(Viene de ayer)
... ¿Vacío, he dicho? No: casi en el centro de la imagen, frente a un misterioso establecimiento adornado en lo alto de uno de sus laterales con el reclamo de un rojo corazón inscrito como dentro de un círculo candente, comparece un hombre de romántica estampa, con airosos gabán y gorro ataviado, a su vez ensimismado en el embrujo que en el interior de esa estancia -a la que sólo vemos como bañada toda ella en una deslumbrante claridad de muy dorados y puros quilates- parece él entre atisbar y adivinar.
... ¿Vacío, he dicho? No: casi en el centro de la imagen, frente a un misterioso establecimiento adornado en lo alto de uno de sus laterales con el reclamo de un rojo corazón inscrito como dentro de un círculo candente, comparece un hombre de romántica estampa, con airosos gabán y gorro ataviado, a su vez ensimismado en el embrujo que en el interior de esa estancia -a la que sólo vemos como bañada toda ella en una deslumbrante claridad de muy dorados y puros quilates- parece él entre atisbar y adivinar.
De la boca de ese hombre sale vaho –puede también que sea el trémulo humo
de un cigarro que no vemos-. Ya está, nos decimos: el hombre asiste
boquiabierto, acezante, medio hipnotizado, al fascinante sortilegio que los
clamorosos destellos del Amor
desprenden. Más esas letras del título, como mordidas, manchadas, diríase que
afectadas por un virus que las menoscaba, reflejo y testigo de la propia fragilidad
del sentimiento amoroso. ¡Qué mejor invitación a nuestro texto!, acabamos por
reconocernos. Ha merecido la pena la tortura de la espera. Llegó. ¡Qué bien!
Mañana, la nueva buena. In Love we trust. Sea.
Aquí arriba, si lo pinchas, (si no lo puedes ver, lo puse ayer también) el vídeo con Alfredo Urdaci valorando en su Telediario mi primer libro:
“Son las historias de Armando, un cuarentón al que le ponen la maleta en la puerta de casa y tiene que recorrer de nuevo el camino de lo sentimental. Descubre que es un minusválido del sentimiento, un hombre al que todo le sale mal, un paria del afecto, un hombre patético al que todo le sale al revés. En lo que le pasa hay también una gran carga de ironía y de crítica hacia el mercado de los sentimientos, hasta el punto que uno acaba sintiendo una piedad desternillante por este antihéroe que tiene en estos relatos UNA VOZ AUTÉNTICA. SE VAN A REÍR HASTA LLORAR CON ESTE LIBRO, llorar de piedad por este hombre perdido, este bobo con ínfulas”. "Disfruté mucho con las Historias. Sigue escribiendo", me dijo Urdaci también.
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