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miércoles, 6 de mayo de 2015

Jesús Hermida, su genio, su figura

       


   Es lo que tienen los monstruos televisivos, esa extraña familiaridad que siempre con ellos se nos produce: les vemos tantas veces y desde tan cerca, mucho más que a los parientes segundos nuestros. A la vez les vimos siempre tan acicalados y brillantes que en ese Olimpo de píxeles alguna vez nos parecieron inmortales. Cuando por ley de vida -y con envidiable lucidez- pasaron algunos a segundo plano, aquella imagen fulgurante quedó asociada a ellos en nuestra mente. Por eso nos sobresalta y nos duele la repentina noticia de su muerte. Inevitablemente mueren cosas nuestras con ellos, significaciones nuestras adheridas a ellos, claro.
     
   Cómo no admirar en Jesús Hermida su indudable telegenia, su impresionante desenvoltura ante las cámaras, la envoltura de su voz silabeante… su afán innovador, su estilo tan propio. Que tenía defectos, y quién no, que a veces resultaba premioso, cargante y rococó, también lo digo yo. Andaluz sin acento, siempre original, nos conocíamos los perfectos ángulos de su rostro y el vuelo de su flequillo más que los de cualquier amigo nuestro. Conseguía eso tan dificilísimo en televisión, tan raro y excepcional, tan valioso por ello, que es el lograr, en medio de un estrepitoso programa de varietés, la intimidad con el espectador, hablarle como al oído y mostrarse ante él, de forma harto paradójica tras tanto artificio emperifollado, como alguien cercano y natural.

   
   Pesan mucho más sus cualidades profesionales, me parece, que lo suyo controvertido. Mueren cosas nuestras con él, pues en esa vicaria manera de comunicarse que las televisiones ofrecen, compartimos mucho con él. Su recuerdo permanecerá con nosotros. Jesús Hermida es parte de nuestras vidas espectadoras, que no son tan meramente pasivas como pueden parecer, pues a menudo, para elogiarlo o para criticarlo, le interpelábamos, le hundíamos o le alabábamos. Si una vez con voz cantarina nos contó Jesús Hermida la llegada del hombre a la Luna, es posible que, tan poética ella es, en estos días, como la princesa rubendariana,  algo tristona ande la propia Luna.     





LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS

Porque a mi parecer un libro íntimo, no tanto porque nos revele interioridades escabrosas, sino porque sobre todo consiga con desnudez hablarnos como al oído de los paisajes esenciales del alma de quien lo escribió, es también uno de los más acabados símbolos por los que alguien ofrece al Otro –a quien físicamente no tiene delante, al que de otra forma difícilmente podría hacerlo- la propia mano. Esto soy. En estas historias –no en forma de un discurso, sino con destreza encarnadas en personajes vivos a los que les ocurren cosas, a quienes sorprenden los avatares amargos o alegres de la vida- late la urdimbre sentimental que hasta aquí me trajo.  Quiero ponerlas en común contigo. Quiero revivirlas a tu lado. Puede que te reconozcas también en ellas. Aquí tienes mi mano, tómala. Estréchala. 

Por correo ordinario, 10 Euros; por correo ertificado, 15 Euros. Personalmente dedicado, si quieres. Pídelas en    josemp1961@yahoo.es

      

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