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miércoles, 25 de marzo de 2020

Esta primavera (Día 11)




   A ratos lucía el Sol con ganas tras la ventana. Como un resorte, me bajé a comprar algo entonces. A darme hasta allí un mínimo paseo de paso. Cuarenta metros, más o menos. A ponerme, ya tú sabes, a la cola de los pasmarotes medio zombies… que, sin duda por el influjo del esplendor del astro rey, indiferente del todo él –o no- a la peste que nos confina y ataca, estaba animada y charlatana, con menos distancia fija entre nosotros que otros días. Con el sol –se ha dicho un millón de veces, no por eso menos verdad- viene la alegría, aunque sea provisional, viene la luz, viene la claridad. Podemos entonces ver algo más allá. Desde la cola veía un trozo de campo. Es muy misterioso: en medio del virus, inmunes a él, a su bola, hierbas, matojos, arbustos, chiribitas… cómo todos se estiran y repintan, cómo se amarillea y verdea todo. Cómo, a pesar de los olmos derribados, despliega puntual sus hermosos protocolos la primavera. Y eso, que los pasmarotes andábamos hoy milagrosamente bienhumorados.  O sole mío, deberíamos habernos puesto a cantar. O sole mío, cómo tú estás. 

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