensas acaso que esas dos manos, que en contexto inesperado y sin cálculo tan maravillosamente empastan, cobrando en esa conexión ellas como una vida autónoma, no están entonces revelando un mensaje secreto a sus dueños? Cuántas veces, al contrario, creemos que alguien, por los contornos agraciados del rostro o de la inteligencia resulta de nuestro agrado y luego, al juntar las manos, esa prueba decisiva, comprobamos que… que no, que hay algo que no sabremos bien explicar pero que no marcha.
     “Hacer manitas”, decíamos de niños, y toda la inocencia candorosa de aquellas emocionantísimas manualidades –que en el mundo de hoy, tan avanzado, sonarán a pacatas antiguallas- residía en la sorprendente revelación de la sensación acariciadora que seguía al contacto espontáneo, no buscado, entre unas manos infantiles que entre sí  como por encanto engranaban y caíanse bien. Como si la fuerza del cariño, empezara por los ojos, sí, pero atravesara su Rubicón, en el contacto y acople mágico de las manos.   
   Tienes entonces delante a esa mujer a quien de nada conoces. Chocáis por simple convención la mano, e instantes después, -¡oh, prodigio! ¡oh, maldición!- descubres, sin conocer con exactitud la razón, que por nada del mundo desearías soltar ahora esa mano, junto a la que se está tan bien, pero a la que la norma de urbanidad exige liberar ya. Y a lo mejor esa señora –y tú a ella- te resulta perfectamente indiferente. Es sólo el lenguaje exclusivo de las manos, la primacía del tacto.  


Post/post: gracias a Cesar, a Helio, a Juante, a Alijodos, a MAMUMA, a Belkys Pulido, a El Fugitivo, a Mónica por las enjundiosas reflexiones con las que ayer, bloggeando al lado mío, enriquecieron este blog, que es también suyo, GRACIAS.

5 comentarios:

Alijodos dijo...

Siempre me gusta tocar a las personas es mi forma de mostrar afecto aunque muchas son remisas a ello. Como también me gusta mirar a los ojos. Un abrazo.

alp dijo...

Primero decirte qeu la foto del balandro me encantó y segundo que soy de los que me gusta el contacto...y si es con una mujer..pues genial...como debe ser..jeje, un abrazo amigo...seguimos..

Jujope dijo...

Pues que vivan por siempre los contactos con tacto a esas bellas y dulces féminas de piel rosácea y fina que lo ameriten y que no se sientan impelidas por el pensamiento único feminazi.

Off Topic, y hablando de manos: (Progrejuli acaba de espetar que "¡hay que fastidiarse que el único organismo o institución que ha puesto una querella por lo de Bankia sea "manos limpias", hay que fastidiarse...!) Juass, juass, pobre progre fichada recientemente por la tvsociapañola-antipepera.

Monica dijo...

Me gusta chocar las manos, acariciarlas y trasmitir mi energía con ese apretón. No me gusta los hombres que saludan con un simple roce de manos( una mano fofa), me gusta el apretón, que me den su fuerza.Eso dice mucho de la persona que acabas de conocer. saludos

Dafne Caligari dijo...

Completamente de acuerdo. La prueba de los tactos es esencial.

No tiene que ver con lo que estamos hablando, pero sí con el tacto como esencial: Me estoy acordando ahora de un poema de Dámaso que siempre me ha resultado divertido:

EL GOZO DEL TACTO

Estoy vivo y toco
Toco, toco, toco.
Y no, no estoy loco.

Hombre, toca, toca
lo que te provoca:
seno, pluma, roca,

pues mañana es cierto
que ya estarás muerto,
tieso, hinchado, yerto.

Toca, toca, toca,
¡qué alegría loca!
Toca. Toca. Toca.

Un beso con-tacto ( o dos)