Que es un caso Gallardón… de suma decepción. Pocos Faraones nos habrán
desencantado tanto. Pocas Estrellas tan prometedoras habrán errado tan
desorientadas y estrepitosas por el firmamento ministerial. Ahora que Rajoy con desabrida crueldad lo liquidó
–Rajoy resulta durísimo… sólo con
los de su partido, otro caso él es- promete Gallardón abandonar la Política. Quizás, como en el cuento de Pedro y el lobo, sea esta vez la de
verdad y no le creamos. ¿Qué se hizo de tan extraordinarias cualidades persuasoras,
en qué andurrial se extraviaron tan brillante razonar y aquel sutil arte de
ganarse a las audiencias, casi el único del PP que sabía de lo lindo hablar, tan
notables dones los suyo que parecía por los mismos llamado a lo más alto del
gobernar?
Cuando Mudito Rajoy lo llamó a su vera ministerial pareció a todos la inmejorable
rampa para su lanzamiento. Con todo lo que el Gobierno tenía y tiene que
explicar –si en un mínimo entiende las pautas elementales de la Comunicación
Política en las sociedades modernas, si de hacerse entender por los ciudadanos
se trata-, quién mejor que Gallardón
hubiera desempeñado esa labor. Era además el líder derechista menos odiado por
el Mester de Progresía. Silencio, de portavoz, Nadie. Lo confinó a Justicia, él lo aceptó, y desde ese mismo momento los increíbles
yerros de Gallardón disparáronse sin
fin.
Primero aquella inconcebible frase suya, como una suculenta tarta
regalada a la oposición: “Gobernar, a
veces, es repartir dolor”. Luego las
Tasas Judiciales, tan mal explicadas. Aquellos impresentables indultos a
políticos corrutos y a temerarios
delincuentes después. El clamoroso incumplimiento de la promesa electoral para
que los miembros del Consejo General del Poder Judicial fueran elegidos por los
propios jueces, es decir, la traición a la posibilidad de una justicia más
independiente. El embarcarse, precisamente él, que dábaselas antes de progresista y Defensor de PRISA, en la
redacción de una ley del Aborto maximalista, sin esperar siquiera la sentencia
del Constitucional a la ley del aborto
express de Aído.
Y sobre todo su sistemático silencio
en el gobierno, su escasa disposición en los media a defender los principios que mueven a los
liberal-conservadores, su perfil plano y romo, el abandono de sus habilidades
discursivas y comunicacionales en público que eran las que en gran manera le
habían hecho descollar. Pareciera, por el contrario, que se hubiera obsesionado
en buscar, obediente y mudito también él, el dedazo de Rajoy que como sustituto le nominara. A ese servilismo
fió con poco olfato su suerte para que al final Rajoy, cruel sobre vil, así lo maltratara, dejándolo tirado. Menudo
galardón le endosó.
Faltaba ya sólo en el epílogo del cuadro
“Gallardón” la frikitona Villalobos, nada
menos que declamando que la Caída de Alberto era “el Triunfo de Rajoy, de las Mujeres y de todos”, de los chóferes
le faltó decir, como si fuera ella una borroka de CC OO, que por cosas mucho menos graves en frenopáticos internan a
diario a personas en nuestro país. Se consumó, así de penosa, la decepción de Gallardón.
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)