Hablaban en antena del “terrorífico”
problema de la vivienda en España. Que si urgía una política de alquileres, que
si la imposibilidad de la emancipación, que si las inveteradas costumbres de un
país distinto en eso a Europa. A
pesar de la enormidad del problema sonaban las voces joviales en la mañana de
agosto. Diríase incluso que uno de los tres contertulios, por el tono embromado
que gastaba, por la expansiva simpatía que hacia ella mostraba, tirábale de
forma indirecta los trastos a la
conductora del programa, que discretamente se sonreía.
Entonces dio ésta paso a una llamada de los oyentes. Debieron tras el
cristal apuntarle a la conductora el nombre de quien llamaba y, quizás llevada
por la difusa animación que la charla se traía, para incitar a la persona que
había al otro lado del teléfono añadió a su nombre un añadido que la interpelaba: “Hola, Luisi, adelante, cómo estamos hoy…”.
Al otro lado de la línea -y al otro lado de los transistores así pudo
oírse- pudo escucharse un balbuceo, como si para nada aquella persona se
esperase esa pregunta, “yo…”. Se
abrió allí un silencio que contenía ya el aire de un mal presagio, solventado
al cabo por una especie de carraspeo que viniera envuelto en un suspiro, del que
al fin emergió una voz no rota, pero sí velada por una herida que de forma
insospechada sangraba: “bueno, yo… es
que desde que asesinaron a mi hija no estoy bien… pero… bueno yo quería
decir…”. Ahora sí que el silencio se
adensó clamoroso como un telón oscurísimo, incluso en las casas, creo yo, en
que estuviera escuchándose el programa.
Nadie, ni la conductora, ni los tertulianos, atinaban a decir algo.
Mejor, mucho mejor así. Bueno, se repuso la voz aquella al otro lado del
teléfono. Dijo la señora Luisi que a
ella le parecía bien que la ilusión de una pareja joven fuera tener un piso
propio, que no veía ella por qué en eso teníamos que compararnos con otros
países. Que los padres además hacían muy bien en querer dejar, si les era
posible, un piso a sus hijos. “Un fuerte
abrazo, Luisi”, con verdadero sentir en la voz, le dijo al concluir la
conductora. Retomó luego el programa sin más su marcha acostumbrada.
Recordé luego que había hablado yo la tarde anterior con un amigo
criminólogo sobre los escurridizos conceptos que son la Justicia, la reparación
a las víctimas, la venganza. No sé, el destaparse de aquel inmenso dolor
agazapado tras aquella voz, que de súbito, sin cálculo, había desbordado los
cauces del convencional diálogo, como reivindicando su presencia y su verdad a
través de la radio para todo aquel pudiera estar oyéndolo en la mañana de
agosto resultó… eso una revelación.
Post/post:gracias a Purificación Fernández Guijosa, a CLAVE, a Mónica Azabache, a MAMUMA, a Kayla, a Anónimo, a Mónica, a Norma, a Alma Mateos Taborda, a NVBallesteros, a La abuela frescotona por alunizar conmigo, por redondear el post, por bloggear a mi lado ayer, GRACIAS
9 comentarios:
Lo oí como tú, en directo saliendo de la radio...TREMENDO!! No supieron cómo reaccionar...¡tremendo insisto! Un abrazo
Nadie puede devolverle a la señora que llamó al programa la vida de su hija asesinada. Lo que sí puede ayudar a soportar el dolor es que la justicia le devuelva la dignidad, y eso no ocurrirá mientras se tenga la impresión de que en España los criminales tienen más derechos que las víctimas.
Casualidad. También lo oí. ¿Servirán para algo las múltiples facultades de ciencias de la información que, cual aeropuertos sin aviones, inundan vacuamente la atormentada piel de toro?
¿Algún teórico que se atreva a sugerir que la información no debe ser como el circo? ¿Existen actualmente los "contenidos"?
Saludos.
Tremendo es poco, cómo se vive por favor. Cariños.
No lo he oído, pero me lo cuentas y es como si hubiese estado allí. Qué difícil debe ser sobrevivir a un hijo. Qué dolor tan lacerante el que te lo arranquen violentamente.
creo que muchas víctimas andan a ciegas buscando contención y justicia, cosas que en un estado ausente hacen que su voz caiga en quien quiera y pueda oírla...
no importa el como, pero ella dio su grito al mundo, ahora muchos sabemos de su dolor y la acompañamos en su tragedia, saludos querido amigo
Es dificil reaccionar ante el dolor de una madre ¿qué decirle? Saludos
Que realidad más dura, la que vivimos...
Saludos y un abrazo.
Me dieron toques en el cerebro, no quiero ni imaginarlo...Besos
Publicar un comentario