Las Hijas de Chávez, el Bienamado Espadón de la extremista progresía
patria -de la española, digo- en las mejores esencias del socialismo educadas,
diez meses después del hecho biológico,
se resisten a abandonar La Casona,
la presidencial Mansionaza. Qué espectáculo tan bello (diría Boris) para
el Mundo, y tan apenas glosado, que nos están brindando esas niñas, por las que una misma heroica sangre redentora
de los Pueblos y de la Humanité corre, fíjate. La mayor, Rosa Virginia, está casada con el actual Vicepresidente del país,
como tú lo oyes. La pequeña, Rosa Inés,
mientras los venezolanos por ley tienen limitados los dólares que pueden
poseer, gusta de fotografiarse, y subirse así de enjoyada a las redes
sociales, con impresionante fajo de los mismos a modo de abanico sobre
la cara, dejándoles libres los ojos, tan vivos.
Se dan en fin, acaso nunca mejor dicho, las Hijas de Chávez una vida padre, fiestorro va fiestorro viene en las
mismas caras del Pueblo, tan necesitado, tú me escuchas. Cuando Maduro les susurra “y bien, ya, mis
lindas niñas, quizás va acaeciendo ya la hora de dejar la casa”, debe a ellas
caérseles al unísono la risa floja, como si le devolvieran un tácito “va,
cállate ya, huevón, que si no es por nuestro Padre padrone de qué tú vas a estar acá, bobo plomizo, ya aléjate”.
Sorprende, bueno, no, no sorprende nada, que los abnegados Indignados
universales, celebrities y del común, que tanto aquí en redes le zurran a la
nuestra Infanta –culpable para empezar, desde luego, de haber elegido al
arribista Urdangarín y de no haberle mandado al cuerno cuando se
supo de los bochornosos correítos- , el atronador silencio que al caso de las
depredadoras Hijas de Chávez
guardan, tan sensibles de consuno ellos a la más pequeña injusticia en el
Planeta. Se retratan de nuevo, claro.
El desparrame dilapilador de las Hijas
de Chávez, tan ricas ellas, hace recordar, en fin, la sabrosa anécdota que
en su día su muy revolucionario Padre protagonizara con Sean Penn, otro ricachón del celuloide ante él derretido. Prometió solemnemente Penn ante
su anfitrión que educaría a sus hijos Hopper y Dylan “como socialistas y
revolucionarios”. “Más bien los educas para que sean médicos”, le respondió en
público burlándose Chávez en Maracaibo, quizás molesto ya de
tan pegajosa servidumbre. Podría ahora Penn
decirle algo lacrimógeno a esas niñas, o devolvérsela doblada al interfecto
(más vale que simplemente las hubieras educado tú, farsante), algo así. Pero
francamente no creo que el multimillonario Penn
esté por decirle ese sí a estas niñas tan ricas. Anda, Sean, no seas así y llévatelas a
Hollywood, hombre de Chávez.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
1 comentario:
Pues de momento el Madurín no creo que se atreva.
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