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viernes, 9 de agosto de 2019

La Crítica cinematográfica, tan comprada de antemano que...




   
   Y también la de libros, teatro, música, moda, arte y demás. Siempre lo ha estado en parte, y siempre lo estará, en sociedades así y en sociedades asao, y es lógico, pues va con el interés puro y duro de la condición humana, pero el alto y acabado grado de dominio totalitario del entramado urdido por las industrias culturales –del que el Estado, mezclándose con ellas, también participa, hasta configurar el establishment de un Gran Hermano tan viscoso como falaz- es hoy insólito. Antes quedaban en distintos niveles resquicios independientes, islas mínimas y autónomas, que permitían cierta libertad de criterio, ¿te das cuenta que apenas se observan ya polémicas artísticas? No estaba el círculo del sector cultural tan cerrado y atornillado, tan maquiavélicamente ensamblado y blindado, por así decir. Esas islas mínimas no pueden subsistir hoy porque el ciudadano no está dispuesto a pagar por ellas, porque la cultura independiente hoy no se valora, en fin, porque la tentación del pastizal que puede ponerte delante un Gran Grupo es mortal. ¡Nunca hubo tantos autores transgresores y progresistas en empresa conjunta con las más grandes Corporaciones! Es casi imposible ya encontrar al respecto una opinión inocente y gratuita… salvo que vayan así disfrazadas. Está tan cocinada la crítica cultural que, como en el cuento de Pedro y el lobo, un sincero comentario elogioso sobre una producción no te lo crees. Las propias empresas culturales, participadas en su mayoría por grandes grupos financieros, son sólo un apartado más de dichas Grandes Maquinarias de Negocios que EN CINTA CONTINUA implacablemente penetran, engrasan, interconectan, controlan y dominan todas y cada una de las etapas de producción y consumo de los bienes culturales en circulación, y que terminan por hacer del ciudadano una terminal automática del Proceso, el simple consumidor encantado de así andar a la moda por sin parar engullir tan artísticos bienes. La crítica en los media –dominados también por esos Grandes Maquinarias- es un eslabón más, decisivo para dorar la píldora y hacerle tragar lo intragable al despistado consumidor. Por eso mismo nunca habrás visto ditirambos y panegíricos tan exagerados como cada día a propósito de cualquier propuesta nos salpican. ¡Todas son Obras Maestras! Luego con criterio propio vas a verlas y buena parte de ellas no pasan de penosas birrias. Es una estafa colectiva. ¿Y en las redes sociales? También, mañana te contaré. Lo terrible y  trágico es que con ello monopolizan y adulteran la Cultura, que es el campo verdadero para el verdadero crecimiento espiritual de las personas.  

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LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS. A Armando, un cuarentón de clase media, un día su mujer le señala la puerta de salida. Ha encontrado a otro más alto, más fuerte y más guapo que él. “Aprende a quererte y los demás te querrán”, le sentencia. Descubre entonces Armando, de golpe, su minusvalía emocional: un paria en la tierra de los afectos. Ha de salir a un mundo, que por temperamento, le es ancho y ajeno. Cómo superar su desconcierto, cómo sobrellevar esa zozobra, cómo aprender a re-armarse como persona. En las asombrosas peripecias humorísticas y sentimentales que le suceden... ¿hallará siquiera a medias Armando su lugar al sol? 154 pgs
VEINTE RELATOS DE AMOR Y UNA POESÍA INESPERADA: una creativa indagación sobre la condición humana enamorada, con la narración de las más emocionantes encrucijadas a que nos arrojan los sentimientos inevitables, el amor platónico y el amor daltónico, el amor erótico, el temblor del deseo, el primer amor y el amor en la edad madura, esa pureza sin igual, los amores virtuales, la magia del amor y el hielo del desamor, casi todas las facetas del más noble de los sentimientos. 165 pgs.

2 comentarios:

© Lucía Conde Parmés dijo...

También hay mucha mala literatura auto- publicada, José Antonio.
Por cierto, mi amiga me dio tu libro.
Me gustó.

Besos.

José Antonio del Pozo dijo...

Por supuesto que la hay, Lucía. Pero llega a tan pocos sitios y con tan poca fuerza que apenas puede causar mal. Gracias, Lucía. Besos