Bueno, a Yulio, y a tutti quanti presumen de haberse acostado con no sé cuántas miles de mujeres, o de hombres, trataríamos de convencerles, acaso en vano, de la primacía también en este negociado de lo cualitativo sobre lo cuantitativo. Es posible que habiendo estado enamorado SOLAMENTE UNA VEZ en el bolero de la vida, más aún, que habiendo hecho el amor tan sólo en UNA ocasión a lo largo de toda una existencia, a condición, claro, de que en la misma la intensidad del sentir haya involucrado la radicalidad plena del ser, se haya experimentado, disfrutado y conocido más y mejor el sentimiento amoroso que en una abundantísima promiscuidad superficial de la que nada queda. De ahí la apócrifa anécdota de aquella pareja de la “gauche divine” barcelonesa que, a la vuelta de aquellos tiempos convulsos de la movida, decíanse perplejos la otra al uno y el uno a la otra: “oye, tú y yo… ¿llegamos a acostarnos?”.
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