No pasó allí ya más nada, absolutamente
nada en la siguiente hora, así es que
una vez que se lo hubo pimplado, como un gélido autómata se deslizó hacia la
salida del Antro. Cogió su viejo Opel Astra granate, se adentró en la M-40,
puso el cd de Dylan que empieza con Hurricane
y a moderada velocidad emprendió la vuelta hacia su cubil. Dentro del coche, en
marcha ya, arropado por la armónica y la voz beoda de Dylan, una vaga euforia, casi beatífica,
lo envolvió. Conducir lentamente en medio de la noche veraniega bajo las
estrellas, con las ventanillas bajadas y la brisa nocturna soplándote espliego
en las sienes, algo Dylan
por ósmosis incluso uno mismo, con la circulación bajo mínimos… hum, esa sensación tan
placentera redimía toda la malaventura de la noche. La mandolina de Romance
en Durango acariciando además el océano entero y pacífico de la noche…
Huuuum…
Entonces, al salir de una amplia curva, las luces intermitentes y azules
a lo lejos, la hilera de conos rojos y de dispositivos ambarinos parpadeantes
después, que reducían progresivamente los carriles… las luces de freno de los
coches que empezaban a detenerse. ¿Qué pasaba? ¿Un buque a la deriva? ¿Un
platillo volante? ¿Unas obras? ¿Un accidente?... ¡No!... ¡No!... ¡No puede ser!...
¡No me jodas, por favor! Pero sí, tratábase de un control de alcoholemia. ¡Por
favor, no por favor! Sí, era un control de alcohol. No había comido nada
además. Se había tomado dos pelotazos, de diferentes bebidas encima, en… en
cuánto tiempo… en unas dos horas, sin duda lo encalomarían, por el amor de Dios.
¡Ooostras!, y, ahora del todo cayó, y encima sin papeles, sin Dni, sin carnet de
conducir, madre mía, asfalto trágame,
por qué a él, y qué pastizal de sanción podría tener todo eso, igual hasta
saldría de allí con las pulseras puestas,
por favooor, … bueno, a ver, control, un poco de control, no paraban a
todos los coches, -le cortó de cuajo la lengua a Dylan borrachuzo, que no se había enterado de nada- igual tenía
suerte y al suyo no le tocaba. Le tocaba la lotería de que no le tocaba
detenerse, vamos. Va, ponerse ya mucho póker en la cara para el face to face con el guardia,
intentarlo al menos. Uff, qué noche, ni Esperanza
Aguirre aquella tarde en Callao; eso lo pensó después.
A ver, a ver… los coches inmediatamente anteriores al suyo estaban ya
pasando, con un poco de coña estaba hecho, cruzó los dedos, a ver… ¡Maldición!... ¡Maldición! … ¡No me jodas,
tío!... ¡Pero si a los demás les
acabas de dejar pasar… por qué a mí, pero, pero, …pero esto es increíble… la
voz de acero del guardia civil a continuación, Deténgase ahí a la derecha, señor… madre mía, madre mía, la que me
va a caer, y a qué hora saldré de todo esto, por favor, quién me mandaría salir
a mí hoy, de verdad, deeee verdaaaad, y cómo le explico yo lo de los
papeles, jooder, joooder, dios mío, esto
es pesadilla, no puede ser.
Ya lo creo que podía ser. En tres pasos el civil se acercó al Astra. Se inclinó contra él para
enjaretarle a un palmo el rostro de poetastro panoli y le inquirió: “¿Ha bebido?” No le preguntéis al vate cómo
era el civil porque es que no lo “veía”. La voz cortaba, eso sí. Había oído que
a los de tráfico, si les niegas de cuajo la evidencia, te hacen trizas
entonces. “Sólo una, señor”, y elevó
ante el guardia el índice con cara de busterkeaton. “Ponga esto”, y le lanzó al regazo un envoltorio de plástico que
bien podía ser el de un preservativo. La bolsita le bailó entre las manos cual
pastel recién salido del horno.
Era el pitorro a introducir en el alcoholímetro. El poetastro ni
siquiera acertaba a romper el envoltorio, mira lo atacadísimo que iba. Ahora si
que estoy perdido, se dijo, abatido del todo por dentro, pensando que el
guardia interpretaría su tembleque –semihistérico cuando quería pasar
flemático- como palmaria prueba de su “cocimiento”.
Tuvo el guardia que ayudarle a desgarrar el plástico. Le señaló la boca abierta
del alcoholímetro. “Métalo aquí”.
Eso se dice muy bien, cabronazo,
pensó, sólo lo pensó, pero su mente, mientras forcejeaba con el adminículo del
demonio, era una banda continua con luminosas letras rojas, esas de los
supermercados: POSITIVO-POSITIVO-POSITIVO-ENSÉÑEME
EL PERMISO-ENSÉÑEME EL DNI-¿TAMPOCO?-TE VAS A CAGAR CHAVAL-COCHE INMOVILIZADO-MULTAZO-MÁS
MULTAZO-MÁS MULTAZO-TIENE DERECHO A UNA ÚLTIMA LLAMADA-
ESPOSAS-COMISARÍA-MADRUGADA-VERGÜENZA-¿Y EL BLOG?-POSITIVO-POSITIVO… de
nuevo tuvo el guardia que auxiliarlo, arrugó el bigote ahora, le espetó
entonces: “Coja aire y sople hasta que yo le diga, no deje de soplar”.
Cómo se puede soplar cuando por dentro estás muerto. Se puede, se puede.
El poetastro sopló y sopló –afuera sólo había noche; ni estrellas, ni barcos,
ni platillos volantes, ni viento ni cometas, había sólo noche-, sopló dentro de
aquel infernal cacharro, globo que no se inflaba… hasta que éste pitó y pitó en
alarma intermitente. Ahí lo tienes, cantó
ya el soplón, pensó. Con un gesto seco le apartó el guardia de la boca el
medidor y se retiró a leerlo. Ahora sí que ya, por completo vacío, extrañamente
entregado, corderito a punto de ser degollado, inclinó el poetastro la
testuz contra el volante, con los ojos bajos, esperando sólo escuchar la
sentencia que diera la orden a la cuchilla de la guillotina… “Puede continuar, tire”, le dijo
entonces el guardia civil. ¡No había dado! Reemprendió como pudo el poetastro la
marcha dentro de su Opel. Sin música. Sin firmamento. En absoluto silencio. No se lo diría jamás
a nadie, pero, a sus añazos, una detrás de otra, incontenibles, le caían por el
rostro lágrimas.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
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