¿No voy a saber que en lo tocante a
los libros también la apariencia es lo de menos? Aunque, ojo, que ya Juan Ramón Jiménez vino a decir que el
mismo libro en dos ediciones diferentes dice
cosas diferentes. Pues es que, Señoras y Señores, mis Veinte relatos de amor y una
poesía inesperada tienen una
portada tan bonita y poética, una textura tan pulida y
delicada, que sólo ya como objeto primoroso es una gozada, primero contemplarlo, y más tarde
acariciarlo entre las manos.
Sobre una de esas estrechas
callejuelas propias de una ciudad antigua y bohemia, vacía ahora, alumbrada por
decenas de bombillas, focos y luminosos de nocturnos comercios que, más que luz,
un oro refulgente parecieran derramar
sobre la violácea nocturnidad, se apuntan desde el cielo las primeras y tímidas
claridades del nuevo día. Podría tratarse también del inicio del atardecer, esa
hora bruja entre el día y la noche durante la que todos los corazones sensibles
un poco siempre se estremecen ante el misterio acechante que entonces se
concita, pero, por lo solitario del callejón, me inclino a pensar que se trata
de ese instante no menos mágico de la amanecida. Hummm, divina esa amalgama
semifusa de dorados y ocres resplandores descorriendo los morados tules del
anochecer.
¿Vacío, he dicho? No: casi en el centro de la imagen, frente a un
misterioso establecimiento adornado en lo alto de uno de sus laterales con el reclamo
de un rojo corazón inscrito como un círculo candente, comparece un hombre de
romántica estampa, con airosos gabán y gorro ataviado, a su vez ensimismado en
el embrujo que en el interior de esa estancia -a la que sólo vemos como bañada
toda ella en una deslumbrante claridad de muy dorados y puros quilates- parece
él entre atisbar y adivinar. De la boca de ese hombre sale vaho
–puede también que sea el trémulo humo de un cigarro que no vemos-. Ya está,
nos decimos: el hombre asiste boquiabierto, acezante, medio hipnotizado, al fascinante
sortilegio que los clamorosos destellos del Amor desprenden. Más esas letras del título, como mordidas,
manchadas, diríase que afectadas por un virus que las menoscaba, reflejo y
testigo de la propia fragilidad del sentimiento amoroso. ¡Qué mejor invitación
a nuestro texto!, acabamos por reconocernos. In Love
we trust.
Voilá los veinte, que veinte son, los títulos
que componen mis Relatos. Ojalá tuvieran sólo con el viento de silabear su
nombre, al modo de las pociones mágicas, las propiedades embriagadoras que te
llevaran en ilusionado trance y con los brazos abiertos hacia ellos, a tenerlos
y leerlos. Va, pronúncialos despacito, my friend, por si acaso:
1) Películas
2) Kafka enamorado
3) Estrella
4) Carta para Angélica
5) El Día que se me apareció Nicole
Kidman
6) Quisimos tanto a Iker Casillas
7) Igualdad
8) Teatro
9) Ausencia de gravedad
10) Cabaret en Brazatortas
11) El parque
12) Propaganda innombrable
13) Medicina infantil
14) Vendaval
15) El blues de la nocilla
16) Vecinos
17) Chorreaba luna bajo sus labios
18) Expresiones insufribles
19) Llamas que no queman
20) Una historia virtual
Más el clamor de una poesía
inesperada que cierra el libro.
1 comentario:
La poesía inesperada es lindísima!!!! De hacerte llorar!
Publicar un comentario