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domingo, 21 de octubre de 2018

El arma básica de los seductores/as





   El arma básica de los seductores -para Mío libro tuve que estudiármelos bien- reside, creo, en los ojos, en la mirada, que en ellos tiene calidad táctil, como si más que ojos fueran tentáculos acariciadores , sedosas y concéntricas telas de araña a las que una tras otra te envuelven. Con algo de cazadores en ellos, sí: olfatean muy bien -entiéndeme- la PRESA (de alguna manera, de ponerles por un rato unas simbólicas esposas se trata), la miran de frente, de lado, desde arriba, desde abajo, no dejan de mirarla. Ya no la sueltan. En las seductoras, me parece, el mirar tiene propiedades subyugantes, como de remolino o agujero negro gravitando ante ti hacia el que sin remedio te sintieras más y más arrastrado. Falta luego, claro, la decisiva prueba del tacto inicial, pero esa es, my friends, otra historia. 



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miércoles, 21 de febrero de 2018

Fue Konchalovsky, no Redford, quien a Streissand replicó sobre Papá Stalin

     


  
  La morrocotuda sorpresa que me llevé (ver post de ayer) al descubrir a la cándida Streissand, en Tal como éramos (1973), como ferviente adoradora -hasta el punto de reservar a su imagen de Ídolo Máximo el principal Lugar de su salón- del Grandísimo Tirano Stalin, tras el completo pasmo inicial, me hizo recordar al ruso Konchalovsky, que fue quien en realidad, a través de una mujer, –no el guaperas Redford en la peli de marras- le daría adecuada y tragicómica réplica a la bárbara Barbra.  En la irregular obra que Konchalovsky consagró al monstruoso sistema criminal del estalinismo, “El círculo del Poder” (1991), existe una secuencia preciosa, bien ilustrativa también de los extremos aberrantes y antinaturales a que puede llevar el fanatismo político. El protagonista, Iván Sanshin, un ingenuo supercrédulo de la omnipresente propaganda oficial comunista, es un candoroso y humilde servidor del “Amo” Stalin, a quien adora sin humana medida y cuyas consignas repite con entusiasta y adorable entrega. Ni siquiera, como la Streissand en la de Pollack, es dirigente de nada. Su mujer, Anastasia, más en la realidad de las cosas, es más escéptica y contestataria. Se va abriendo, claro, a pesar del amor que sin duda se profesan, una distancia irreparable entre los dos. Un “Tal como éramos” al revés, yes. En el clímax de una discusión, Anastasia interroga a Iván:
     -Iván… necesito saberlo, ¿a quién quieres más? ¿a Stalin o a mí?
     Emite entonces Iván una sonrisa, desarmante por lo abierta y tierna. Le contesta con la misma en la flor de los labios.
     -Cariño… qué cosas tienes…
   Le busca ya los ojos, la encima para abrazarla. Concluye, todo serio, al cabo la respuesta…
     -… ¡a Stalin, naturalmente!

     Quien naturalmente queda conmocionado, acongojado, petrificado es, junto a Anastasia, el espectador, partícipe ahora de la terrible capacidad que tiene la Ideología estalinista para penetrar y trastocar hasta subvertir, los lazos más primarios y los sentimientos más cercanos e íntimos de los individuos, incluso en un ser tan angelical como el Iván éste.

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martes, 20 de febrero de 2018

Tal como éramos: la cándida que junto a Redford hacía allí la Streissand era literalmente... ¡estalinista!

  


   

  Increíblemente extraño el comprobar cómo funcionan la memoria y la atención a veces. Una de estas noches pasadas, zapeando que vienen dando, me topé, empezada ya, con Tal como éramos, el clásico de 1973 con Redford&Streisand estelares y dirigidos por Pollack. La había visto en otras ocasiones, claro, entera y a trozos, pero como la música es tan bonita, están ellos dos tan bien y la historia de amor entrambos resulta tan potente, allá que de nuevo me sumergí en ella encantado. Me esperaba una sorpresa morrocotuda no, lo siguiente: apelotante. Es, ya sabes, el emotivo relato de cómo dos personas bien diferentes, con talantes e ideas políticas muy distintas, pueden a pesar de ello profesarse amor del verdadero… y por causa de ello asimismo para siempre distanciarse. Él es guapo, sonriente, triunfador, individualista, pragmático, elitista, conservador, militarista cuando toca. A ella nos la ponen más bien patosilla, seria, trabajadora, colectivista, abnegada, pacifista según y cómo, en fin, una tan bondadosa como ferviente militante comunista. Con esa contrapuesta nitidez nos los presenta la hollywoodiense producción.
      La mitad inicial de la película transcurre durante los años 30 y 40 del siglo pasado, en el piso o apartamento de ella, al que él se muda. ¿Quieres creerte que hasta esa misma noche no había reparado en que el Cuadro Principal que preside y decora esa estancia es… ¡un monumental y sonriente Póster de Papá Stalin como Faro Radiante de la Humanidad! ¡Como una verdadera Estatua de la Libertad –la misma pose adrede- que quisiera desbancar a la típica de los muelles neoyorquinos!  No Marx. No Lenin. No el Líder del comunismo gringo. ¡Directamente Stalin, óyeme bien! ¡Sin la más mínima referencia negativa en el guión -¡a estas alturas de la película!- a su siniestra Figura; al contrario, al concederle espacio tan primordial y reservado, tan esencial, no pareciera allí Stalin sino el Sumo Inspirador del cándido idealismo militante y propagandista que alienta a la protagonista. ¡Con los millares de crímenes que llevaba ya, perfectamente acreditados, a sus espaldas el Déspota georgiano, por derecho propio entre los dos o tres Mayores Criminales Masivos de la Historia! ¡Y nos quiere discursear luego el personaje de la Streisand sobre el miedo que la caza de brujas quiso imponer en USA, que es nada, nada de nada comparado con las hambrunas y los asesinatos en masa, ya conocidos, que el Gulag de su Ídolo había y estaba entonces mismo ejecutando! La propia Streisand proclama en el video del making off (min 3´30 y ss) que… “en 1968… (yo) tenía la misma inclinación política, así que el personaje me llegó muy hondo, podía entenderla, sabía quién era”.  Ese fenomenal tributo en loor al Gran Tirano resulta espeluznante. Pues ahí está… y hasta ahora yo no lo había visto.

   ¿Recuerdas a alguien, conocido o desconocido, que hablando de esta película haya reparado y hablado sobre este sonrojante homenaje a Stalin? ¿Imaginas el destino de la película si el del cuadro presidente hubiese sido de Hitler? He buscado por todos lados en el Internet imágenes o fotogramas del Cuadro de Stalin que, viéndose tan claramente y en varias escenas, pudieran ilustrar este texto y misteriosamente… ¡no he encontrado ni una! ¡Ni una sola referencia textual tampoco! Como mínimo, curioso, ¿no? Sólo he podido hallar este video (abajo) sobre el making off de la película, en cuyo minuto 18 y segundos siguientes, y en el 24: 40 minutos,  la Cosa Oprobiosa aparece. En fin, “Tal como éramos” ya es sólo para mí el retrato de aquella indignada… ¡estalinista!

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miércoles, 25 de octubre de 2017

¿Tal como éramos, hoy?

   


   En Tal como éramos, que es de 1973 (y cuánto ha llovido desde entonces, o más bien qué poco, no sé, cuántas veces ha salido el sol, mejor digamos), Robert Redford y Bárbara Streissand, encantadores de verdad, pese a mantener ideas políticas distintas se enamoraban perdidamente uno de otra y otra del uno. Rompían por ello luego, se rompían por dentro, se alejaban, se añoraban… volvían a enamorarse, esto es, a guarecerse hasta fundirse bajo la lumbre de su amor. Pensaban diferente, respiraban y vivían diferente, pero no dejaba un momento de quemarles, en las manos y en la mente, el amor profundo y sincero, desinteresado, que se profesaban. Reflejaban también, creo, unas formas de ser de las personas entonces. ¿Se haría una película así hoy? ¿Se dan, en estos tiempos fanáticos, personas tan maravillosas como ellos dos? Ahí te lo dejo, que hasta mañana yo me alejo. Ahí te dejo además esta preciosa escena final: con cuánta ternura, después de tanto y tanto, se acarician ellos con las manos. Sólo que la lleva ella, ay, bajo un guante, símbolo de la distancia imposible, que los ojos de ambos niegan. Más la inolvidable canción, va.  

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sábado, 28 de abril de 2012

Y lavarle yo el pelo a la Juez Alaya,yes



   Hum, daría uno su vida entera por parecerse un algo a Robert Redford, e investido con ese formidable poder de convicción que otorga un físico sobresaliente, acercarme a esta mujer tan corajuda y seria siempre –en las antípodas de las infinitas y ególatras poses garzonitas ante los media-, de recatado mirar en sus ojos negros sobre la figura estilizada, como una cariátide concienzuda por dentro que no dejara ni por un instante de tirar con decisión del endeble carrito de la Justicia, sorteando cuantos bordes, bordillos, bordones y trampas el Régimen corrupto de la Psoe en la Bética le pone al paso.
   ¡Cuánto arrojo en esa mujer infatigable, buceando sin desmayo y en solitario –una mujer, el candil vivo de sus ojos humildes en busca de la verdad, sus pasos precarios, su decisión inquebrantable- en las fauces mismas del Ogro filantrópico, atiborrado éste de cocaína, cubalibres y millonarias pringás de los amigos del Progreso y sus secuaces, en la pesquisa de los dineros malbaratados y destinados a los trabajadores en paro! ¿Qué cantan los poetas andaluces de ahora, decía Alberti? Le canto yo, un anónimo bloguero tan solo, a la juez Alaya, qué pasa.
   Al paso y para tumbarla le salió Alfonso Guerra, ese dechado de  Ética en la Bética. Para zaherirla quiso el muy malvado por los pelos arrastrarla por el fango, escupiéndole el veneno de una relación personal con un candidato popular. ¿Se movieron las Mujeres progresistas en contra de machismo tan hurraco? No, madre. Sin inmutarse, sin un mal gesto, muda ante la Prensa, siguió la juez a lo suyo, arrastrando la mínima sansonite de la equidad, buscando luz de verdad en ese lodazal de retorcidas culebras y de inmundos reptiles.
   
    Igual que Redford en Memorias de África le diría yo a la juez Alaya, quizás soliviantada por la calorina del Mezzogiorno, por los tentáculos de la Chaves Connection, por las mandíbulas batientes de tantos cocodrilos que ansían un desmayo suyo, “creo que puedo ayudarla”. Sí, a la orilla del Guadalquivir, bajo una sombra propicia, le tomaría yo entre mis dedos sus cabellos brunos, que son muy abundosos, tanto que se le derraman en cascada de fronda sobre la recta espalda. Sopesar así su melena entera, recogida toda en el hueco de mi mano, liberar su cuello esbelto y sus hombros renacentistas, permitir que el aire por allí la circule y refresque. Acercarme un instante el aroma de esa selva densa y morena a la nariz. “Descanse, abroche los párpados y olvídese ahora de todo, Jueza mía”.
     Claro, le rebosaría yo los cabellos de un jabón muy blanco, le aplicaría en masaje todo el bálsamo –óleos de ternura, no de feo deseo- que con las manos fuera yo capaz de transmitirle por entre las ondulaciones de la cabeza, se lo recogería arriba en coleta de pompas que al momento desharía, juguetearía sin prisa entre el jabón y su pelo, como un niño vagamente travieso, sólo por procurar el sosiego de mi Jueza, por suspender en sus sienes las asechanzas de los saurios.  
    Y luego, como en un sueño mío, por ver si además era capaz y todo yo de hacerle asomar al rostro el naciente sol de una sonrisa, pondríame en la boca la voz del actor que dobla en español a Redford  y muy cerca del oído le volcaría unos versos míos, de mi Romance de la Kirchner y el Dioni en Olite (post 15-4-12):
No te pares, Martín Fierro
no te pares, gaucho mío
sigue firme con tu hierro
cabalga duro mi albedrío,
son la vida cuatro días
es la Vida tu espolón,
no valen más esta puesta
este sol, este fragor
este cielo encabritado…
que mil acciones de repsol ,
que le den por saco a la Patria
que acá quiero morirme yo.
  
  “Perfecto”, remataría yo también entonces,  ante el lírico entreabrir de esos ojos, afianzando así de incuestionable verosimilitud artística  la realización de ese sueño bloguero a la orillita del Guadalquivir, Jueza mía

Post/post: gracias a Cesar, a Alp, a Regalantería por no dejarme del todo a solas blogueando ayer, y a RCBustamante y a Blanca Primavera, que siguen ya mi blog, agua limpia y fresquita todos para poder seguir escribiendo, GRACIAS

viernes, 27 de abril de 2012

Cristina Kirchner y Baltasar Garzón en... Memorias de la Pampa



    
   ¿Cómo dejar sin papel en este reparto a Doña Cristina Kirchner y a la cohorte de bellos efebos pasolinianos que la circundan? ¿Cómo dejar la noble testa de esta nueva Evita degenerada, degenerada en hinchada muñeca de tómbola quiero decir, sin su lavado de crenchas correspondiente? Pues, si ya sabemos que, tras disponerla mirando a Pamplona, dióle en Olite el Dioni lo suyo a la Señora, -repasar,please, el Mío Romance de 15-4-12- es seguro que no deseará ella, tal es su afán voraz de protagonismo, ser menos que Meryll Streep, que Elena Valenciano, que Soraya Rodriguez, en fin que la misma Reyna de España.
      
   Es más que probable que el Dioni rehúse, por escrúpulo de pícaro menestral, a seguirle ya en esto el juego a la Kirchner, millonaria pancorrupta e inflada musa de los anti-capitalistas hoy. Bien está el mucho recordar en la faz e incluso pasar por copia viva del difunto K, pero suplantar a Redford ha de parecerle sin duda cruda entelequia ya. ¿Quién en medio de la inmensidad de la Pampa habrá entonces de desenredarle y enjabonarle las cerdas a la Diva K? ¿Quién le susurrará al oído dulces milongas como lastimeros tangos? ¿Quién derramará un aljibe de agua pura capaz de lustrar el caucho de labios tan morrocotudos?  En fin, ¿quién  con ternuras de galán mediático le acariciará la curva insólita de la nuca y el cuello?
    Lo adivinaste, cuco lector. Sólo el gran Garzón es Héroe capaz de tarea tan reservada. De acerdo, por Redford no puede él ni de coña colar, pero, con algo de misericordia mirado, algunas trazas de Richard Gere, aunque sea un gere con lorzas y de rebajas, si pueden aceptársele a Garzón en el envite. Además, que tampoco la Diva, no nos engañemos, es la Streep precisamente. Tal para cual vaina entonces.
    
    Perviven aún en el aire del Congreso argentino, como inconsútiles pompas de jabón machadianas, los sutiles requiebros que hará poco más de un mes, (mío post 6-3-12) con todos los legisladores por testigos, se prodigaron la romántica parejita. ¿No lo declaró acaso ella “Visitante Ilustre”? ¿No lo contrató como asesor de la Comisión Parlamentaria de Derechos Humanos? ¿No le devolvió él muy gestuales cucamonas? ¿No es el atronador silencio de Garzón sobre la dudosa legalidad del expolio de Repsol la mejor prueba de la verídica liasson que entre ambos entre las manos les estalló?
     Es la estampa de aquella conmovedora escena la que otorga verosimilitud plena al más que plausible lavado del moño de la K que Garzón a la vera del Río de la Plata ha de regalarle encantado. Así es que, Titán Garzón, manos a la obra, sacra música de Piazzola, que la buscada inmortalidad que otorga el Séptimo Arte y los ojos malevos de la K le esperan. Ya sabe su Excelencia: “Reza bien… quien bien ama… al Hombre, a la Bestia… y al Pájaro”. Eso, menudos pajaritos in love.


           
Post/post: gracias a George Orwell, a Winnie0, a Sonja, a CS Peinado, a Mónica, a NVBallesteros por bloguear de lo lindo conmigo ayer, a Nuku-Nuku y a bymyheels por seguirme en el blog, por ser acicate todos para seguir escribiendo,GRACIAS.

jueves, 26 de abril de 2012

¿Y "Memorias de África" con Elena Valenciano?


  
    Sin embargo a Elena Valenciano, ya ves, Soraya, jamás le lavaría yo el pelo a la manera de Redford en Memorias de África. Ya, ya sé que tampoco ella por nada del mundo me lo iba a permitir. Que se lo lave mejor el Maese Rubalcaba, que se le adivinan buenas mañas a él en el vaivén de las manos y el jabón, ya que de entre todas las grandes mujeres socialistas, a ella eligió como número DOS del Partido de los Imprescindibles, según él mismo dijera en su Congreso.
   Y es quizás porque acaso cree ver uno –insignificante bloguero sin nombre al cabo- adensada sobre la figura de Valenciano como el destilado de una tristeza legendaria que es más una pesada abulia que otra cosa. Quizás, ahora que Maese Rubalcaba la ascendió de rango, quiera sacudirse Valenciano esa aparente desidia del ser y por eso llame en muy melodramáticos términos a las familias españolas nada menos que a “defenderse en la calle de las agresiones del gobierno”.  “O paramos a este gobierno o el gobierno va a parar a la sociedad española”, ha apostrafado ella en apocalíptica disyuntiva. Claro, si Rubalcaba acuñó el “Pelea por lo que quieres” como divisa de su campaña, no habría su número Dos de quedarse atrás a la hora de enarbolar un lenguaje virulento.
   
    Puede que la insulsa languidez que percibe uno en Valenciano esté en parte condicionada por la lastimosa impresión que me causaron sus  explicaciones actuales al descubrirse que había falseado ella su currículum académico auto-adjudicándose dos licenciaturas (Derecho y Ciencias Políticas) que jamás consiguió: “Empecé Derecho y me pasé a Políticas. No terminé. La verdad es que me aburría y  me da pereza acabar”. Pocas revelaciones tan elocuentes y desvargonzadas como ésta podrán encontrarse acerca de las élites gobernantes en nuestro país y del contradiós sobre el que la sociedad española está montada. No terminé-me aburría-me da pereza. ¡En semejantes términos de indolencia y vagancia se adorna en público la número DOS del partido socialista! ¡La misma que llama ahora, contra el clamor de su primordial responsabilidad en la Ruina, a la gente a pelear en la calle! Carreras no terminaría ella ni una -¡ni la de Políticas, que se aprueba sin dar chapa!- pero en materia de Descaro sí que la Vida política –Maese mediante- desde luego la ha doctorado cum laude.
     
   ¡Cuánto no se llenarán de desánimo la voluntad de miles y miles de jóvenes estudiantes normales –tengan las ideas que tengan- al enterarse de cosas así! Cómo entonces lavarle el pelo a una actriz de similar jaez, si lo que primero debería ella lavarse es la propia conciencia. Triste resultaba también la gran Mari Trini –unos aires similares en las poses desmayadas quizás a ambas hermanan- pero con esa tristeza compuso ella en su tiempo algunas hermosas canciones difíciles de olvidar. ¿Y Elena Valenciano qué?
  Post/post: gracias a Victoria Eugenia, a Jose Carlos Rodriguez, a George Orwell, a Anónimo, a Rose, a Winnie0, a Mónica, a NVBallesteros, a El Fugitivo, por bloguear ayer con Soraya y conmigo, GRACIAS.

miércoles, 25 de abril de 2012

A la atención de Soraya Rodriguez, alcaidesa del Rey de España



     
  Muy señora mía:
        Verá, Soraya, ando en estos días en el mío blog dándole vueltas y revueltas a la tormentosa “aventura africana” del Rey, doblando al fin el Cabo de Buena Esperanza consistente en desearle a la Reyna Sofía que  se desquite ella del Borbón bribón haciendo un personal remake con Robert Redford de la sensualísima secuencia en la que con sumo arte le lavaba él toda la rubia cabellera a Meryll Streep cuando aquello. Ese cielo la Reyna se lo tendría bien ganado, creo.
    Reparaba también en el carcelario papel de alcaidesa que se pidió protagonizar usted en el africano lío real. He aquí sus palabras, anteriores a la más mínima declaración del Rey: “Don Juan Carlos está siguiendo de forma directa todo lo relativo a su viaje… es conocedor del comprensible malestar e indignación de la sociedad… por lo que el PSOE espera que se dirija a la sociedad y diga algo al respecto”. Admira la insólita prepotencia con que siendo solo portavoz parlamentaria del partido de la oposición permítese usted hablar en nombre del Rey, incluyéndolo maniatado en el papel que en el discurso que a usted le conviene nada menos que al Rey de España le adjudica, ordenándole de paso la puerta única de salida que al reo le queda.
     
    Reparé luego, Soraya, en su nueva imagen para el público. Como a la mayoría de los que se quitan las gafas para colocarse lentillas, se le ha quedado a usted, permítame alcaidesa real el atrevimiento de decírselo, una expresión algo triste y como sufriente sobre el rostro. Parecen sus ojos expresar incontables y soterrados dramas con el solo mirar. A cambio su nueva melena –sin entrar en si es la misma natural como la vida o producto de artificiales extensiones- le discurre torrencial a ambos lados del óvalo, majestuosa y aleonada. Esa disonancia icónica, batida con el tono de sus muy severas palabras sobre el Rey de España, como un ordeno revuelto en una pena, aunque movía a confusión, no dejaba de turbarle a uno, neurasténico bloguero con ínfulas a la postre.
     Bueno, reconozco que no soy yo precisamente Redford, que es cualquier parecido suyo con el mío eso, muy azarosa coincidencia, pero he de confesarle, Soraya, así por ello Pablo Iglesias me disculpe, que, al observar la copiosa fuente de sus cabellos, el caudal de esa brava abundancia, fantaseé con lo mucho que me gustaría que Usted y la Nada interbloguera que uno es, a hurtadillas del mundo pudiéramos fugarnos hasta un oasis del Kalahari y allí a nuestras anchas –conciliando de paso sobre aquellas ardientes dunas las tópicas dos Españas- pudiera yo, a la manera de Redford, hundirle suaves mis manos entre las sienes, tomarle la mata de su pelo entre los dedos, sopesársela contra la nuca y enjabonarle con mimo cada recoveco de su cráneo, sí, enjabonárselo de lo lindo, susurrarle al oído una de mis poesías que en este mismo blog pueden leerse, volcarle luego un cubo de agua fresquita encima y soñar con cambiarle así, por un momento al menos, sus ojos tristes por unos bien  zumbones y massieleros.
     Y que fuera sólo entonces el Rey de España ante la Prensa nuestro único portavoz: es que Soraya Rodriguez no tiene que dar de su vida privada ninguna explicación, diría él. ¡Un anónimo bloguero faccioso lavándole el pelo a toda una portavoz socialista en el Parlamento! ¡Podría Usted después, una vez allí, como Karen Blixen, agitar mil y una revoluciones por todas las empobrecidas Áfricas! Fíjese, Señora mía, los desorbitados e interclasistas remedos que pueden alcanzar mis pobres fantasías. Afectuosamente suyo
                                                              José Antonio del Pozo



 
Post/post: gracias a Mónica, a José Antonio, a Charo y a Roy (qué alegría) por no dejarme del todo solo blogueando ayer, y a Ismael, seguidor del blog ya, fresca agua ellos para seguir escribiendo, GRACIAS.

martes, 24 de abril de 2012

Las Memorias de África de la Reyna Sofía


   
    “Una última cosa he de decirle…” continúa declamando Redford, pero justo entonces, como llevando lo que entre ambos está ocurriendo -el demorado contacto de las manos recorriendo la piel de ese cuero cabelludo, todas esas terminaciones nerviosas masajeadas- a un plano muy íntimo, a la vez que alcanza la jofaina de agua, mientras ella mantiene cerrados los ojos y ondea la cabeza como si dentro de un sueño anduviera, le susurra: “Incline la cabeza”, y a un mismo tiempo ella, en efecto, la inclina y conduce él hacia atrás esa cabeza.
   
  Comprende ella que le va a caer un alud de agua desde lo alto, y es asombroso como se las apaña Meryll para expresar la anticipación de ese intenso placer que se anuncia, sólo entreabriendo los labios hacia el pico imaginario de la jofaina. “Reza bien… quien bien ama… al Hombre, a la Bestia,…y al Pájaro…” susurra él, nada casual ese preciso verso, mientras la cámara encuadra el bellísimo rostro desnudo, sobre el que se derrama el agua en un plano de una sensualidad desbordante, pues lo borda la Streep para, casi inmóvil como se halla, ofrecernos, con dos nuevos estremecimientos de los labios entreabiertos, todo el remolino de sensaciones placenteras que la están embargando y casi anonadando, así consigue Streep trasladarnos como por dentro va digiriendo y saboreando el clímax de la situación, al encadenarse y desencadenarse ahí ya todo: Redford-la piel refrescada-la caricia del agua limpia-el verso de amor-el júbilo de la sensual existencia. Es precioso ese rostro, ese pelo mojado, esa boca frutal, esa maduración íntima de la experiencia y degustación del placer, como si en elipsis estuviéramos en realidad asistiendo a un acto de amor del que más bella aún emergiera.
      
   Oscila al cabo un poco ella la cabeza, como en un interior espasmo, -qué decir del riachuelo jabonoso, blanco, que vemos deslizarse entre ambos, a qué alude, mejor no lo digamos, que erotismo es sólo eso, rodear, no nombrar la cosa- mientras le sujeta Redford la nuca entre su mano… abre ella los almendrados ojos, casi despertando de una idílica ensoñación… y sí, ahí está Redford. Cómo le sonríe ella entonces, entregada, con cuánta gratitud y Amor mira ahora a quien sólo lavó su pelo. “Perfecto”, remata el galán, atractivo y risueño, la escena, el delicado misterio que entre ellos dos se ha abierto. 
   Memorias de África, yes, anímese, Reyna Sofía, hágala suyas, y que al Borbón zambombo mucho le vayan dando.
  
  

Post/post: gracias a Jackie, a José Mª Araujo, a Winnie0, a Mónica, a Sylvia Reguero, a Javir, a Luisa, a NVBallesteros, a Fernando Santos (seguidor nuevo del blog, puro oxígeno para continuar escribiendo) por bloguear a mi lado ayer. GRACIAS

lunes, 23 de abril de 2012

Memorias de África, sí

   
   Por supuesto que duele ver a la Reyna Sofía tratada así, como un trapo, por el Borbón rijosote, y casi nada más desearíamos que ver de nuevo al Monarca con el ojo a la virulé, y que así se lo hubiese dejado de un torniscón la Reyna Sofía, y que luego largárase al Serenguetti ella con el mismísimo Robert Redford,  que le hiciese allí él sobre la cabeza la misma deliciosa ofrenda que en aquella memorabilísima escena le hacía a Meryl Streep, y que al menos así un poco se equilibrasen las cosas. ¿Se lo recreamos juntos tú y yo, lector, como si la Nada de un blog casi anónimo pudiera servir de desagravio a toda una Reyna? Intentémoslo al menos, dame tu mano, lector, va. Como dicen los toreros, Majestad, va por Usted:

     La escena es todo un tratado fílmico, atiborrado de sensibilidad, sobre la distinción entre el erotismo y la pornografía, que debería ser enseñada en todas las escuelas mil veces antes que cualquier burda iniciación a la sexualidad. Se desenreda malamente Meryll las crenchas –estamos en el asfixiante y pegajoso desierto- y  Redford, que la ve, aparta su propio quehacer, “creo que puedo ayudarla”, señalando de paso ya el espíritu de colaboración que toda aproximación sincera necesita.
   
    Les vemos ya en el plano siguiente inmersos ambos en una muy especial intimidad entre ellos desplegada pese a estar oficiando una experiencia diríamos que puramente funcional y externa: el lavado del pelo. Pero, atención, tiene ella cerrados los ojos, tiene dibujada ya una sonrisa sobre los labios cerrados; escucha así, con esa intensidad receptiva multiplicada, las frases festivas que le está él pronunciando a su espalda, mientras le frota con las manos todos los ángulos de su cabeza enjabonada.  Abre ella un poco los ojos, sonríe, los cierra. Sigue Redford declamando para ella. Tras ellos, las aguas del río, del río de la vida, claro, discurren ahora pacíficas, nemorosas, que diría Garcilaso.
    
   “Se está saltando versos”, le interrumpe ella, en amable queja, como ese niño contrariado que no quiere que avance el cuento que de sobra se conoce y que desea saborear al completo. “Suprimo los trozos aburridos”, responde él, también como ese niño impaciente que quiere llegar ya a la parte de mayor emoción. La misma a la que llegaremos tú y yo mañana, lector, si aquí me sigues y tomas mi mano de nuevo, que no quiero ya más por hoy abusar de tu preciado tiempo.




   

Post/ post: gracias a El Hada de los Cuentos, a Alejandro Pérez, a Lobo Solitario, a misael, a George Orwell, a Sylvia Regueiro, a José Antonio, a Winnie0, a Anónimo, a CSPeinado, a El fugitivo (gracias por los versos,poeta), a NVBallesteros, a Victoria Eugenia Canela, a 90.000 ciudadanos, por bloguear conmigo en domingo, por dejarme el agua limpia de su colaboración en este blog, que es también vuestro.