La radio en la ardiente oscuridad a las tantas, como un profeta iracundo y descacharrado a partes iguales, después de García, era él, Carlos Pumares, que ahora se nos muere. Y su Pasión, que él hacía contagiosa, por el cine, Biblia y zarza crepitante él mismo del séptimo y primo arte. Todo lo tenía en su cabeza prodigiosa. Cuando se pasaba de gritón, resbalaba hacia lo frikie, sobre todo en la tele. Cuando estaba inspirado, era un genio. Irrepetible. La radio le hacía único. Comunicaba. Chisporroteaba la radio con él en medio de la noche. Te hacía reír. Te hacía imaginar. Te hacía soñar. Nos inició en el amor al cine. Hablábamos al día siguiente de él, ¿le oíste anoche, buff, brutal? La radio en la noche a tientas, bajo las sábanas, pegada a la oreja (sin auriculares), nada de televisada, ese explosiva combinación para la imaginación desatada y para que los recuerdos adolescentes, que son sueños, permanezcan imborrables para siempre. Tantos recuerdos, tantos sueños. Descanse entre las estrellas, dust in the stars, Don Carlos Pumares.
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