Merecen un duro castigo por lo que entre cinco -militar y guardia civil
dos de ellos además- a la joven hicieron, quede claro desde la primera línea. Hablábamos
el otro día de la paliza brutal y de la indecible humillación que en Algeciras
recibió una mujer mayor, a merced de los puñetazos y patadas de un tipo que
cerca estuvo de matarla. ¿Qué sabemos de ella ya? Del cruel asesino de Diana Quer y del pronóstico de siete años de cárcel que su abogada
le calculaba. No sé si esos casos, y otros tantos, acaso más graves, han dado
lugar al mismo volumen de indignación que el que ahora comentamos. A veces reflexivamente
se critica la cárcel, a veces airadamente se exige cárcel y más cárcel. A veces reclamamos reinserción, a veces pedimos Ley del Talión. A veces
el enfoque se centra sólo en el dolor por la víctima, como si el criminal no
existiera y de una fatalidad la cosa se tratara, a veces, incluso en los peores
casos, se compadece al delincuente, a veces exclusivamente se le sataniza. A
veces se culpa al Sistema –para “difuminar” la responsabilidad del culpable-, a
veces no. Según y cómo nos interese todo ello. Es difícil imaginar, en el caso
de La Manada, que un intelectual de postín osara, como a
propósito del asesinato del niño Gabriel vimos, abanderar por escrito un Todos-somos-AnaJulia.
En fin, mi criterio es, repito, que
los cinco de La Manada (tenían
además antecedentes, atroces guasaps después de, ausencia de arrepentimiento) merecen
un duro castigo por aprovecharse como lo hicieron del estado de shock en el que
la joven en aquella inmunda sordidez quedó confinada. Y más allá de la polémica
sobre unos años más o menos de cárcel, me parece más decisivo resaltar la
insuficiencia y la inoperancia de la
cárcel –en este y en otros graves delitos-, que quizás sin quererlo
refuerza la personalidad asocial del reo, a la hora de establecer el castigo
social que algunas conductas merecen y la prevención de las mismas: ¿No sería
más justo enfrentar a los de La Manada
con su responsabilidad individual en
la salvajada que llevaron a cabo y, en consecuencia, compatibilizar la prisión
con duros trabajos sociales, que les hicieran conocer de primera mano la peliaguda
recuperación que las víctimas por delitos similares a los suyos han de
afrontar? ¿No habría además que adoptar alguna medida legal que impidiera la
tremebunda accesibilidad del porno en la vida de todos, cuyos bestiales códigos
tantos “rotos” en las molleras y en
las sensibilidades originan?
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