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martes, 12 de diciembre de 2017

El tiempo entre toboganes

   



   Cuando niños, la novedad de los toboganes, ¿te acuerdas? Fueron nuestros particulares Aceleradores de Tiempo. Casi como astronautas subíamos al principio la escalerita, asentábamos las posaderas contra el metal  y ¡hala!, nos lanzábamos por ellos a grito vivo, con cara de velocidad y alegría triunfal ante la trepidación del barrio y de la misma vida que los toboganes nos procuraban. Por un instante aterrizábamos por lo menos en la Luna. Y es que, como éramos infantes, poco más que partículas animadas aún a medias de hacer, y teníamos ansias de aventuras, el Tiempo nos parecía que no pasaba. Se nos hacían eternos los años, gigantescas montañas inamovibles. Una hora de siesta obligada, que no dormíamos, se nos hacía una semana entera detenida, qué tortura. Un verano duraba un siglo, más que una playa infinita. Sólo durante el brevísimo rapto de la caída por el tobogán parecían pasarnos cosas deprisa deprisa. Luego de mocetes ya, cuando abrieron el Parque de Atracciones, la montaña rusa, su estrépito de monstruo de Alta Velocidad, que nos inflamó de vértigo semi-suicida la existencia. Rimaba bien la montaña rusa con nuestra íntima avidez de experiencias convulsas, por más que, chicos modosos nosotros, nunca hacíamos nada, excepto imaginar, y por eso el Tiempo, ay, no pasaba. Estudias, trabajas, trabajas y estudias luego, mas los años siguen pareciéndote una inacabable cuesta arriba, qué lentitud de todo. Pero, ay, majo/a, en estas que cumples los CINCUENTA, y al día siguiente del fiestorro, es la Vida misma la que, como si te despeñaras de golpe, por el cuello te arroja ya a un tobogán desbocado, en el que pasa ya todo tan rápido, en un lote inclemente y supersónico de navidades-rebajas-enamorados-fallas-rocío-vacaciones-playa-vendimia-colegios-hojas amarillentas-zas-navidades de nuevo-y-vuelta a empezar, como en esas secuencias aceleradísimas que se ven ahora en pelis y documentales hiperrealistas,  y ya es, maldición, que con cara de espanto te lleva a rastras el Tiempo, el Tiempo hecho riada,  agua entre los dedos,  a una despiadada velocidad infernal… hasta dar con el río de tu vida en la mar, que es… eso que no conviene ahora decir, el final del último tobogán.   


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