Este, como los otros tres anteriores, es un libro muy íntimo, en el que he puesto jirones vivos de mi alma atormentada y romántica… y dulcificada por la ironía y por el tiempo. Si no pierdo pasta con él –a no perder es a lo más que aspira hoy un escritor sin Nombre-, quizás TRES AÑOS después dé a luz otro sobre Cine, o un ensayo cultural, esto es, quizás pueda darle rienda suelta a todos los caudales manantes de mi sensibilidad polimorfa… que así, como en el cuento de la lechera, pronto empieza la desvariada imaginación del escritor desconocido a hacer sus cábalas desaforadas. De momento, ya digo, tienes, tengo delante este cuarto. Con los textos de ideas se mantiene una relación más fría, más racional y especulativa. Con los libros de pura creación, la relación es muy parecida a la que debe sentir una madre hacia la criatura que llevó en sus adentros, a la que sintió ya patalear, a la que acarició con dulzura inigualada sobre el vientre abombado. ¡Este libro también es carne de mi carne! He derramado sobre él toda la imaginación y la ternura –también de la ironía, ya me conoces, lector, amigo- de la que soy capaz. Mucho más que un libro, es un trozo candente de mí, de mi piel, de mi corazón, de mi desesperanza, de mi rabia, de todas las ilusiones de mi pequeño mundo que, pese a todo, como aprendí en Pessoa, conmigo y contigo también van, lector, lectora.
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