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jueves, 19 de octubre de 2017

Hablemos, vale, hablemos de estos incendios



   
   Eso es, hagamos algo más que repicar el simple eslogan, hablemos, a ver si en este jardín de la alegría que son las redes no me sale una novia de la muerte como la que el otro día, a propósito de querer hablar el muá del Ché, pedía ajusticiarme. Hablemos de los recientes incendios, va.
    Pavorosos, terroríficos, lo que se escriba es poco. Arrasaron sobre todo buena parte de los bosques de Galicia, aunque también de León y Asturias. Casi nadie ignora lo que en realidad ha pasado, la Santa Compaña moderna, sólo que queremos mirar a otra parte. Fueron, en un altísimo porcentaje, incendios milimétrica y concienzudamente provocados. Con empaque casi de compleja operación militar, diríamos, que incluso pudo írseles a sus cerebritos un poco la cosa de las manos. Cuatro muertos. Más de cien violentísimos focos estallando a la misma vez, incluso en el perímetro urbano de Vigo. Desatados cuando mayor era el daño que se podía hacer, en pleno puente festivo y cuando más el viento podía expandirlos, cuando más desprevenida podía pillarse a la Administración, que casi nunca se entera de nada. Se habían cumplido en días anteriores –la mayoría en Galicia, también en León y Asturias- los contratos estivales de muchos de los que conforman las brigadas contra el fuego. Simple casualidad, por supuesto.
    Dada su magnitud, alguna televisión les puso pantalla. Las redes sociales, que son hoy las principales pantallas en las que se ventila todo, por supuesto a su vez ardían de espanto. Curiosamente, o no tanto, los indignados oficiales no clamaron en ellas esta vez con el célebre quién-ha-sido, es decir, con tratar de saber quién fue el autor y, por tanto,  principal responsable del criminal desastre, como si de un Fatum se tratara; ni siquiera esta vez agitaron tanto el fantasma de los malvados empresarios codiciosos como, desde primera hora, cerrando el círculo, el de la pérfida y miserable administración que nada hizo, ni hacía, ni hará, junto a la estampa de la honda solidaridad que el genuino Pueblo entre sí siempre se guarda. ¡Necesitamos otro gobierno!, se despotricaba en las redes con las llamas en su cénit.
   Las devastadoras imágenes que los incendios ofrecen, que tanto permiten los clips lacrimógenos y movilizadores a la vez, redondearon la jugada perfecta de, yaque alguien había quemado Galicia, tratar de levantar una suerte de nuevo Prestige, a ver si así esta vez sí que sí. Por un momento pensé que los Separatistas/Golpistas de Puigdemont serían capaces de montar unos autocares con voluntarios ardientes por en la tragedia ayudar y hermanarse con el Pueblo gallego.  Al fin y al cabo, de Grandes Mentiras en un caso y otro se trata. Cómo de transparente será la cosa horrible, que incluso los aprovechateguis del Desastre han levantado un poco el pie de la santa ira antigubernamental.

        Por supuesto, el gobierno autónomo y el central, lejos de afrontar de verdad los hechos, la cruda batalla ideológica que ello supondría, se conforman con que todo se pase. Si por casualidad detuviera la policía a alguno de esos terroristas incendiarios, y en su descargo dijese que lo hicieron todo en protesta contra el odioso Gobierno español, no lo dudes: muchos, explícita o implícitamente, les apoyarían. Entonces, el horror y el terror pánicos y Universales, los ayes y los apocalípticos clamores ante estos incendios perfectos, como que en un tono más bajito, ¿no? 
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