El muy zoquete Kyrgios, como
no veía forma de ganar a Wawrinka, para
tratar de ofuscarlo y sacarlo de sí, tras él masculló:
-Kokkinakis (otro tenista
australiano) se ha acostado con tu novia.
Siento decírtelo, colega.
El suizo Wawrinka, pa no liarla, hubo de hacerse el sueco. Como
quiera que las cámaras captaron el bajísimo golpe del cenutrio, por supuesto en
minutos era ya la morbosa cosa trending
topic mundial, pues como la más veloz de las plagas se propaga ahora lo más
chusco y vulgar. Lejos de arrepentirse, el bodoque dijo luego que “fue una reacción en caliente, me salió
decir eso” y se acabó.
Se acumulan las pruebas, pues, de la
regresión cultural que experimentamos, de esa cínica glorificación de lo
más soez y chabacano en los principales medios de representación social, que
tiene en el homo gañanis acuñado
por nosotros su prototipo específico, encantado el animalito de refocilarse sobre sus más bajos instintos, hijo
natural de la Telebasura rampante. Okupa,
como vemos ya, incluso los proverbiales reductos del buen gusto, de la
deportividad y de la elegancia caballeresca: en el tenis jamás antes se
aplaudían los errores, se acallaban los abucheos y las imprecaciones, y los
rivales se saludan al empezar y al terminar –cruciales esos simbolismos- la
noble liza. Sobre esa hierba, el homo
gañanis hoza también ya.
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