Acababan de subirlo desde los
quirófanos y ya sólo el cabreo fascinado en la voz de las enfermerats reconviniéndole, que nos
llegaba desde el pasillo, le envolvía en todo un misterio aladino. “Este hombre, hay
que ver, que ya se está levantando, pero mira, míralo, tú míralo…”. Estaban en la habitación de enfrente, teníamos la puerta abierta, nos llegaban sólo las
voces de ellas, en las que de bien curiosa forma se mezclaban el disgusto con la
admiración, quizás era eso sólo lo que acrecentaba la intriga. “Mire, no se puede levantar de la cama, acaba
de venir de quirófano y, si vuelve a levantarse, igual tendrán que volver a
operarle, sólo cuando digan los médicos podrá, no se lo digo más”. Como el
que oye llover -¡llover!-, porque a los cinco minutos de nuevo aquel fulano la
estaba liando parda. Una enfermerats lo pilló de marrón. Llamó a una
compañera. Entraron. ¿Qué le acabamos de
decir? ¿Tenemos que llamar a un celador? Oímos entonces el dulce áspid de
su voz, envolvente y zalamera, sí, su sincero tono de arrepentimiento, en un
perfecto castellano con levísimas inflexiones del Magreb, “perdona, joder, necesitaba ir al baño, yo lo siento mucho”. Una de
ellas inspeccionó allí. Golpeó la tapa. Salió y elevó más la voz. “¿Y esa colilla? ¿Y ese olor a humo? ¡Lo
sabes y encima te pones a fumar!”. La enfermerats le abordó: Te juro que, como vuelvas a levantarte o a
fumar, por mis huevos que llamo a los de seguridad y te ponen en la puta calle,
¿vale? Mano, y voz, de santa, sin duda, pues no oímos ya más esa tarde la
voz hechicera de aquel elemento, que,
dedujimos, plegó velas y se metió en la cama a hablar bajito por el móvil con
sus colegas. ¿Quién y cómo sería
aquel gachó, aquella fuerza de la naturaleza que se levantaba tan campante, y
luego a fumetear, el mismo día de la operación?
Al día siguiente –con mío figlio, tranquilito en la cama, dándole
también él al entretenimiento del móvil- pudimos los demás verle. Ya le permitían
levantarse, y a fe que lo hacía, pues no dejaba de pasearse olímpicamente,
erguido y gesticulante como el Príncipe heredero de algún Emirato, o de alguna cábila rifeña al menos, por el pasillo
hasta el final del vestíbulo y más allá, y vuelta atrás y volver a empezar, sin
dejar a la vez de hablar y accionar a través de su moderno smarthphone, como si
él mismo coordinara una docena de trascendentalísimas operaciones en otros
tantos países del ancho mundo. Era en verdad pasmoso que todo eso nos pareciera,
sólo vestido como iba con el pijama de trapillo verduzco que te asignan en el
hospital, que él remataba con unas chanclas de colorines, de esas de goma que
separan el dedo gordo del resto. Cierto es que milagrosamente le quedaba niquelao. Sólo se abrochaba en la
chaqueta del mismo el botón de la cintura, tras el que exhibía desde allí el
triángulo creciente de un torso lampiño bien torneado y moreno. Tampoco era tan
alto, aunque sí de facciones bien perfiladas, con una perilla rasa que tanto
podía ser sefardí como almoraví. Contaban su apostura, eso sí, aquella gentil verticalidad
con que se desplazaba, cierto magnetismo en el andar y el aspear rectilíneos de
las manos, una hilera de dientes muy blancos que conformaban una bonita
sonrisa, la cautivadora y ocurrente cháchara que incansable desplegaba. Con
todos esos recursos sumados, en un pispás se ganaba a enfermerats, becarias, celadoras, doctoras, en fin, a quienes con
él se cruzaban... CONTINUARÁ
MI OTRO LIBRO ES:
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS (10 E por correo ordinario): Armando, un hombre desolado, con la sensibilidad en carne viva, al que pone su mujer de patitas en la calle -pues ha encontrado ella otro más alto, más guapo, más fuerte que él- y que necesita ahora re-armarse, hallar su lugar en el mundo. Su malaventura, sus buenaventuras también, su divertida peripecia sentimental. ¿Hallará su lugar al sol?
154 pgs de… HUMOR, AMORÍOS, ILUSIONES Y ESPERANZAS
LOS DOS LIBROS POR 22 EUROS EN CORREO CERTIFICADO, ENVÍO INCLUIDO.
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