En medio de la noche yo llevaba de la mano a un niño de cinco o seis
años hacia una estación de autobuses. No había muchas farolas por allí. El
suelo era de adoquines. A su vez el
chico, en el otro brazo y agregado contra su cuerpo, llevaba un bebé envuelto
en mantillas. Era su hermanita. Me pareció que el bebé rompía a llorar, así es
que paramos un momento y se lo cogí yo. Le tapé bien y me lo acerqué al oído,
mientras volvíamos a caminar. Olía a tarta de manzana reciente. No lloraba ya. Cómo rebullía con pataditas contra
mi pecho. Como un conejito preso en un hoyo, algo así. Unos metros de empedrado
más allá, el que empezó a llorar fue el chico. Yo no sabía qué hacer. Entonces
el bebé, no sé bien cómo, con uno de sus bracitos tiró de mí y me dijo déjame en el suelo, anda, y se le pasará.
Así lo hice y eso pasó, aunque, justo después de dejarlo sobre los adoquines,
el bebé se estiró y era ya una niña de ocho o nueve años. Tenían los dos rasgos
orientales, de chinitos guapos. Con cada uno a un lado, agarrados a mis manos,
reanudamos la marcha. No se veía la estación y llevábamos ya un buen rato
andando. La chica me apuntó muy bajito por
qué no nos cantas una canción, anda. Me puse con la de Goytisolo y Paco
Ibáñez… érase una vez un lobito bueno, al
que maltrataban todos los corderos, érase una vez un príncipe malo, una bruja
hermosa y un pirata honrado… Se la sabían y la fuimos cantando los tres tan
contentos bajo las estrellas. Al acabarla nos metimos a un bar y en la barra me
di cuenta de que los hermanos eran ya dos adolescentes de facciones mediterráneas,
españolitos como yo. Él era muy parecido a un primo carnal mío. Se pidió un
café con churros. La joven, muy guapa, con unos poderosos ojos negros, se
volvió entonces frente a mí y empezó a besarme con vehemencia, como a picotazos
suaves, con ansia. Al lado nuestro un viejo con un palillo en la boca nos
miraba con descaro. Ella le desafió con la mirada, hasta que aquel fulano la
bajó y se largó. Ella envolvió mi mano bajo la suya. Me apetecía un buen bocata
de calamares calentitos. Y eso fue lo que me pedí. Y amanecía tras los
cristales.
SOY ESCRITOR
111 ROSAS o EL LIBRO DE LAS AGRIDULZURAS (Es bien fácil pedírmelo y recibirlo, va). Las historias -y mira que se ve envuelto en mil y una descacharrantes aventuras mi condenado protagonista- de un hombre, más sensible que patético, en busca de sí mismo y de los demás, a la búsqueda de los afectos perdidos, por cielos, mares y discotecas, entre mujeres fatales y mujeres magistrales. TE REIRÁS. TE DARÁ QUE PENSAR. TE EMOCIONARÁ. Pídemelo aquí o en josemp1961@yahoo.es 301 pgs CONSÚLTAME. 10 E envío incluido. 12 E por correo certificado. 15 E, si es contra-reembolso. Personalmente dedicado, va. HUMOR, AVENTURAS, SENTIMIENTOS A RAUDALES.
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