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miércoles, 27 de octubre de 2010

La fracasada Trini


    
      Uno de los sabios consejos que sobre política exterior Moratinos gimoteante reconoce ahora haber aprendido de ZP quizás fuera aquel inolvidable por el que el impar presidente empeñóse, contra la más elemental prudencia diplomática, en subrayar el carácter fracasado de la orientación política de Ángela Merkel.  Merkel, con algo de Ángela Lansbury en las trazas, díctale hoy a ZP –en realidad, ay, nos lo dicta a todos nosotros- el aceite de ricino del severo castigo presupuestario, por ver si algún remedio aun es posible al crimen del despilfarro que la luminaria socialista ha ido en estos años escribiendo.
    
     Muchos parabienes de la clase periodística, a la salida del rediseño zetapeico de la gobernanza, han recaido sobre la figura triunfal de Trinidad Jiménez, catapultada nada menos que al mando y a la representación de toda la acción exterior española. Y creo que, sea uno del Barsa o del Madrid, o del Osasuna incluso, estaremos todos de acuerdo en señalar a Trinidad J –la señorita Trini, que dijo Alfonso G antes de que un patanesco alcalde popular les regalara un balón de oro-  como la indudable poseedora del record mundial de televisivas sonrisas, prodigadas eso sí, con cuanta luminosidad a ella en el lance adorna. Lissavetzski, que llevaba, por delegación de ZP, la cosa de las medallas, sin duda cautivado por claridad tanta, quiso en Madrid ponerle una bien grande y hasta ofrecióse con ella a marcarse un inolvidable vals de las mariposas, adminículo este último hoy de moda en todo esponsal que se precie. De ahí el triste careto de viudo consorte que a Lissavetzski le ha quedado. Pero tanta sonrisa, por espléndida que sea la misma, no debe ocultar al observador perspicaz el muy real fracaso que en el fondo de la misma, como una caries sólo entrevista, se agazapa. De fracaso en fracaso hasta la victoria final, gracias sólo al favor zetapeico.
    
     Veamos: fueron primero los ciudadanos madrileños quienes a Trini J y a su chupa de cuero para la alcaldía rechazaron, prefiriendo a su faraónico primo, que ya es preferir. Luego se fue a dirigir iberoamericanos asuntos, y en su línea, de decidida oposición  al primate Chávez, vióse entonces relegada por los simiescos compadreos con el ínclito de Moratinos, ministro de la cosa, que váyase ahora a saber sin en ello seguía o no otro de los sabios consejos zetapeicos. Entregada hasta el quicio a ZP accedió a la orden de éste para pelear más tarde por la batuta del socialismo madrileño: bueno, pues incluso entre sus propios conmilitones, pese al regalo trinitario de millones de sonrisas –a mí, lo reconozco, amado lector, me viene de frente Trini, me sonríe, me regala una rosa encima, aún con espinas y todo, no te digo ya si además me besa, y es que hasta mi blog se lo regalo-, hubo de verse desautorizada, optando ellos, que tampoco es moco de pavo, por un señor de Parla. Sentenció entonces ZP,  a quien, ya se ve, también en asuntos nacionales  la suma sabiduría  alcanza, que es “el que gana es el mejor”.
    
     Entonces, si uno no tiene siquiera el beneplácito de los “queridos compañeros”, si, como el presidente sostiene, demostrado está que los hay mejores que uno, si sólo puede uno apoyarse  en el personal favor de aquél, cómo con sentido común, si no es por la pura apetencia de Poder aceptar el regalito –que todos, otra vez ay, sufragamos- del más de los más poderosos. ¿Resulta acaso injusto concluir, a la vista de los desnudos hechos, que sólo es Trini, emperifollada de sonrisas, poco más que la favorita del Presidente?
    
     Imagínate, querido lector, qué sonrisa en verdad íntegra y honda, sobre todo para sí misma, que es lo más importante, hubiera podido enarbolar Trini J, si ante el presidencial ofrecimiento, hubiérale dicho ahora… NO. No, majo, hasta aquí ha llegado mi abyección. Y hubiérase alejado entonces hacia el fondo del escenario Trini J, de espaldas a los focos y a los flashes, sí, pero con el afecto sincero, aunque anónimo, de millones de observadores, del Barsa, del Madrid, y hasta de la Cultural leonesa.
    
    Vemos, pues, en el caso Trini, una parábola más de la verdadera religión hoy dominante: la del éxito, y como sea. Trinidad Jiménez es ya Ministra de Exteriores. Ya tiene, como diría Empar, el cromo que buscaba ella desesperadamente. Cuenta ya con el Mundo entero como ideal platea para lucir su –esta sí que sí- sonrisa planetaria. Alabado sea ZP. Pero se sabe también que en esto de reír, el último de la fila a veces es, como si hubiera ganado de verdad unas elecciones en las más íntimas urnas del alma, quien mejor sonríe.

sábado, 23 de octubre de 2010

¿Otegui, próximo Príncipe de Asturias?

    
     Sigamos haciendo de malvadísimo fascita, que no decaiga la chunga: digo yo que, vista y comprobada la ascendencia que el grupo Prisa (vale decir, Rubalcaba, el héroe de Balaclava) tiene en el negociado de la concesión de los susodichos premios, ahora que le ponen ellos a Terrorista Arnaldo portada, cinco columnas y más que apabullante despliegue tipográfico, que ni a Lennon si resucitara, para que diga Él (sólo cinco días después de la Fiesta Nacional española) que de la ecuación vasca (lo dirá por la equis famosa del Garzón abatevenados, ese indómito cazador a quien Rubalcaba quiso en tiempos, oh tiempos, a su vez cepillarse ) tienen que desaparecer TODAS las armas, (toas, toas, toas, podría tal vez cantarlo y seguir ese ejemplo, como el cantarín Jesulín, que fue también dejar lo suyo, salvaje torturador de toros, y ponerse al cante), ¿no habremos entonces de ver en no muy lejana edición al ilustre terrorista Arnaldo recoger el papiro enrollado ese a la Concordia de manos de la española Realeza?
   
     (Respira, lector mío, que si has sobrevivido a tantas subordinadas del parrafote anterior, tan contraindicadas al espíritu supersónico del internete, es que eres tú entonces de una muy especial especie y nunca sabrás del todo cuanto agradezco yo contar con tu favor y con tu paciencia tan… a prueba de bombas iba a poner, fíjate, que es que en hablando de Otegui, por qué será, estallan ellas solitas, como por simpatía, debe ser).
    
     Al fin y al cabo si el gran Gómez en quince días pasó de apatrullar por las calles la Huelga General contra el Gobierno a las confortabilísimas estancias del Consejo de Ministros del mismo, si Cardenal Rubalcaba ha puesto sucesivamente toda la panoplia de su inteligencia retorcida sucesivamente para negar contra la más brutal realidad la guerra sucia primero y la negociación política con la banda después,  ¿habría el Bruto de Otegui de tener menor galardón? ¿No tuvo acaso el mismo Bruto Otegui una extraña premonición de la alta suerte que es muy posible que le espere, cuando al verse un día ante el juez acusado, por toda defensa dejó caer aquella memorable interrogación, “¿pero esto lo sabe el Fiscal General?”, elegante forma por lo demás de espetarle a su señoría el atávico no-sabe-usted-con-quien-está-hablando.
    
     Y además habrá de tenerse muy presente, en el alegato final que reclame y justifique luego para Bruto Otegui el entorchado, la sincera reivindicación que de su figura hizo en tiempos nada menos que el presidente del gobierno español, que de Hombre de Paz le tituló y como tal lo protocolizó, mientras a la madre de Irene Villa le pedía que… menos rencor, que tenía él un abuelito que… Vuelve ZP ahora a hablar de la “izquierda abertzale” y de que “mejor estas palabras que otras”, a cuenta de la epifanía prisaica (es decir, rubalcabiana) del Brutotegui. No en vano, tiene a gala ZP su negociación con la banda, así lo ha dicho, como uno de sus mayores logros. De forma que vayámonos preparándonos todos para la ocasión solemne, y por favor, nada de abucheos, que eso sólo es propio de cerrilísimos fascistas. 


jueves, 21 de octubre de 2010

Furtivas lágrimas de Moratinos

    
     Cuentan los cronistas de la cosa que ayer en el Palacio del Congreso, cuando cercioróse al cabo de que se confirmaban los más aciagos rumores en torno suyo, de que no se trataba entonces ya de simples infundios propalados por la Derechona, -que siempre/siempre desea el mal y la perdición de las más altruistas almas-, y que por tanto su destitución por obra y gracia –y qué gracia- del Señor de los Vientos era ya una realidad inapelable, cuentan que en ese momento al canciller Moratinos de súbito se le humedecieron mucho los ojos, que comenzaron a destellarle con un muy sentimental fulgor.  Cómo no sería la cosa que un condottiero del grupo socialista, en viendo el muy triste drama gestándose en el tembloroso semblante, normalmente facundo, jocundo y hasta rubicundo, del ya ex-canciller, por tratar sin duda sólo de aliviarle el trago, ordenó ipso facto que un subalterno del grupo se encaramara al atril y en sede soberana proclamara desde allí bien alto y claro que por jamás de los jamases habíase visto un más logrado ministro español de los Exteriores Asuntos que el que en aquel mismo momento cesaba en su cargo.
    
     Mas ocurrió entonces que el lenitivo de urgencia ideado, como era por otro lado  previsible, lejos de amainar nada, sólo sirvió para arreciar la tempestad ya desatada sobre el rictus soliviantado del ex-ministro. Al ver su altísimo mérito tan aquilatado, al escuchar en la más principal tribuna de la Nación sus gestas tan parangonadas, sin duda vencido por la emoción de hallarse delante de su propia y mayúscula exaltación, y acaso también por la rabia de cavilar a la misma vez que, si eran sus logros tan enormes, cómo era entonces posible que el Señor de los malos Vientos así se los pagase, mandándole ahora precisamente a tomar vientos, y a tomarlos por do más amargan los pepinillos. Cuán desatinado talante era ése, debió acaso Moratinos en ese minuto fatal maliciarse.
     El caso es que entonces, tal era la agitación que en su fuero interno se revolvía, mezclados allí los aplausos unánimes de sus conmilitones con la pena indecible del cargo cesante, la emoción no pudo ya por más tiempo contenerse. De pronto llenáronsele a Moratinos, y hasta el desbordamiento, las cuencas de sus ojos de muy abundantes y copiosas lágrimas, y hasta en un tris hallóse incluso de ver escapársele de la suya boca, ajeno al propio control, algún hipido y todo. Se le vió a Moratinos a duras penas enjugar unas muy amargas lágrimas.
     
     Y también en ese momento, al contemplar al ex-canciller en tan grande tribulación, el ver a un hombre de humanidad tan inmensa ganado por la derrota y el fracaso, de repente poco más que un jubilado cesante atravesado por el desconcierto y el llanto, qué quieres que te diga, lector mío, toda la animosidad que a uno le pudiera indisponer contra Moratinos y sus hazañas, también al punto cesaron, y algo parecido a la compasión noté brotar en mí hacia él. Un hombre capaz de verter lágrimas verdaderas meréceme a mí respeto y afecto. ¿No dice  algo bueno de él el ser capaz de expresar con esa civilidad un sentimiento? ¿No es acaso mucho mejor, en la sima misma de la derrota, una furtiva lágrima que un rodillazo, como el que el otro día Evo Morales propinó a un rival futbolístico que le ganaba? ¿Qué hubiera sido del garboso ZP, y de su partes, si al conocer su defenestración, hubiera Moratinos reaccionado igual que el rabioso adorador de la Pacha Mama?
    
     Así es que, lector mío, al contemplar al ex-canciller Moratinos allí, tan abatido, como un viejo junco tronchado por la corriente, de haber  tenido uno verdaderos poderes, con el mismo Viento habría salido disparado hasta Shanghai, en volandas me hubiera traido al bebé gigante de la Expo, que hasta en la foto de aquel día la propia expresión de la criatura y el círculo que coronaba la chola del canciller eran ya muy fúnebres augurios,  y con gusto le hubiese ofrecido el muñecote a nuestro ex-canciller, para que por largo rato a Miguelín se hubiese abrazado y  entre esos brazotes hallado alivio seguro, que  debe una cosa así cauterizar mucho las puñaladas traperas que las ventoleras de la vida deparan. Tanta era su aflicción.

martes, 14 de septiembre de 2010

Soy fan de ti (de ZP,digo, lost in Oslo)

                
  

                                                                                                                                                              Dice ahora ZP, lost in Oslo, que un parado haciendo un cursillo no es un parado, que es alguien trabajando por su país. ¡Grande ZP! ¡Cómo resuenan a su través olvidados ecos kennedianos! Dice también que España, esa nación discutida y discutible, será también, con tanto paro, …”un magnífico laboratorio para las políticas de empleo”. ¡Cráneo privilegiado! Qué reminiscencias en la logorrea zetapeica de la Nueva Frontera de JFK, sólo que con Sonsoles en el puesto de Marilyn. Y paremos ahí, please, los paralelismos familiares.
    
La verdad, al principio las gansadas cósmicas (planetarias, que dijo proféticamente Leyre) del presidente discutido y discutible le incomodaban a uno mucho. Se ponía uno, al escucharlas, en plan cantautor protesta, a propinarle unos cuantos pellizquitos de monja a tamañas estulticias. Pero al adquirir las mismas, con su pasmosa reiteración, la espesura indiscutible de lo real, ese delirio cursilongo una y otra vez espolvoreado como una jungla asfixiante, acabas por entrar en su alucinante meollo y por esperarlas con avidez de morfinómano. El horror, el horror, decía Conrad. El fulgor, el fulgor, musita uno, cada vez que ZP le habla al Viento. Play it again, ZP.  Y como  de si mismo precisó Él al tomar posesión, no nos va nunca a fallar.
    
Lo del laboratorio, en Oslo, tiene su guasa; es innegable. Porque venía ZP, rayo que no cesa,  de darse de bruces en Shangai con Miguelín, ese siniestro bebote de la Expo que lleva hasta en el nombre el sarcasmo de su inquietante desmesura, donde afirmó, tan suelto as usual, que “España tiene un futuro… del tamaño de Miguelín”. Cuando vi a ZP en Shangai, guarecido bajo los colosales brazotes de Miguelín, sin soltar un instante la Copa del Mundo que solo él había ganado, pensé que iba a arrancarse entonces como Ana Torroja y su Shangai-Bombay-es-un-paraíso-que-a-veces-yo-me-monto-en-mi-piso, y poco creo yo que le faltó, pues música de gloria allí se levantó con aquello suyo de que “ojalá juguemos igual de bien el partido de la economía que el del futbol”. Bueno, el Presidente nos aclara ahora que Miguelín ha de pasar ahora por el laboratorio de sus queridos doctoresmontes.
    
Le ha otorgado Ibraimovic a Guardiola, en el momento del adiós, el título supremo de filósofo. Se ve que no ha reparado el sueco en nuestro querido presidente, a cuyo lado Pep sólo es un pelanas. Porque muy sabio sin duda ha de ser uno para prodigarse de esta suerte –esas máximas las suelta quien yo me sé y al día siguiente ha de escapar de la Moncloa en helicóptero- y conformarse sólo con la presidencia de una nación discutida y discutible. El sitio de ZP es el Nobel de Literatura, primero, y la Posteridad después. Mientras tanto, podrían ir adjuntando sus palabras sueltas a los vientos de Oslo a esos videos tan bonitos que entre la UGT y el Chiquilicuatre han preparado para la próxima huelga general… contra el PP.  Sí, ZP, definitivamente, como dice el Corte, soy fan de ti. Nunca nos fallas.  
  

viernes, 10 de septiembre de 2010

Cuando ZP mandó a Tomás Gómez a... Parla


 



    
Es posible que de economía, de idiomas, de historia, de filosofía, en fin, de humanísticas sabidurías ande ZP un poco PEZ, pero habrá que convenir en que sobre marrullerías políticas sábeselas todas el presidente discutido y discutible. Al dominio de ese exclusivo peritaje eligió él dedicar sus muchísimos años (casi veinte) de diputado mudito. Véase, si no, la reciente defenestración de Tomás Gómez, factótum del socialismo madrileño, a quien ZP en su momento encumbró –era el alcalde más votado del mundo- y a quien ahora, como en los sondeos pintan bastos, hay que descabalgar. Sí, algo de vaquero triste, despelujado y cubierto de polvo, al que el caballo de golpe hubiera tirado por los suelos, hásele quedado incrustado en el semblante a TG.


Se trata de detener la sangría de votos en la capital de la nación discutida y discutible. Si sale bien, se apuntará él el mérito. Si sale mal, como los elegidos son sobradamente conocidos, y hasta de relumbrón, sobre sus cabezas rodarán las culpas del estrépito. Y voilá, ahí tenemos, en pleno ferragosto, al tándem ganador haciéndose miles de fotos en la vía pública –porque ellos no son apparatchiks zetapeicos, qué va, son ellos puritita emanación de la misma calle, hijos del duro asfalto-. El día de la presentación se prodigaban ambos tantos y tan cumplidos arrumacos que parecían prestos a marcarse allí mismo el célebre vals de las mariposas.

Aunque a Lissavetzky, que dijo, como un Iniesta de ocasión, “salir a darlo todo”, no acabara de acompañarle el tipo. Su más acabado perfil es el de ese gris funcionario encargado de poner mil medallas en el que, por indudable mérito suyo, nadie repara. ¿Era necesario, señor Ponemedallas, en presencia del mismo TG, ponerle ya una bien grande a Trinidad Jiménez, su rival? Entre deportistas parecería eso juego sucio, desde luego. Y bueno, veíase a una Trinidad J radiante y hasta pletórica. Y de retórica, pletórica relucía también TJ, por cuanto juró y perjuró a los allí presentes, poniendo a ZP por testigo, que de ella y sólo de ella había sido la bombilla de la idea. Pero la verdad es que debe TJ adorar mucho a ZP, pues cuanto a éste de ella le peta, ella, chupa en ristre, al instante acomete, aun cuando nada al cabo concluya: Iberoamérica, Ayuntamiento de Madrid, Sanidad, Comunidad ahora.

Ironías del manifiesto destino socialista, vése ahora Tomás Gómez como el mismo ZP cuando, siendo sólo mudo diputado, se enfrentó a todo el oficial aparato. ZP habríase mutado ahora –pásmense los cielos- en el mismo F González, que apoyó entonces a Bono contra ZP. Oh, tiempos. Repase, pues, TG cuanto entonces maniobraron ZP y su troupe, despliegue esa misma astucia que a todos los descontentos algo promete, explote a conciencia las querellas intestinas y podrá subirse de nuevo al caballo ganador.

Lo que más sobresale en la jugada zetapeica es el horrísono contraste entre la obsequiosa neutralidad y hasta complicidad con que de un lado ZP respeta y secunda cuanto puedan decidir los socialistas catalanes, y de otro, la obscena intromisión con la que mangonea sin pudor alguno desde sus alturas y desde siempre al socialismo madrileño, a quien por sus más caprichosos designios arrastra como si de doncella por rastrojo se tratara.

De tal suerte que si TG, más que como alcalde de Parla, como legendario alcalde de Móstoles obrara y con coraje denunciara la zetapeica invasión, si como Gary Cooper en Sólo ante el peligro se plantara, es seguro que la mayoría de los socialistas madrileños no iban a consentir el soberbio diktat monclovita.