¿Se halla, lector mío, la memoria íntima del verano, su latido más hondo y verdadero, en las conocidas vulgarmente como las Canciones del Verano? Diríase que no, que las hechuras repetitivas y facilonas de éstas, poco o nada tienen que ver en principio con el secreto de la estación del esplendor, en la que tantas cosas parecen trenzadas con el mismo material del que están hechos los sueños de sus noches calurosas. Y sin embargo, si nos esforzamos en singularizar alguna de ellas, si buscamos la mena entre la ganga, puede que esas canciones nos revelen esenciales sustancias del verano, gemas que antes ni sospechábamos que pudiesen llevar envueltas entre su resuelta banalidad.
De forma que, por ejemplo, recordamos todos de sobra (casi todos, claro, oh, Tiempo) que Eva María se fue, buscando el sol en la playa. Nos despista del todo el tono sandunguero de la melodía, pero, ¿de qué nos habla en el fondo esta canción? De la herida abierta y del dolor sin tasa que causa la pérdida del ser amado. Ella se marchó –dice el chico de la canción, desconsolado tras la chispa de sus trinos gongorinos- y sólo me dejó recuerdos de su ausencia. Y sin la menor indulgencia, Eva María se fue. Habla también de que las chicas maduran antes y de que pronto nos ven pequeños y bobos, y de que necesitan entonces ellas conocer y abrirse a nuevos y más amplios horizontes, los que dora a lo lejos el Sol, esa promesa total de libertad.
Por eso cogen su maleta de piel y su bikini de rayas y se van, y la aflicción por el abandono nos hace –entre timoratos y hamletianos infantes- seguir viéndolas aún en la distancia, qué bonita está bañándose en elmar y tostándose en la arena, mientras anida en nosotros sólo la pena de su amor perdido. Es esta canción a un tiempo protesta de amor loco –paso las noches mirando su fotografía-, es angustiada proclama existencialista –qué voy a hacer si Eva María se fue, yo ya no puedo vivir- y es expresión lúcida de una realidad cambiante, de un momento histórico concreto –años 70- en el que está la sociedad evolucionando, en el que las chicas –Eva/María, genéricos nombres por excelencia de la mujer, por tanto no al azar elegidos- empezaban en primera persona a decidir sus vidas. Estamos, pues, –y la festiva canción da cuenta en el fondo de ese trascendental cambio- ante el pleno acto libre de una muy resuelta voluntad afirmándose y ejercitándose en la persona de una joven, sin la menor conciencia además de estar con ello haciendo nada malo: sin la menor indulgencia Eva María se fue. Nos dejó, punto pelota.
Y con el mismo transcurrir de tanto veranos, con el tiempo infinito que los mismos despliegan, la simbólica Eva María de entonces, que se marchó en busca del sol, que se bañó, llena de ilusión, en mil playas y en otras tantas costas de relucientes esmeraldas, se hizo un día realidad, se hizo de carne y hueso, varió un poco su nombre, porque ya no era exactamente la misma, Eva Amaral llamábase ahora, -aunque no deja de maravillarnos el casi idéntico nombre de la Rosa- y ella misma, mujer autónoma y en plenitud realizada, con la caricia única de esa voz tan suya, que tiene vibración de ola rompiente, nos deja otra hermosa y simbólica canción que se titula “Días de verano”, en la que la vemos, un poco de vuelta de todos los viajes y de todas las cosas, aferrada a la misma maleta simbólica que llevaba Eva María, atravesando pedregales con chumberas desde alguna playa remota, -simbólico escenario de la desolación que ella ahora experimenta, correlato histórico también de la inevitable decepción que le sigue al ejercicio de la libertad, en el que tantas cosas imposibles se soñaron- que vuelve y nos mira un poco triste a los ojos para cantarle a su chico de siempre, lo que son las cosas, cantarle y contarle… que no quedan días de verano para pedirle perdón, para borrar del pasado el daño que ella le causó al dejarle, sin besos de despedida y sin palabras bonitas, que le mira a los ojos y no le sale la voz…
Bueno, Eva Amaral, siempre nos quedará un día de verano para otorgarte la gracia del perdón, a ti, que llena tú eres de la gracia. A la luz de esa mirada tuya, Eva. Y comprendemos entonces, un poco reconfortados también por dentro, que, con todo, algo del espíritu libérrimo del Estío se encierra también dentro de las machaconas canciones del verano.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen de la obra en post del 27-1-2013 y 1-2-2013)
154 pgs, formato de 210x150 mm, cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor ajosemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)
3 comentarios:
Se entendería todo si publicara los comentarios, y alguna replica.
La mejor forma de entenderse es dejar que escuchen a los demás.
Muy al hilo, sí. Inapreciables sus consejos, de verdad,
Le sobra a usted profundidad ideológica y conocimientos para abastecer un blog propio, en serio.
Fuera hilo… claro y cuando hablo de la madeja ni se pone en el cesto.
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