La cultura –el destilado de las más altas creaciones artísticas de la Humanidad en la Historia- está siendo, en la escala de valores colectivos, entre todos los estamentos sociales, desplazada por la subcultura, que es como ahora se llama a las masivas prácticas del poco exigente ocio contemporáneo: tik-toks a tutiplén, asistencia a Macroeventos, atracones indiscriminados de series, reguetones y rapeos varios, coqueteos con la Telebasura, ese picoteo medio histérico sobre todo y sobre nada. Lo decisivo era quizás el tono festivo, casi cómplice, con que la cosa en El País (¡) –oh Tiempos, otrora Biblia del demorado Biempensar Humanista- se describía (“Ser cultureta cada vez mola menos: las alucinantes metamorfosis del capital cultural” 1-9-2024). Se valoran más hoy el saberse las mañas en tecnología digital que el comentar la programación de la Filmoteca. De los libros de escritores sin Nombre ya ni hablamos, claro. El internet, lo que conlleva, ha acelerado este cambio… hacia atrás, claro. Se trata ahora sobre todo, para el consumidor subcultural, de asistir y participar en los fenómenos de masas… y de ponerlo en las redes. Se trata ahora, para los creadores, de llegar como sea al mayor número posible de consumidores y de alardear de ese Éxito sin cuestionar esos engranajes. Se ha pasado –se decía ayer en El País- de La Clave a la Sexta Noche, la degradación polémica que ello supone. En fin, sobre todo esto en general –y sobre eso de La Clave en particular- literalmente lo tiene uno, que es Nadie, ya tiempo ha anotado y analizado en su “EL HOMO GAÑANIS (Regresión cultural y Sociedades de la Telebasura)”.
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