Esta mañana bajé de nuevo a por el
pan… y a por un flan. Tuve, en medio de esta ciénaga, ese antojo, yo que sé, me
dio por ahí. Como si anduviera el muá, tú fíjate, embarazado, embarazado de ti,
mujer. Me asaltó de golpe, vete a saber por qué, el imbatible olor al flan casero que hacía mi
abuela de pascuas a ramos en mi remota niñez. Venía, con un chino mandarín sonriente
con sus finos y blancos bigotes más la perilla, pintado allí, dentro de un
sobre que ya por sí solo lo aromatizaba todo con una primicia irrefutable de su
maravilla, Flan Chino Mandarín. Hmmm, cerré los ojos y me relamí a fondo los
labios, haciendo bien real aquella justa dulzura, aquel olor embriagador, su
precisa textura, su flamante color, el del sol, el del oro, los mismos, sólo
que mejor, en temblor vivo, todo ello por fusión multiplicado, más aquel dorado
tiempo. Así es que terminado el éxtasis me dije, ya está, va, tengo para hoy
plan: un flan.
viernes, 27 de marzo de 2020
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2 comentarios:
Hola escritor:
Aquel flan...y cuántas otras cosas, aromas, sabores, colores, sonidos. Ahí los guardamos, en la memoria que se convierte en revuelo de recuerdos y forman el caleidoscopio de una vida.
Encantada de leerte y comprobar que estás bien, que tu escritura sigue fluyendo por la red, que tu balandro sigue a flote.
Cuídate mucho.
Un abrazo.
E.
Muchas gracias, E. Muchas gracias por tus palabras. Cierto, cuantísimos recuerdos en el caleidoscopio de la vida. Me alegra mucho saber que estás bien. Un fuerte abrazo, E.
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