Se entiende bien por qué el ministro de Economía, Luis de Guindos, a juego con el Gobierno del que forma parte, se
prodiga tan poco en los medios. Como su gobierno, desprecia las pautas
elementales de la comunicación política,
creen que con el solo actuar les vale, imperdonable yerro este en una sociedad
moderna, no digamos, como es el caso, si nos hallamos a escasos cinco meses de
decisivas elecciones. Esa lacónica tosquedad comunicativa le lleva incluso a
espachurrar por la borda, malográndolos, los
más aceptables datos de su gestión. Es decir, consigue Guindos con su torpe impericia convertir entre los ciudadanos
indecisos los posibles votos propios en seguros apoyos al contrario.
Y es que recién ha dejado Guindos
para el respetable, con esa rara mezcla de refinamiento y rusticidad que en su
porte brilla, dos perlas majóricas y
radiactivas que por nefastas y contraproducentes sólo de ineptitud lo adornan.
Así, aseguro hará ahora un mes, que “al
final de la legislatura se habrán creado 800.000
puestos de trabajo entre 2014 y 2015”.
No se entiende bien, de cara a las elecciones, si pensamos en la
mayoría de los ciudadanos, en qué puede beneficiar ese espléndido brindis al
sol que muchos pueden considerar sólo propagandístico, habida cuenta de la
endeblez de la mejora económica, y mucho menos se entiende, y entre los más veteranos
la cifra en cuestión movió a gran
rechifla, por qué precisamente estimar en 800.000 los puestos volando, que
remiten y se asocian sólo a los mismos 800.000 mil que en célebre ocasión el
PSOE en falso aventara.
Y peor aún, hace unos días por su cuenta y riesgo en sonada entrevista
decretó Guindos que “se ha perdido el miedo a perder el puesto
de trabajo”. Con independencia de la mayor o menor realidad del aserto, no
tiene Guindos ni idea de los
retortijones de rabia, de las oleadas concéntricas de animadversión y resquemor
que emitir sentencia así en cadena de arriba abajo produce y provoca entre
miles y miles de ciudadanos con salarios bajos, situaciones peliagudas, cuentas
justas y trabajos y negocios atravesados de incertidumbre y angustia.
Cualquier experto en comunicación política hubiera reputado como suicida
pronunciarse así a cinco meses de unas elecciones. Consigue a menudo el gobierno popular de esta guisa una
especie de milagro inverso, en
virtud del cual transforman los panes y los peces por ellos obtenidos en votos
propios cada vez más menguados. Vuelve, pues, con Guindos, (que mantiene, que se sepa, a aquella secretaria de Estado
firmante del apoyo electoral a Zp y del denuesto a la Derechona, por él
elegida), vuelve el torpe Hombre.
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