Qué rocambolesco el que esta devastadora epidemia
ya mundial, que tanta angustia como dolor y muerte nos contagia,
que nos rodea y obliga a enchironarnos en las casas, le pille a uno enfrascado
en un documentadísimo libraco que, a despecho de las habituales visiones
apocalípticas, prueba el incontestable progreso de las condiciones de vida en
sus principales parámetros para la inmensa mayoría de la Humanidad. Lo normal, lo
cotidiano, hasta hace sólo doscientos años, y desde hace miles y miles de
ellos, desde los hombres primitivos, para casi todos, que eran muy pocos, pues
las poblaciones, presas de una mortalidad elevadísima, apenas aumentaban, eran
la escasez, el miedo, las catástrofes, la enfermedad, la guerra y la muerte, en
fin, la vida cortísima, penosa y lúgubre generalizada. Históricamente fueron
las epidemias la más poderosa causa de mortalidad, esos invisibles organismos
que la Naturaleza también aporta, que se reproducen con rapidez a costa de
nuestras vidas, a veces exterminando civilizaciones enteras y matando a
millones de humanos, más que diezmando a tantísimas poblaciones. La fiebre
amarilla, la viruela, el tifus, la malaria, por decir algunas, cuando al menos pudo
ya ponérseles un nombre, para luego combatirlas. ¿Consuela algo el saberlo?
Hombre, algo sí, pero no mucho, la verdad.
Y más asombroso, alucinante diríamos, resulta aún el que, siendo un
libro publicado en 2016, “En defensa de la Ilustración”, de Steven Pinker, 741
pgs, Editorial Paidós, pueda leerse en el mismo que el astrofísico Martin Rees
“en 2002 apostó públicamente que en 2020 el bioterror o el bioerror provocarán
un millón de víctimas en un solo suceso” (pg 371). Y que el mismo Pinker en público,
irónico ante ese tipo de profecías chorras tan habituales, le aceptó la apuesta
(pg 379). No sé cuántas víctimas al final se cobrará el coronavirus, en qué
macabra estadística se detendrá su macabro mordisco, pero al leerlo, de
momento, yo es que me quedé pasmado. Pasmado.
2 comentarios:
Esperemos que pierda.
Esperemos eso, M. Thanks
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