Si necesitó Antonio López veinte
años y un día para rematar en algo a la vez minimalista y enfático, en algo
abstruso y difuso, su soberbio Cuadro de los Reyes http://elblogdejoseantoniodelpozo.blogspot.com.es/2014/12/20-anos-despues-que-cuadro.html
, han bastado seis meses a Reyna Letizia (al decir de afamados e
informados cronistas reales) para de su mano sobre todo pintarnos el confuso
cuadro del Primer Discurso Navideño de Felipe
VI.
Veamos: como allí López, ha
vaciado aquí Reina Letizia de toda
pompa y circunstancia la Figura Real:
nada de Oficial Despacho ni de noble mesa distanciadora, ni de histórico lienzo
detrás; le voilá al Rey en cuartito de estar y frontal, cercano. Vale, sólo que
nos resulta este un cuarto de estar frío -no en vano como se sabe es artificial,
y se nota-, no hay calor ahí, ni de hogareña chimenea real, ni de humano y
familiar roce. No deja de ser un mensaje oficial del Rey.
En parte percibimos también un ámbito inconcluso, no cerrado y poco
acogedor por el doble cortinaje descorrido, que, si pretende sugerir accesibilidad,
transmite asimismo cierta indefensión y vulnerabilidad. El sólo a medias reconocible
árbol iluminado a lo lejos no adquiere espesor icónico de confortable fondo. Un
sofá en tonos cálidos, sí, pero tan enorme y fantasmal, sin un mínimo
objeto-prueba de vida familiar sobre él, que paradójicamente casi incrementa la
misma sensación de vacío y frialdad. (Jejé, los lectores de mi libro seguro que
entienden el respingo que pegué al ver el rojo sofá). Frialdad que en numerosos planos del Mensaje tornábase gelidez
gore por la incomprensible presencia
tras la cabeza del Rey del metálico picaporte que vemos, que parecía a veces presto
a golpear la testa real y otras a servir de colgadero de la misma.
Si vaciada la Figura, vaciada
también la Ocasión. Obsérvese que tratándose de un Mensaje Navideño del Rey
en la misma Nochebuena, la representación simbólica de la misma, en furioso
contraste con los Paternos Mensajes, aparece casi liquidada, relegada al rincón
menos legible del cuadro y reducida a unas porcelanosas figuritas que más
parecen simple recuerdo turístico que otra cosa. Podría, puestos ya a la
innovación, haberse modificado el día del mensaje, quizás.
E incomprensiblemente vaciado
también el principal símbolo sobre el que descansa la representación Real
de la nación: la bandera española.
No tras el Rey, señalándole y
enmarcándole, sino en los confines del marco de significaciones desplazada,
postergada, arrinconada junto al “belén” y a la Foto del Pasado, haciendo lote semiótico con ellos. Impensable
escamoteo de la bandera nacional en otro Presidente o Rey de cualquier otro
país. ¿En ese olvido ha caído la majestuosa reivindicación que de España Felipe VI en su Discurso de Coronación, sólo seis meses atrás,
hiciese? Anótese que, siendo en apariencia minimalista el cuadro, no menos de nueve objetos se interponen entre el
Rey y la bandera española.
¿Y ese singular vaciado que
observamos, con qué iconos a cambio rellenado? ¿Qué es lo más resaltado y lo más señalado por aparente mano
invisible como lo más próximo sobre la Figura del Rey? Vemos no una, dos fotografías –una con el Rey a
solas, otra con las infantas los dos- en las que aparece la Reyna Letizia, vale, …mas, a la derecha del Monarca, en la
zona de mayor visibilidad natural del cuadro, en el punto de salida, es decir,
del Futuro, del mismo, sobre la hermosa planta natural izado, en solitario
ofreciéndose a la visión general… ¡un cuadro de la Reyna Letizia cuando niña! El extraño
retrato infantil de la Reina, entre idealizado y gótico, observa al Rey, y parece desde allí escudriñarlo todo.
Ese impresionante cuadro dentro
del cuadro cinematográficamente puede remitirnos tanto a La mujer del cuadro de Fritz Lang –historia de una obsesión- como
a la hitchkockiana Rebeca, pero habla bien a
las claras, creo, del desplazamiento real y simbólico que en el meollo del Rey de España puede estarse
confirmando. Y la buena gestualidad de Felipe
VI diciendo el mensaje, no disipaba del todo el frío del cuadro resultante,
no, y un poco nos llenaba de incertidumbre y preocupación.
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