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martes, 5 de junio de 2012

Thelma y Louise, las armas las carga el Deseo


    
  Me lío, me enredo, me pierdo en el laberinto del Cine. También en él, como en el rascar, como en lo otro, llevan unas cosas a otras y no sé bien  luego cómo salir. Bueno, tampoco se está aquí tan mal. Total, el Mundo  pude esperar un rato a que acuda este bloguero en su arreglo. El caso es que el Eros y el Tánatos desatados, la polémica violación de Perros de paja, la salvaje humillación en que deviene esa inicial provocación, me retrotrajeron a la similar situación  que presenta Ridley Scott en la notable  “Thelma y Louise”. Pareciera, lector, que  las películas dialogaran las unas con las otras a través del Tiempo.
   ¿Te la sabes, verdad? Hartas, cada una por sus motivos, de sus hombres, también de sus vidas, por su cuenta emprenden juntas y jubilosas un viaje de finde en coche, que vale sobre todo como la aventura de un Viaje a la Libertad. Y en efecto, dejadas a un lado las rutinas alienantes del día, son las primeras sensaciones placenteras como pocas. Se experimenta entonces la textura de ese mundo nuevo como una pura invitación al despliegue de esa alegría íntima que a ellas presta alas. “Divirtámonos, pues”, proclaman y se autoimponen.
   
    Femenina liberación… del Deseo, claro. Liban eufóricas alcoholes en bar de carretera. Un apuesto vaquerote –de esos cuyo físico imponente  levanta hoy los más groseros piropos en la barra del twitter de parte de las mujeres más modernas, que se reivindican vaquerotas a ratos ellas asimismo- convida a Louise, más incauta, más ansiosa por liberarse también, a bailotear, a reír, a beber juntos. Sentirse vivo cuerpo deseado. Se tocan. Se insinúan. Flirtean.
   Louise acaba algo beoda, claro, pero el perro de paja que es el vaquerote no ansía ya sino cobrarse la pieza. La aprisiona entre el cepo duro de sus piernas. “Necesito andar”, dice ella, buscando el escabullirse. “¿Adónde crees que vas?”, advierte él. Le impone su fuerza descomunal, la misma que quizás estuvo en el origen de la atracción. Se resiste ella. La animaliza (“¡maldita perra!”), la zurra, le destroza las ropas, desnudando la carne y la persona que quiere por la puerta de atrás avasallar y poseer.
   Pero entonces comparece Thelma salvadora. “Parece que tienes una idea bien errada de lo que es divertirse”, le apostrofa, encañonándole la nuca con una pistola. Alto, lector: anota cómo son las armas, a pesar de la pésima leyenda que las acompaña, el único instrumento capaz de reequilibrar, hasta invertirla, la odiosa relación de dominio que la fuerza bruta impone. ¡Quién nos iba a decir que iba a ser una pistola –sin entrar en el símbolo fálico que encierran- el viático de la liberación femenina!
   “Vamos”, musita Louise, acaso queriendo dejar ahí la cosa. Pero en los ojos de Thelma resplandece ahora una indignada sed de justicia. “Date la vuelta” le ordena. Quedan enfrente uno del otro, como en los duelos del Oeste. “En el futuro, cuando una mujer llora así… no se está divirtiendo”, le aclara, señalándole de paso el límite moral al Deseo, por mucha liberación que éste hoy exija. “¡Perra! ¡Debí poseerla! ¡Que me la chupes!”, por la espalda las provoca además el vaquerote. Y entonces, estando él desarmado, le pega la heroína Thelma un tiro y, como si hiciera muy sumaria justicia, allí mismo lo mata.
    
   Acaban, con todo, de asesinar a una persona. En esa sórdida tragedia deriva la alegre liberación de Thelma y Louise. Han de huir, furtivas en medio de la noche. Con una arriesgada cabriola se incorporan a la carretera, que es inhumana jungla de cláxones, de frenazos y de mortales peligros. “¿Adónde vamos?”, inquiere Louise, y no le cabe ahora la camisa en el cuerpo. “No lo sé”, farfulla clarividente Thelma. ¿Recuerdas, lector? Las mismas palabras que Dustin Hoffman expresa al final de Perros de paja. Han iniciado un parecido viaje, que es descenso, a los mismos infiernos. Andamos todos, creo, del todo ya perdidos.
   
  
  
  
Post/post: gracias a Carlos, a Juante, a Mamuma, a Charo y Roy (cuál es la peli de Anwar, no caigo, sí recuerdo el imperativo de Kidman al final, respeto opinión tuya sobre K y sobre C,por supuesto), a Begoña Roldán, por bloggear conmigo ayer y animarme así a seguir en la brecha, GRACIAS.

5 comentarios:

Jujope dijo...

Los dos "themas" que hoy en día copan enteramente nuestra sucia sociedad son:
1. La mediocridad.
2. El éxtasis triunfante de la mujer, orquestado por cuatro golfos bankieros ejerciendo de vaqueros contumaces y compulsivos. La mujer, travestida en nuevo hombre a la que "igualdad" obliga, tira de la cuerda en sentido contrario al hombre estrogenizado por los cuatro golfos, en todo un prodigio de operación contra natura. El resultado ineluctable es que la cuerda se rompe.

Saludos cordiales.

Juan Carlos dijo...

Magnífica pelicula y muy metafórica.No se detienen ni se rinden ante nada...Siempre juntas,siempre unidas...

Winnie dijo...

Me has recordado cuando la vi hace ya tantos años con un amigo y....me revolucionó el interior....¡ese final!...GRANDEEEEE Besos José Antonio y buenas noches

CHARO dijo...

Grabielle Anwar y Al Pacino se marcan un tango memorable en ESENCIA DE MUJER.A esta secuencia le sigue la de la irrupción del novio instando a la chica a que se vayan rápidamente.AHÍ,en ese instante aparece el rictus triste.
AL PACINO si que es uno de los grandes.

-Bien por Ridley Scott en THELMA Y LOUISE.Conducta del ser humano y no solo de la mujer en determinadas circunstancias.Tú lo cuentas muy bien.

-Después de tanto clásico,te sugiero dos peliculas actuales que intuyo te gustarán.
LA PESCA DE SALMON EN YEMEN y PROFESOR LAZHMAN.

Saludos.

CHARO dijo...

PROFESOR LAZHAR queria decir no LAZHMAN.Excusas.