Habría que leer el “libro” en cuestión, claro. Parece que apunta maneras, sí. “Cuando uno acaba de leer El odio, el libro de Luisgé Martín sobre Bretón, siente entre las manos un objeto viscoso y sucio. Y no tanto por el retrato del criminal despreciable que mató y quemó a sus dos hijos pequeños como por la sospecha de que el escritor nunca tuvo claro lo que quiso hacer y aún así, lo hizo”, escribe Daniel Arjona en El Mundo (22-3-25). Con independencia de ello, resulta ya SIGNIFICATIVA DEL TODO la tendencia social dominante en la industria cultural occidental, al menos 60 años ha, que el mismo una vez más refleja: la nítida predilección en autores-empresas-consumidores por el retorcido mundillo, por el malsano morbo que les rodea, por las estultas “razones”, de los psicópatas, en escalofriante paralelo al escandaloso vacío cultural que la voz y las razones de sus víctimas, y de sus familias y deudos, producen. Si una Editorial de Postín, como es el caso, da cobertura y negocia y circula esta bruta desmesura, es porque huele a distancia el Negociazo a la vista, la pulsión del morbo reinante y dominante. Que a marx a marx eso “viscoso y sucio” lo haya perpetrado lenta y premeditadamente un gran Nombre del Progreso SL, a la sazón y a la salazón autor de los discursos pedrosanchezcos, es ya de toma-pan-y-vomita.
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