Antiguos camaradas de la Facultad periodística me habían convocado a una de esas comidas en grupo que sirven para mantener viva la llama de aquella Amistad que fue un día lumbre colosal. Era además ahora una noble ocasión doble, pues cumplíamos todos en el compás de unos pocos meses la redonda cifra de las cincuenta castañas y, sí, pensé que convenía, a quienes pocas agendas del futuro esperan ya, el empezar a celebrar las míticas calendas del pasado. Así es que espoleado de ilusión cogí yo el metro y hacia el corazón de los madriles que partí, como si en vez de cincuenta fueran cinco las anualidades a festejar y una fiesta de globos rojos a la salida del colectivo me esperara.
Era una mañana otoñal de las postrimerías de noviembre y el sol le ponía aún una luz incisiva e impropia a las cosas, una luz de abril allí, a media mañana, como si confundiera el astro rey los tiempos o quisiera por su cuenta colaborar, radiante infante también él, al festín de los cincuentones. Como los novelistas comprometidos con la Humanidad, escruté las caras de mis hermanos de viaje. Busqué rostros amargos y ajados, a juego con el estrago de la crisis que nos azota, lo juro. Pero no. El convoy no iba del todo repleto y la gente –inmigrantes varios de aspecto saludable, terciadas mujeres de compras, jóvenes en camino de ida hacia sus universidades, y el muá, a la vez de ida y de vuelta- no parecía llevar demasiadas prisas anotadas en la agenda de su inmediato presente, lo que le daba un más plácido aire aún al viaje.
Es que viajábamos en superficie y atravesábamos el Batán y la Casa de Campo madrileños. El sol tras los cristales iluminándolo todo, su mano ancha de calor y claridad sobre los árboles y los cielos, sobre los rostros, era ya casi en sí una bacanal pacífica a las puertas mismas del Invierno. Qué tentación la de cerrar los ojos, apuñar esos rayos amnióticos a la vera del corazón y con ellos caldearlo un poco, guarecerse en esa paz insospechada de los prolegómenos y en los confínes de ese benéfico traqueteo, dejar ahí el relato, anda y que le den. ¿Qué altisonante aventura podría jamás mejorar la calidad de ese momento?
Entonces, el entusiasmo de una voz vibrante rompió y no rompió aquel nirvana ferroviario. “Buenos días, disculpen que así me presente, me llamo Jimmy y soy músico, y bueno, me encanta tocar, peleo por abrirme camino en el mundo de la música y grabar un disco, sólo que no tengo contactos, y, bueno, éste es también un escenario fantástico para poder presentarles yo mi obra”. Tenía Jimmy que forzar la voz al hablar, claro, para superponerse al trepidar del vagón que, como atacado de celos, pareció incrementar justo entonces sus dodecafónicos decibelios y la convulsión de sus retortijones. En vano, porque los viajeros apuntaron todos la mirada hacia Jimmy, de pie y oscilante por las andanadas del viaje, que lo lanzaban una y otra vez contra la puerta.
13 comentarios:
Pues igual, querido amigo, exactamente igual lo que nos cuentas hoy del metro de Batán, que lo que un servidor vivía día a día en aquellos comienzos de los ochenta.
Lo de los cincuenta... Pues, bueno: es la mejor edad en todos los sentidos, incluso contando falsos -pero que rastreramente falsos- mitos psicosomáticos. Lo que pasa es que el Punset y sus lamedores se han encargado muy bien de hacer valer únicamente el pensamiento alicia de los piterpaniaguados de la rampante efebocracia chaconiana y zarrapastrosa hasta el paroxismo (el paréntesis del marianato le parece al muá que no aguanta dos telediarios progres).
Y, en cuanto a la cacareada "crisis": Como dirían los Supertrampa -creo-: "¿What crisis?" Acabo de ver las embocaduras del Hipercor de donde yo vivo (las del metro... de Sevilla, jeje, me pillan pelín lejos), abarrotadas de consumidores hasta el tuétano.
¿Cual es la crisis -me pregunto-, que sus señorías no puedan disponer del ipad2 64 gigas, en lugar del ipad2 de 32 gigas, quizás, gratis totá por tó el morraco que se pisan?
Saludos
¡crisis y crisis! no vamos a parar de oirlo en el 2012..pero confío en que las cosas empiecen a tomar un rumbo bueno....duro, pero bueno Un beso
No va desencaminado el maestro Sabina cunado entona:"Dan ganas de nada mirando lo que hay:
ayuno y vacas flacas de Tánger a Bombay.
Siglo XXI, desesperación,
este año los reyes magos dejan carbón."
Vengo a devolverte la visita a mi blog, yo ya soy seguidora del tuyo desde hace mucho tiempo... Y te leo a menudo aunque hablo poco, así que tu regalo de reyes está cumplido.
Es alucinante la cantidad de gente, que ahora con la crisis descubre su vena artística, aún así, tenía razón, el metro es un buen escenario, nunca sabes uien puede oirte.
Saludos.
http://tamaravillanueva.blogspot.com/
Crisis, crisis.... desde que ando en el mundo de las cifras he vivido tres, ninguna como esta, vale. Pero esta no será tampoco como la siguiente.
Buenísima reflexión.
Un beso
Con la crisis desde luego se agudiza el ingenio, porque mejor o peor tenemos que comer todos los días, y los transportes públicos y sobre todo el metro es un buen exponente para que te oigan, ya que te hagan caso o no es otra historia. Saludos José Antonio.
El metro madrileño es un buen lugar para la inspiración literaria, podemos ver a todo tipo de personajes pululando por andenes y vagones.
Como todas tus entradas, lo describes magnificamente.
Saludos.
Gran escenario para el teatro del mundo es el metro.
Paso a desearte un 2012 en que tus sensaciones se llenen de positivismo y de cercanías.
Un saludo amigo blogero
La foto es muy buena.
Espero que la hayas pasado muy bien con tus compañeros y que de ser verdad hayas tenido un lindo cumple50 o 5, como quieras. Que el 2012 te traiga muchas alegrías y se cumplan tus deseos infantiles mejor guardados.
Un abrazo
Hablas de crisis, sin embargo parece que en ese vagón todo sigue un poco igual. Quiero pensar entonces que hay algo de esperanza.
Y a todo esto, que tal la comida?
Un fuerte abrazo y desearte un buen año nuevo.
Me ha encantado la descripción, he podido disfrutar de esos rayos de sol gracias a usted, y Jimmy el músico me ha conmovido, una historia muy intimista y especial.
Saludos,
No se, pero a pesar de que me ha gustado, esta entrada tiene un toque triste. También puede ser la música que ha acompañado la lectura.
Pero sin duda, muy bien escrito, eso con mu humilde criterio.
Me olvidé...50 añazos no es nada, bueno si son cincuenta solamente.
Sin vuelta atrás, solo pasos hacia delante, felicidades.
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