Poseen los tópicos una especie de íntima pujanza bovina y mostrenca que les hace
inasequibles, no ya solo al desaliento de su propia tosquedad argumental, sino
incluso a la más que probada refutación intelectual e histórica de los mismos.
Claro, esos sobeteados lugares comunes les aportan a quienes son poseídos por
los mismos gratificaciones nada desdeñables en estos tiempos ultra-acelerados
que vivimos: a la manera del corta-y-pega,
evitan y solucionan el arduo problema de la interior deliberación -que exige la
atenta procura de más información y el ejercicio del propio juicio- y además,
como los auriculares que vemos por
las calles entre los jóvenes, le envuelven inmediatamente a uno en la plácida
burbuja de la melodía compartida por el grupo mayoritario.
En dos palabras, lector, que también a veces me paso yo de enterao,
los tópicos tranquilizan y reafirman mucho a quienes los propalan. Simplifican
en su básica receta la intrincada complejidad de las sociedades abiertas y
modernas, precisamente caracterizadas por la existencia de múltiples y variados
centros de poder. Así en política, por ejemplo, cuántas veces no habremos oído
el mantra de que el sistema democrático del que creemos disfrutar es una pura
fachada, que son los políticos meros guiñoles de los verdaderos Amos del Poder
y de la Historia: los Señores del Dinero. El
Dinero manda, y punto pelota. Es el Capital y su interés (el criminal Capitalismo, vale) el que mundialmente
desde algún secreto lugar decide el destino de todos, y son sólo los políticos
sus más o menos meritorios lacayos. El Dinero no conoce de fronteras ni de
contradicciones, se dice, y especialmente los políticos de derechas –esa clase
de burgueses- son sus títeres, que aquellos, desde las sórdidas alturas,
coordinan a placer. La Política es
pues pura pamema, pues no tiene resquicio alguno de autonomía para dictar sus
normas a los Sumos Propietarios Capitalistas.
Mira que tenemos delante la
extensión de los fundamentalismos religiosos, que vuelcan con su propia ira los
destinos de decenas de países. O la creciente marejada ahora de los
nacionalismos, con su consiguiente llamada a la re-medievalización de las
relaciones económicas y humanas. Sólo por citar los penúltimos ejemplos: la Presidenta Argentina decide de un
plumazo manu militari nacionalizar la multinacional Repsol... No ha pasado nada. Es decir, es la poderosísima multinacional
quien se ha visto desplumada. O en España:
la amenaza independentista que, estando en el poder la Derecha española, enarbola
ahora la Derecha catalana, que en virtud de la ley de hierro o presidencialismo
extremo imperante en los partidos casi podemos atribuir a la exclusiva decisión
de Artur Mas, ¿obedece a una
implacable lógica económica de mercado?, ¿envuelve ese delirio sadomasoquista
una astucia inclemente del Capital?
¿O más bien no ocurre precisamente al revés, y es el ámbito político –el
reducido coro de sus líderes- el que pone contra las cuerdas y doblega la
relativa autonomía del mundo económico?
No es Mas quien dobla la
mano. Es el acaudalado señor del Imperio Planeta, sr Lara, el que debe agachar la cabeza y con lo que pueda escapar
del Oasis.
Post/post: gracias a Juante, a CLAVE, a Mónica, a Juan Carlos, a Aspirante, a essostre, a Zorrete Robert, a mybuscador por sus soberbias reflexiones, de las que me enorgullezco, por hacer mejor este blog, por bloggear ayer a mi lado, GRACIAS.