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lunes, 16 de marzo de 2020

Desde los balcones




DESDE LOS BALCONES
   Anoche, tras el aguacero, a las ocho, número que como es el símbolo del infinito sólo que izado en vertical, que es el sentido de la esperanza, de nuevo el bálsamo crujiente de los aplausos vecinales a los sanitarios, también, creo, para conjurar el miedo de todos. Más cortos esta vez, hay que decirlo todo. Hmmm, desde las losetas del patio interior se elevaba el divino y tópico olor de la tierra mojada, balsámico también ahora. Enfrente de mi balcón, de nuevo ellos dos, cada uno en el suyo. Ya me había fijado en ellos anteayer. Cómo, tras la ovación colectiva, hombre y mujer normalitos, de mediana edad, desde pisos contiguos, que pertenecen a portales diferentes, habían permanecido un buen rato entre ellos charlando en voz baja, componiendo al poco el uno para la otra y la otra para el uno posturas casi adolescentes, animadas, como si los aplausos hubieran sido el detonante para… al fin hablarse. Pues ahora lo mismo, pero con una gracia más añadida a su íntimo coloquio: se hablaban, cada uno desde su balcón, algo más de cerca esta noche. Incluso a veces entre sí se sonreían.  Despreocupados del todo parecían, créeme. Aún seguían hablándose cuando me volví yo a lo mío, a escribirte. Y pensé (y me avergonzó un poco, no creas, moraleja tan obvia)… que hay cosas, hay flores, hay luces que ni el virus más torvo puede detener. Fuerza, Dios mío, para el nuevo día.

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