Con fino olfato periodístico
quintaesencia a la perfección en el mismo titular el periodista de El Mundo
(3-7-2016) el meollo del zurullo del Emir
de la Gañanía: “Nadie tiene nuestras pelotas para hacer Sálvame”. Y es bien
seguro que al Emir el titular ha encantado, y que es más que posible que ese
mismo hubiera Él dictado. A esa literal chulería
testicular –esas son sus razones,
las propias de la brutalidad- ha llegado
la rampante Telebasura. Los
contravalores de la Telebasura -esa regresión cultural que exacerba los más
bajunos instintos- hasta tal punto han impregnado las mentalidades y modos de
vivir contemporáneos que como Sociedades
de la Telebasura pueden caracterizarse, siendo el HOMO GAÑANIS, encantado además de refocilarse en el regüeldo espeso
de su inmundicia y de su desprecio por la cultura, SU GENUINO PROTIPO que en los más variados
ámbitos observamos. Pues en esta entrevista Paolo Vasile, mandamás de Tele 5, al modo de Lutero aquella vez, ha clavado, todo orgulloso el hombre, las
hediondas Tesis de sus racionalizaciones.
La primera en la frente, claro: “La realidad no me importa. En Telecinco no
pretendemos ni siquiera ser creíbles
porque la realidad es increíble”. ¿Y la responsabilidad, y la ética de los
medios de comunicación social? Miente además, por supuesto: claro que le
importa la realidad, tanto le importa que, en cuanto controlador del escenario
social por excelencia, encantado contribuye a hacerla así de basurienta. La
segunda en el pecho: “Al público no hay que mejorarlo ni
educarlo, sólo quererlo. Me lo enseñó Berlusconi”. Nunca un más descarado desprecio por las
personas vino envuelto en un supuesto amor… tan grande que se complace en el
sórdido embrutecimiento de las mismas, cosificado como público. Más esa pornográfica reivindicación ¡de Berlusconi! como autoritas en la materia, que mueve sólo a grima. CONTINUARÁ
ALFREDO URDACI RECOMIENDA "MIS VEINTE RELATOS DE AMOR Y UNA POESÍA INESPERADA" (ver vídeo abajo)
Y, como
entonces, ahora a Urdaci yo aquí le
digo y le escribo: Muchas gracias. Y yaque,
señor Urdaci, le escribo: y claro, cómo no habrían de ser algo disparatados unos verdaderos relatos de amor, ¡no serían tales
si no fueran cuales!, ¿no tiene acaso el Amor mucho de divino disparate, de embriagador y desaforado dislate que
trastorna y complica (y disparata, eso es) la vida de las personas, que nos
hace mejores de lo que somos, y que visto y recreado todo eso con ironía, es
decir, con distancia, resulta bien aleccionador? Thank you very much, Urdaci.
Personalmente
dedicados. Pídemelos aquí o
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