Escribíamos ayer… Toda escritura precisa la colaboración del lector. La lectura es la consumación de lo escrito. Sin lectores, la escritura deviene el coitus interruptus de una nada. En forma de libro entre las manos, lo escrito entonces se consagra. Se hace sagrado. Es ese -alguien que ama la lectura, con un libro entre las manos leyéndolo, con su autor de alguna manera así entonces también- un momento sagrado. Todo libro, pues, depende y necesita la generosidad cómplice de aquel a cuyas puertas del alma llama. Y si es el libro de un EMPC (Escritor Muy Poco Conocido), penosa especie, tan próxima a las órdenes mendicantes, condenada encima –a riesgo de resultar incomprendido, qué hacer si no, se admiten ideas- a dar y dar la matraca con lo suyo, ni te cuento ya. Puta miseria. Feliz Navidad, amigos de las redes.
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