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domingo, 30 de abril de 2017

Ya quisieran los Tarantino o los Coen hacer una peli como "Comanchería"

   


   Hubiera pagado por verla de nuevo nada más salir del cine, sólo que era la última sesión de un día que esta peli hizo también maravilloso. Ha pasado casi desapercibida en la movida de los Oscar y en la información sobre cine de los media, es decir, han arrojado paletadas de silencio sobre esta película extraordinaria. ¿Por qué? Un absorbente drama, atiborrado de referencias cinematográficas implícitas pero a la vez actualizadas de forma original y vivísima, ambientado en la América profunda, sobre dos hermanos, blancos, que van atracando sucursales para evitar que el Banco se quede con el rancho familiar tras la muerte de su madre, y dos policías que a distancia les siguen.
   Excelente la estudiada composición de los cuatro personajes centrales, la riqueza de ese juego de oposiciones y complicidades, de soledades y de compañías que entre ellos se dan, su profunda humanidad, sus poliédricas razones, sus dolientes sentires.  Logradísimos los diálogos, tan afilados como inteligentes, al servicio siempre de la historia. Asombrosa la brillantez del guión y de la dirección para a la vez mostrar y expresar tantísimas facetas del presente: drama íntimo y social a la vez, el elemento humano y sus dilemas, las absorbentes minorías étnicas y sus mutuos prejuicios, su comedia y su tragedia, y la inmensidad del paisaje, esas inabarcables llanuras en toda su desolación y  grandiosidad. Portentosa la medidísima concatenación, trenzada con preciosas músicas, de los ritmos en la historia, que alternan la pura acción con el remanso de la misma, y las transiciones entre una y otra, para que más hondamente se pose así todo en el entendimiento del espectador. Una muy fina y artística mano en la composición de los encuadres, a menudo en hermosísimos tonos ocres sucios, que nos remiten a los mejores pintores y fotógrafos norteamericanos de la Depresión y la Posguerra, muy pertinentes con la historia y que sin guiño  de virguería auto-ombliguista se nos ofrecen uno tras otro. Imágenes de una resonancia artística y sentimental poderosísima, sin pecar nunca de enfáticas.

   Reflejo crudo de la violencia actual, claro, pero no regodeándose en ella, como Tarantino o los Coen, no haciendo de la misma un espectáculo o un cebo viscoso y facilongo sobre el que afirmar una dudosa autoría; antes al contrario, adoptando ante ella no una actitud sermoneadora pero sí ética: el diálogo final inscribe de forma tan nítida como expresiva las consecuencias fatales que inexorablemente comporta la violencia, la amenaza de deshumanización que siempre encierra su desatarse, la apremiante necesidad en quienes la ejercitaron –legal, arbitraria o necesariamente- de hallar paz en sus conciencias, pues sin dudas ni remordimientos ante ella, no hay ya humanidad. Muy grande, pues, esta “Comanchería”. ¿Por qué ha pasado tan injustamente minusvalorada?  

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2 comentarios:

E dijo...

Buenos días escritor.

Completamente de acuerdo contigo. Es una película extraordinaria en todos los aspectos. Excelente tu valoración. Leer tu texto sobre ella todavía la engrandece más.

Buen día

E

José Antonio del Pozo dijo...

Muchas gracias, E. Celebro coincidir contigo. Buen día, E