Algo en la imagen atroz, adrede
grabada y difundida, esa claridad cegadora que más aún contrasta la nitidez
brutal de los colores, el naranja tan crudo que anticipa la sangre, ese negro
abismal que tan bien le viene al matarife, el lustre del cuero en bandolera, el
brillo maléfico de su arma carnívora, la inmensa desolación que desprende esa
tierra calcinada, la bruma gris que hace palidecer el firmamento, toda esa
espantosa oquedad, el rostro sin rostro alanceado por el sol de la víctima, su
terrible soledad humillada, maniatado y de rodillas al lado del embozado Señor
de horca y cuchillo, nos remite a la similar escena de “Seven”, aquella tremebunda película hecha ahora realidad.
La despiadada decapitación del periodista norteamericano ante la cámara
pareciera un tétrico fotograma más que la bárbara Yihad le arrojara a Obama a
la cara. Incluso el naranja del uniforme remite al similar de los presos en Guantánamo. Más que nunca es la guerra
ahora icónica: minimalismo dantesco y tarantino
de la Yihad, frente a las imágenes aéreas y computerizadas de EE UU. No
olvidemos que, insólitamente, el propio Obama
–con Hillary Clinton y demás- asistió desde el Despacho Oval a la caza y
captura final de Bin Laden... a
través de las pantallas.
Por supuesto, no se propone aquí ninguna equidistancia entre ambos
bandos. El día, próximo ya, en que definitivamente el Ejército de EE UU –a menudo garante, pese a errores y horrores,
que se pueden investigar y sancionar, de la Libertad y de la Civilización- se
“aggiorne” y se limite a defender sus fronteras, comprobaremos el humanísimo
mundo y la sinfónica Alianza de Civilizaciones que se abrirá ante
nosotros. Al proporcionar y exhibir ante el Mundo con fría minucia de gourmet
ese asesinato tan feroz –rebanarle el pescuezo para que toda la sangre del
cuerpo allí mismo le chorree y entre terribles convulsiones muera, cortarle
luego la cabeza y ponérsela sobre el cadáver, que de cerca lo veamos- nos
regalan los yihadistas el emblema de su barbarie.
Puede entenderse, en la locura que la guerra desata, la súbita aniquilación
del soldado enemigo. Pero ese calculado horror… ¿contra un periodista, es
decir, contra el símbolo vivo de la libertad de expresión y del testimonio de
la verdad? Esta escena tan macabra –tan en consonancia por otra parte con los
gustos del Reinado de la Mugre en
que vivimos- lo que quintaesencia es todo un programa político diáfano: la Barbarie.
La Yihad no te dice trato o truco, no, la Yihad te grita: islam o muerte.
Al final de Seven el magnífico Morgan
Freeman cita a Hemingway en Por
quién doblan las campanas: “El mundo es
un bello sitio por el que vale la pena luchar”. Yo estoy de acuerdo con la
segunda parte, concluye Freeman (el hombre libre). Concluimos muchos también
así, sí.
(Terminó agosto, lector. ¿Te gustó la
melodía que, cual músico ambulante de la Ciberesfera, desenvolví para ti en
este mes? ¿Me crees entonces por ello merecedor de que me pidas tú mi libro?
Gracias de corazón al puñado de valientes que así lo habéis hecho, por, sin
conocerme en persona, valorar e impulsar mi trabajo y mi escritura, tan
importante para mí.)
1 comentario:
Dicen los tontos o malotes que todas las religiones son iguales ¡ y una mi* ! Los musulmanes son como ETA y Arzallus: unos mueven el arbol y otros cogen las nueces. Para mi el Islam es la religión menos respetable: ellos no respetan ni nada ni nadie que no sea musulmán. Así ha sido desde su fundación y sigue siendolo. Mientras, Occidente, como idiota, acogiendolos dentro de sus fronteras. Nos comerán por los pies cuando sean mayoría y todo lo que ellos fueron respetados por nuestras estúpidas democracias, será devuelto con persecuciones e imposiciones. Estúpida democracia, estúpido Occidente.
misael
PD. Castellano aquí tiene información de como ve las cosas una persona que está a "pie de obra", sin mojigaterías cursiprogres o pañoleta-palestina http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=21742
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