Permíteme, lector mío, dejarte unas palabras en mi blog, que es también el tuyo, sobre una singular especie de literarios fracasati, por quienes uno, aunque sólo fuera por estrictas razones de cosanguinidad, no puede evitar sentir una apabullante debilidad. Este año no lo he visto, pero en la edición anterior del Planeta repicaban las agencias el estricto dato de que habíanse presentado al certamen, además del ganador, otros cuatrocientos noventa y dos concursantes. Cada año un número mayor, al parecer.
A menudo piensa uno, ya digo, con honda admiración, con indecible ternura, en esos cuatrocientos noventa y dos postulantes anuales, qué vidas secretas y apasionantes en su dorada mediocridad no llevarán consigo, qué ilusiones inmensurables no albergarán esos purísimos corazones, qué humildes y a la vez vibrantes novelas no encerrarán en sus cándidas existencias las biografías de esos seres tan inocentes. Se mofan a menudo los bienpensantes de la dorada ilusión con que muchos niños siguen creyendo en la existencia de los Magos de Oriente. Cree uno, sin embargo, que para misterio insondable, para ingenuidad en verdad candorosa, para simple y ardiente fé, ninguna comparable a la de esos cuatrocientos noventa y dos angelicales tíos hechos y derechos, con más moral todos ellos que los archifamosos trescientos de Troya.
Les puede casi ver uno a solas, aferrados a la mesa, con su gripe a cuestas, su bufanda raída, el dolor de muelas, su oficina gris, su coche a plazos, un poco incomprendidos de cuantos les rodean, y sin embargo, dale que te pego al manubrio de sus cuatrocientos folios, inquebrantables en su esperanza férrea, por qué no va a ser este año, por qué no me va a tocar esta vez a mí, por qué. Seguirán esperando en vilo el fallo año tras año, conocerán de nuevo la bofetada áspera del desprecio editorial, volverán sus pasos, acaso algo más renqueantes ese día hacia la mesa en la que levantan ellos su mundo, hasta que, digerida la derrota, vuelvan para sí a decirse, como dicen los que de esto saben, lo que cuenta es intentarlo, quizás el próximo año, y de nuevo la ilusión recobrada, los miles de fotocopias, el secreto sueño de que, como en las películas, alguna vez a ellos corresponda una porción, aunque sea algo mohosa, en la tarta del Paraíso. No se sienten, es decir, no son fracasatis. Son angélicos seres. Sólo merecen respeto, y unas miguitas de reconocimiento, sólo eso, en su limbo ilusionado.
LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
154 pgs, formato de 210x150 mm,
cubiertas a color brillo, con solapas. Precio del libro: 15 Euros. Gastos de envío por correo certificado incluidos en
España. Los interesados en adquirirlo escribidme por favor a josemp1961@yahoo.es
“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones
del mundo” (Pessoa)
1 comentario:
Me parece bonito este homenaje aunque no sea yo demasiado admiradora de este premio. De los premios en general...
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