Nunca le había gustado mucho su
nombre. El que, quizás con buena intención, le habían dado al bautizarla sus
padres. Aquel, para ella horrible, Vicenta.
Ah, cuando pasaban lista en clase. Si hubiera podido entonces desaparecer bajo
el suelo. Eso solo puede entenderlo quien lo ha vivido. Más tarde, en la edad
adulta, con los amigos y con la vida ya
organizadas, una más entre tantas hormiguitas como la mayoría somos, aquella vergüenza por su nombre amainó en
ella.
Pero cuando se separó de su
marido, Leoncio, que se la había
jugado con una chica rumana, dio su existencia un giro drástico, claro. Vió
bruscamente interrogado cuanto componía su cotidianidad. Si romper el
matrimonio supone al cabo el reiniciar de nuevo todo, por qué no empezar por
cambiar precisamente el nombre que te designa. Se le reavivó, e intensificado, el rescoldo de aquel dolor,
como si se coagulara precisamente en aquellas sílabas el símbolo que encerraba
lo que quería con toda el alma dejar ya atrás, su entero pasado de pasividad e
ignorancia.
Si quería ella por todos los medios vivir una nueva vida –no era
demasiado joven ya, desde luego, pero le quedaba aún por delante media vida-
dónde iba a ir con aquel Vicenta
sobre la cabeza, se decía. Es que además legalmente podía ahora hacerse. Elegir
para ti, entre todos, el nombre que te
identifique. ¿No es algo en sí maravilloso? Y lo hizo. Cumplimentó todo el
papeleo y eligió llamarse… Ariel.
Y no le iba nada mal como Ariel.
Rejuveneció su aspecto –Ariel es
rubia- empezó a salir, a apuntarse a cosas, a retomar el contacto con las
antiguas amigas. Se convirtió en la líder entre ellas. Todavía, cuando con
motivo de cualquier discusión, o en el simple transcurso de una conversación
encendida en las salas de bailoteo que frecuentaban, sin querer a sus amigas
les salía de los labios el antiguo Vicenta,
se llenaba Ariel de una rabia desproporcionada
que dejaba a todas consternadas, sumidas en un súbito silencio culpable que
acababa por llevar a Ariel hasta el
borde de las lágrimas. Soy Ariel,
joder, soy Ariel.
Pero era sólo un momento. Al cabo
se rearmaba Ariel por dentro y se
erguía resuelta entre todas. Se dirigía rauda hacia la cabina de los di-yeis y
pronto volvía al círculo: “vamos, todas a bailar, zorripandis “.
Atronaba ya Alaska, y era aquel “A quien le importa”, que ellas
celebraban a voz en grito como histriónicas derviches, algo así como el himno
que ensalzaba mientras duraba a todas aquellas Arieles en zozobra, en zozobra como todos, conste.
Post/post: gracias a Andrés Ruiz Espada, a Juante, a Napo, a Winnie0, a CLAVE, a Sonja, a Mateo, a Xad Mar, a Luisa, a Mónica, a Bego, por enriquecer y darle profundidad a este blog, por bloggear conmigo ayer y antes de ayer, GRACIAS.
10 comentarios:
¡Ese maravilloso A quien le importa absolutamente atemporal!! Un beso José Antonio y buen domingo
Yo siempre quise llamarme Sigfrido Perceval de las Altas Torres, estoy seguro de que mi vida hubiera cambiado radicalmente con ese nombre. Te recomiendo que a partir de ahora firmes como Joseph Anthony of the Well.
Saludos
Ariel porque lava más blanco incluso las más feas manchas del pasado?
Esto es muy frecuente, claro que much@s recurren a que por suerte hay diminutivos...saludos y buen domingo ..
Mientras no sea aries, como que me daría igual el nombre.
Saludos.
La vida se parece mucho al mundo del toro. El mundo del toro no es la vida del común. Son otros corazones los que tiene la habilidad de mezclar el arte hecho movimiento con el miedo hecho valor; pero tanto en este mundo como en el nuestro, el de los vurgalcitos, hay una cosa en común:
Ante la imposibilidad de reproducir lo autentico ( que no antiguo) el personal se inventa cosas nuevas tan alejadas de lo genuino y profundo como de la originalidad. Lo nuevo no tiene por que ser original, ni lo de antes tiene porque ser antiguo. ¿ Es antigua el agua de una fuente antigua?
Ante la impotencia e incapacidad de continuar lo bueno de antes, nos dedicamos a romperlo, cambiarlo o ignorarlo.
Si su mamá o abuelita hubiera sido la número uno en el mundo mundial de la ópera planetaria, y hubiese aparecido en los carteles de las principales ciudades del mundo con el nombre de LA VICENTA, seguro que no se habría cambiado el name.
Simplemente no le gusta de donde viene y quiere cambiarlo e ignorarlo.
Hay muchas formas ( casi infinitas) de hacerle daño a unos padres, y una de ellas es cambiarse el nombre que a uno ( o una, claro) le pusieron en su día.
Yo tengo un nombre compuesto. El primero es el de un abuelo que no conocí porque el hombre se suicido agobiado por aquellas desgracias de la guerra ( perdió varios hijos y su mujer en un año). El segundo nombre, que es con el que me conocen casi todos mis íntimos, creo que me lo pusieron para adornar redondeando al primero; pero en cambio, hay ambientes de mi ciudad natal en los que me llaman con el nombre de mi padre, nombre que no se parece nada al mio, pero al que yo respondo muuuu orgulloso. ¡Coño, claro, es el nombre de mi padre!.
A quién le importa si quieres empezar de cero mil y una veces? Lo importante es intentar ser feliz.
Un saludo, José Antonio.
Titania, cuando la felicidad la pones o condicionas en algo tan tangible e intrascendente como un nombre propio, la búsqueda de la felicidad tiene el fracaso garantizado.
Ser feliz, o intentarlo, es otra cosa que siempre pasa más por la aceptación de lo que hay, que por la renovación.
Dicen que lo importante no es la veces que te caes; que lo importante es que te sigas levantando. Ya, pero si andas con los ojos cerrados, levantarse no tiene tanta importancia. Sería sólo cosas de un tontón, o tontona, claro. Nada importante.
Con permiso. Cambio de tercio.
POR CORREO ELECTRÓNICO. ¡QUE MODERNO!
http://ecoteuve.eleconomista.es/ecoteuve/prensa/noticias/4332161/10/12/El-Pais-comunica-los-despidos-por-correo-electronico.html
El diario 'El País' ha dado a conocer este jueves, mediante un correo electrónico a los afectados, que trabajadores se ven afectados por el Expediente de regulación de empleo que ha presentado la empresa.
El correo remitido a los trabajadores con el texto del despido es:
"(...) puesto que la lista de afectados por el expediente de despido colectivo iniciado el pasado martes está incorporada a la documentación facilitada tanto a la representación de los trabajadores como a la administración laboral, le comunico que está en dicha lista de afectados. En todo caso, el número e identidad de los afectados definitivamente por el despido colectivo será el que resulte de las negociaciones entre la dirección de la empresa y los representantes legales de los trabajadores y de la decisión que finalmente se adopte con o sin acuerdo en dicho periodo de consultas.
Un saludo muy cordial."
La lista presentada por la empresa la componen 110 periodistas y 39 trabajadores del resto servicios y gestión, aunque la lista definitiva todavía debe cerrarse. Sin embargo, ya se han filtrado los puestos afectados: ocho en los mandos intermedios y dirección, dos corresponsales, 11 jefes de sección, 14 subjefes, 13 redactores de libre disposición, 45 redactores A, 6 redactores B, 2 redactores C, 9 redactores D, 1 redactor de un año, 35 profesionales de Servicios Auxiliares, y 4 del área de gestión.
JOse Antonio, buenas.El nombre que uno lleve es muy importante para la persona, porque de alguna manera configura todo tu ser, esto lo saben muy bien los hebreos, para quienes el nombre da razón de la relación de esa persona con Dios. El nombre dice mucho de uno, por ello no ha de ser elegido a la ligera. Es con tu nombre con el que te relacionas con el Altísimo; no es tema baladí.Un saludo
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