Sin dormir se fue Dani Rovira, presentador y triunfador
de los Goya –me encanta su peli- a la
Sexta, a la empresa-madre, a
ofrendar a Ana Pastor la
primicia de su éxito… y yaque… a hablar de política, a la perfección
alineado con la Casa en un toma y daca de inenarrable nadería y ñoñería happy-flower.
Puede que parezca irrelevante el
desentrañar estos discursos en
apariencia banales de las Figuras populares. Es, al contrario, decisivo hacerlo: en la medida en que
aparecen en boca de reverenciadísimos referentes sociales, la eficacia de esos mensajes para difusa e inadvertidamente permear
y reforzar, por ósmosis, por simple admiración y adhesión a su cálida imagen,
las orientaciones con que la mayoría afín, y sobre todo la que se dice
apolítica, encara luego lo político, es decir, el modo en que de forma
indirecta pero inapelable moldean la opinión pública, es trascendental.
Se entiende de sobra la disposición psicológica del triunfador: a ver, que aunque mi caché, en esta podrida
sociedad, se haya multiplicado por mil, tengo que decirme a mí y a todos que
sigo siendo el mismo, que no olvido de dónde vengo y tal, total, cuatro
chorradas aturulladamente progres a quién hacen mal, y si además se acoplan
bien con el catecismo de la Cadena, dabuten manganuten.
Y empieza la cosa. Después de
reconocer que de lo que se trataba con el ministro Wert en la Gala era que “nos
apetecía vacilarle, de buen rollo, pero… para qué vamos a gastar energías en
decir lo mal que lo está haciendo si no vale para nada, pues vamos a pasárnoslo
bien nosotros, y de confesar que él le da importancia a las críticas de la gente que critica
con conocimiento, comienza el peripolítico chorreo:
1.- “Es curioso que con una película
quizás se han conciliado muchísimas más partes que en muchos años de política”. Se refiere al problema etarra y a los
Ocho apellidos vascos. Y sí, están leyendo bien, pretende nada menos que
atribuir Rovira a la peli la mejora
de la cuestión etarra… en detrimento de los políticos, claro, alguno de los
cuales literalmente se dejaron en esa lucha la vida. Pareciera la ocurrencia,
sí, un mal chiste en la boca de un alucinado egocéntrico.
2.- “Es que si lo extrapolas en este
país lo que falta es amor, y hace falta amor en los políticos de este país… si
el político tuviese amor, empatía y un poquito de humanidad para el prójimo y
demás… es que es tontería todo”. Si el político tuviese amor es
tontería todo: he ahí el imperativo erótico-categórico que aniquilaría la
aparente diabólica complejización de lo real en un pis pás de lucidez hacia lo
guay. ¡Y que no vieran eso ni Aristóteles, ni Maquiavelo, ni Rousseau, ni
Locke, ni Marx, ni Montesquieu! Bueno, Cicciolina un poco sí lo vió.
3.- “Te meten la pollita un poquito
cada viernes… que es que ya me sale por la boca”. Le ha puesto Ana Pastor un recopilatorio de los
monólogos que en la Casa Rovira ha
facturado, y asegura ella que en la redacción “lloramos de la risa” viéndolos,
tratándole sólo de gruesas y facilonas chabacanerías antigubernamentales como
la arriba reseñada sobre los Consejos de Ministros, que en efecto dan ganas de
llorar… de penosas que son.
4.- “¿Me va a decir usted lo que
siento yo por España?”. Le conduce la Pastor ahora a una supuesta polémica que en el TW tuvo Rovira con Esperanza Aguirre, “oh, esa
señora… da miedo”. La burda manipulación que de la cosa hacen tan risueños
ambos dos espadas sí que es de llorar de la risa, sí. Resulta que un pregón Aguirre dijo: “Lo peor son los
antitaurinos que lo son esencialmente por ser antiespañoles y buscan
desprestigiar y prohibir los toros por decreto”. Resulta que a Rovira no le gustan los toros, e
ignorando voluntaria o involuntariamente que Aguirre no se refería a todos sino sólo a una parte muy real de
aquellos –no hay una coma detrás de antitaurinos, que englobaría a todos; y Ana Pastor, al dar carta de naturaleza
a esto, muestra más culpable mala fé o ignorancia- a través del Tw de esta fina
guisa la interpeló: “¿Me va a decir usted
lo que siento yo por España?”. Aun así por TW le señaló Aguirre la clamorosa confusión. Es
igual, a los dos esa sal gruesa les vale para poner a caldo a la lideresa,
sobre un maniqueo montaje en pantalla basado en una amenazante y sórdida silueta
en negro de Esperanza frente a un Rovira aterrado. “Me ha encantado el montaje”, reconoce el cándido Rovira. “Esto es el equipazo de realización”, remata Pastor.
(CONTINUARÁ)
Falta la traca, lector, la traca de Labordeta y las otras cuatro gansadas, que las dejo yo para MAÑANA, no vayas a cansarte tú de mí.
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