Iba a ponerla a caldo, lector, por tanta impostura ñoña y superpagada,
en detrimento de gente sin nombre que no tiene la más mínima oportunidad, pero
qué quieres que te diga, después de ver a Laura
Pausini enseñando el cotarro de su potorro, casi dan ganas de emocionarse
ante el cuentito de la sirenita que
despliega Carbonero en su blog.
Confesión de resentido bloguero fracasati primero: el de Sara es un blog de éxito, aupado sobre
una publicación de campanillas, la revista Elle,
con mogollón de fieles seguidores que además le comentan a diario lo
maravillosa que es y lo bien que escribe -574 comentarios de este post suyo que
ahora leo-, y entiendo que, en consecuencia, pagadísimo. Debería aprender de
ella, joer. Copiemos en parte lo suyo, a ver si algo se me pega, va:
“He llegado a la conclusión de que
el verano y las vacaciones me gustan tanto por los recuerdos que vienen a mi
mente… Todos los veranos tienen su magia y todos me sacan una sonrisa… Pero
sobre todo el verano es la época perfecta para dejar volar la imaginación… Otra
de las cosas que me gustan del verano son las conversaciones tranquilas, sobre
nada importante…”.
¿Que no estamos ante una escritura impresionante? Y empieza entonces a
contarnos Sara su cuentito de la
sirena enamorada que salva del naufragio
a su marinero (¿no estaremos ante una alusión inter líneas a la rabiosa problemática madridista, verdad,
guapa?). Y que cada atardecer, al ponerse el sol, ve ella -¡ella!- una sirena,
que la lleva viendo “los últimos 23 años
de mi vida, desde que mi madre me lo enseñó cuando yo era sólo una niña… claro,
el momento más esperado del día era el de la puesta de sol para ver a la sirena
meterse en el mar. Os lo creáis o no, os
juro que la vi". "Día tras día y año tras año, mientras mi madre me contaba
la historia yo podía ver la negra silueta de una enorme cola de sirena sobre la
luz naranja del sol. Podía además escuchar su triste canción de amor. Duraba
sólo unos segundos (¿y cómo entonces podría escuchar ella la canción? Cuatro notas a lo
sumo) así que tenía que estar
muy atenta… si no fuera porque sé que es imposible, me llegaría a plantear si
la vi de verdad (en qué quedamos, Sara, no nos des ahora esa vara, los cuentos cuentos
son)… Durante unos años me olvidé de la sirena (Sara, Sara, por favor, que arriba nos habías dicho que llevabas 23 años
sin dejar de verla, cómo dices ahora que la olvidaste, por favor)… Sara me
estás preocupando –le dice su amiga, cuando le insiste Sara en la visión de la
sirena- (no te preocupes, amiga de Sara,
ella está genial, le va de lujo)…
Las siguientes noches (¿noche?)
preferí no decir nada, era mi secreto, pero siempre nos fuimos a casa después
que la sirena" (Chin-pún). Pone ella
entonces un sonriente emoticono… y el cuento se acabó.
Más un epílogo: fotitos luego de Sara-in-holidays
y, como sensacional remate, gol por escuadra, la fotaza a tamaño descomunal que
encabeza este texto, ya te digo la Sirena que veía sirenas. Al lado de la Pausini, eso sí, todo un finísimo
espíritu. Aprende, bobo bloguero, aprende.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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