Piénsalo. Ahora los Grandes Comunicadores no te aportan un texto escrito: leen ante una pantalla. Les ves, les escuchas, no les lees. Te ahorran así el trabajo de leer, “te evito ese aburrimiento”, parecen guiñarte. Que no leas, que les veas. Envuelven y te envuelven su mensaje en un masaje visual global. Qué bien, qué cercanos, qué majos, ¿no? Pero, en pro de una adhesión emocional –su cálida imagen-, te comen, te roban así esa distancia necesaria, ese espacio tuyo que, sólo cuando lees, aguza al máximo tu inteligencia y tu razón, y te permite, llegado el caso, detenerte, reflexionar y decirte, y decirle, eh, eh, no, no, tiempo, tiempo, ahí me la estás dando con queso, compay.
Así es que, si te gusta lo que aquí escribo, please, más allá de un ME GUSTA que se quede en nada, ayúdame para que pueda seguir haciéndolo. ¿Cómo? Pidiéndome mi libro de poemas, que, te lo aseguro, es bueno, bonito y lo otro (152 pgs, 10 e envío incluido). O, si tienes que hacer a alguien a quien aprecias un buen regalo, regalándolo. Te regalo yo otro, va, tú eliges: AMOR Y DESEO EN EL CINE o SIETE RELATOS IMPAGABLES, o cualquiera de los de política. Cualquier duda, consúltame. Gracias.
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