Daban la otra tarde por la tele unos mundiales femeninos –o europeos, no sé bien- de patinaje. Era maravilloso observar el deslizarse de esas chicas, envueltas y espoleadas por muy escogidas músicas. Como abrir delante de los ojos una delicada caja de música con bailarina primorosa dentro, sólo que de enorme tamaño ahora. Nos despiertan las patinadoras, el contemplar medio abotargado por la galbana propia de la sobremesa sus evoluciones tan gráciles sobre el hielo, toda suerte de emociones éticas, estéticas y de las otras. Mejor dejemos a los poetas auténticos la glosa de las emociones otras, que eleven ellos a oro la ganga del primate elemental, querido guasón.
Qué contraste, de entrada, la risueña expresión de las patinadoras, sus caritas maquilladas, su pelo con mimo recogido, el infantil colorido de sus vestidos cortos, la levedad armónica de sus formas… y el filo cortante de la cuchilla, el destello magnético de esa hoja sobre la que ellas se impulsan y con la que rayan y rayan el hielo a su paso. Una chica en patines de ruedas es aún una niña. Una chica sobre el filo cortante de esos patines es ya una mujer de armas tomar, es Sharon Stone (también Lorena Bobbit, pero me temo que la imagen quedaría ya demasiado explícita) con el picahielos aquel bajo los pies.
Qué envidia, después, la desarmante facilidad de su desenvolverse, esa alada fulguración que despliegan en fenomenales piruetas, en giros y más giros que ya casi el ojo humano no puede seguir, en supersónicas aceleraciones hacia un lado y hacia el otro que nacieron sólo de un plácido oscilar del cuerpo in crescendo, en sentido inverso al natural también, batiendo al revés las piernas, como una película que fuese con ritmo hacia atrás, acompasadas al milímetro a la propia cadencia de la música selecta en que van sumergidas, siempre con una sonrisa en la boca, como si todo eso a ellas les costara nada. Hay algo de sobrenatural belleza en esa insólita fusión de la endiablada velocidad con que se producen ante nuestros ojos y a la misma vez deslizándose, resbalando, es decir, trasmutando con su gracia toda la brusquedad que la velocidad presupone en una etérea suavidad regalada y no forzada, en caricia tierna y no en grosera afirmación propia que brindara el Artista a quien las contempla.
Sí, ese puro deslizarse las vuelve de nuevo niñas, como a todos nos vuelven niños de golpe esas experiencias primigenias. ¿Recuerdas, lector mío, la primera vez que allá en el limbo sagrado de la infancia descubriste tú alborozado que podías también sobre algo deslizarte, la sonrisa nueva e instantánea, por nada mediatizada, que entonces te brotó en la cara? Se le cae casi a uno la baba viendo a las patinadoras, hasta el momento justo en que por conato de imitación te llevan a reparar en el armatoste del cuerpo propio, tan pesado, tan tosco y amorfo, por mucho pádel y mucho burdo cuento que al mismo le eches.
Algunas arriegan el imposible y se caen contra el duro hielo, claro, y es un poco como cuando al torero le atropella el toro en una gran faena, que aterrizamos todos de golpe, cuando nos creíamos instantes antes por encima de las leyes físicas, en la realidad de la vida –que es la Caída recordatorio siempre de la muerte inexorable- pero como ellos, a pesar de la costalada, raudas componen el gesto y rearman en los labios la sonrisa nueva para nosotros, que ya, definitivamente humanas a nuestros ojos a pesar de la distancia, las platonizamos aún más y más.
Qué crueldad intolerable, luego esa angustiosa incertidumbre, cuando, nada más terminar el ejercicio, sin tiempo alguno para encajar o amortiguar cuantos demonios por dentro ha de estar recorriéndolas, -en Eurovisión, por ejemplo, viene la votación al final de todo y repachingadotes todos en sillones muelles bebiéndose un refresco- con el corazón aún saliéndoseles por la boca de la emoción a duras penas contenida y del durísimo esfuerzo recién desarrollado, encuadradas por el fiscal escrutador de las cámaras encima, esperar durante esos interminables segundos de infarto, acompañadas por la entrenadora, que para más inri acostumbra a gastar estampa de severísima institutriz nunca del todo satisfecha con sus pupila, como en la antesala de una pena capital, en la recámara de un juicio final que nunca pareciera tener fin, aguardar en esas ascuas, digo, la racanería de la puntuación del estreñido jurado que con decimales próximos a la perfección del diez las condenarán o las ensalzarán a lo más alto en ese mismo instante, y sabiendo que sólo una de ellas puede ganar, y ser capaces aún las demás de contener las lágrimas de la rabia y todavía saludar al respetable. ¡Cuantas veces he deseado que alguna de ellas, de un tajo de la acerada hoja de sus patines, le rebanara el pescuezo a uno de esos jurados corruptos!
13 comentarios:
La otra tarde como tú lo estaba viendo y era la competición de parejas. Qúé maravilla los rusos y los alemanes....Alzan a esas chicasa apenas desarrolladas (a veces) a una alturas que yo alucino.
De siempre me ha dado paz ver estos campeonatos...me relaja
Besos
¿Ángel o diablo?, ¿Vuelo alado o trompazo?, ¿Dulce movimiento o agotamiento muscular?, ¿Sueños de triunfo o Rotenmeyer castradora? ¿Muñeca deliciosa o cuchillo que degolla?...
A mi me maravilla este deporte artístico, tanto que sólo me había fijado en la parte que nos deleita. Hoy, José Antonio, me has abierto los ojos a la otra cara de la moneda, la que a menudo hay detrás de lo bello y lo bien hecho y que sólo suele ser consciente para los que lo padecen.
El texto me ha parecido magnífico y la contraposición de ideas muy bien lograda. Me quedo con una frase para mi cuaderno de citas( si quieres regalármela): "Es la caída recordatorio siempre de la muerte inexorable".
Como cada día, un abrazo de Á.
Qué barbaridad,
eres un genio del vocablo
qué bien los entrelazas con la justa
sensibilidad, con el vocabulario adecuado
con la poesía debida.
Es un placer seguir el hilo de tus reflexiones,
gracias por tu regalo
No estaria mal una rebanada de pescuezo como colofón de la exibición artística. Estas chicas tienen , desde niñas, los pies destrozados por los ensayos, como para que haya tongo en la votación.
Un texto magnífico.
Que comienza con el hilo en danza que hace de las patinadoras ángeles terrenales capaces de volar en piruetas y giros casi impensables.
Y que nos transporta a la caída que la propia vivencia en ocasiones nos abraza.
El final...rotundo y contundente.
Pa-para pensar...
Besos
Jo, la verdad es que yo también he pensado en ello, sobre todo cuando las veo caerse después de ensayar horas y horas, desde niñas, para rozar la perfección. Un segundo, unas décimas de segundo, lo echan todo al garete. ¡Pobres muñecas rotas!
Saludos
¡Qué difícil es evaluar!
A ver si va atener razón aquel que dijo: no juzguéis.
Tambien he visitado tu blog, me quedo sorprendido por la magnifica entrada.
Me encanta el patinaje artistico, reconozco el merito que tiene y las elevads horas de entrenamiento, para conseguir estar a la altura en ese mundo.
Saludos.
Mucho esfuerzo, muchas horas de dedicación e ilusión, para luego quedarse todo en unas décimas de segundo.
Estupendo texto. Saludos.
Creo que voy necesitando unos patines y un curso de patinaje.
La otra madrugada hice una pirueta poco artística, pero que cualquier juez valoraría con un 10.
A la estupidez, claro está.
(Todavía me duelen las posaderas!)
Que estupendo texto. Es un genio. Admirable la descripción que hace del momento de espera de la puntuación. “Qué crueldad intolerable” cruel, angustioso después del esfuerzo, de tantos días de entrenamiento, de lucha diaria, de caída y roturas, tengas que esperar de esa forma el veredicto de gran jurado. Que como ocurre en la gimnasia rítmica muchas veces se hace por afinidad y no por méritos.
-WinnieO:a mi también me mola verlo.Besos
-Ángeles:tiene que haber un montón de sacrificio detrás. Muchas gracias. Otro donuts para tí
-MTeresa:Gracias, amiga, por tu generosidad para con mi patinaje. Muchas gracias
-Candela: anda, no sabía que tenían los pies destrozados encima. Pobres
-Leni: qué bien me has entendido, qué sonrisa más bonita tienes. Gracias
-Carmen Béjar: cierto, la rabia que tiene que dar ese segundo en el que te ves y ves todo por los suelos
-Neo: ¡diez a todas y que se lo jueguen a los chinos!
-Mercedes: a tí, vuelve de vez en vez, porfa
-Helio: gracias, amigo, es verdad, las horas que deben meterle, y a veces sin recompensa
-Cordobesa: la verdad que con la vagancia que hay por doquier estas gentes deslumbran. Gracias
-Aspirante: hombre si hiciste una pirueta, es cuestión sólo ya de perfeccionarla, porque la materia prima ya la tienes. Gracias
-Carmen:gracias, amiga, sí, es cruelísimo this moment. Un abrazo
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